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Talía Ardanas: «Las prostitutas son las primeras que no quieren molestar»

EL PUERTO. Actualizado: Guardar
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Son los que mejor conocen la situación de las mujeres que ejercen la prostitución callejera en El Puerto. Los miembros de la Asociación Pro Derechos Humanos, que les prestan su apoyo y asesoramiento en cuestiones sanitarias y jurídicas, advierten que no se puede generalizar ni resumir un asunto tan complejo entre buenos y malos. Defienden la necesidad de dignificar la situación laboral de estas mujeres y lamentan que la Ordenanza de Convivencia del Ayuntamiento de El Puerto, que desde mayo de 2012 prohíbe la práctica de relaciones sexuales en espacios públicos, criminaliza y estigmatiza aún más a las prostitutas, y se lo pone más difícil para que puedan ganarse la vida.

-¿Cómo se podría llegar a una solución que beneficiara a las prostitutas y a los vecinos?

-Pues negociando con ellas, porque son las primeras que no quieren molestar a nadie, sino trabajar tranquilas. Pero no en polígonos ni descampados ni fuera de la ciudad. Durante esas reuniones se barajaron varias opciones, pero siempre en lugares muy alejados, abandonados y oscuros, donde están expuestas a una mayor peligrosidad.

-El Ayuntamiento asegura que durante la elaboración de la Ordenanza de Convivencia se les informó y se les dio participación, ¿es cierto?

-Tuvimos una reunión en la que nos mostraron ya el borrador de la ordenanza, no hubo tiempo a estudiarla en profundidad ni a que las trabajadoras sexuales hicieran sus propuestas.

-¿Y por qué es tan complicado encontrar una alternativa a Valdelagrana?

-El que a una zona determinada se acostumbren los clientes, es algo que lleva su tiempo. Valdelagrana no está fuera de la ciudad, y ellas se sienten más protegidas. Al mismo tiempo, el Cuvillo es una zona discreta, no están expuestas abiertamente a los vecinos y tampoco están permanentemente. Tienen sus horarios, sus turnos, y cuando terminan se marchan.

-Hace poco los vecinos criticaron que se estaba dando un aumento de la prostitución y se quejaron de que no había la suficiente vigilancia policial para hacer cumplir la ordenanza...

-Eso no atiende a una realidad objetiva, porque no es cierto que haya más chicas, sino todo lo contrario. Y tampoco hay un panorama de delincuencia y proxenetismo, porque de ser así nosotros seríamos los primeros en denunciarlo. Hay mucho desconocimiento y muchos mitos, y nosotros intentamos informar y concienciar de que son personas que, cada una por su propia circunstancia, han decidido ejercer la prostitución y no es justo que se las condene por ello a la marginación social. Además, esto solo sucede con las que están en la calle. Las que no son visibles, las que trabajan de puertas para adentro, no sufren esta persecución.

-Pero sin embargo, en la ordenanza se expone una intención de proteger a las mujeres, ¿es una contradicción?

-El hecho de ejercer la prostitución ya les supone un estigma social y muy poca dignidad a nivel de derechos laborales, y en ese sentido la ordenanza no mejora nada, únicamente se las persigue y multa y se las trata como a delincuentes. Y esto no soluciona nada, sino que maltrata a unas personas que también forman parte de la sociedad. Con este asunto se tiende siempre a dar una visión demasiado simplista y reduccionista de algo que es muy complejo. La ordenanza, en su argumentario, expone que estas normas son para proteger a las mujeres, a las trabajadoras sexuales, de la violencia y la trata. Y esto en la práctica no es así porque las chicas, si no tiene permiso de residencia y son requeridas por la Policía, son expulsadas a su país directamente. Nosotros tenemos una asesoría jurídica con la que les ayudamos a obtener la tarjeta sanitaria, el permiso de residencia, etc. Pero la ordenanza no ayuda en nada.