Una de las 137 obras de Klee expuestas en Madrid. :: E. NARANJO / EFE
Sociedad

Klee, un alquimista de la forma

La Fundación March desvela la aventura pedagógica y creativa del genial artista «un brujo con aprendices en la Bauhaus»

MADRID. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Sabía Paul Klee, como Machado, que el camino se hace al andar. Se lo repetía a sus alumnos de la Bauhaus a los que trató de mostrar distintas sendas creativas entre 1920 y 1930. Diez años en los que Paul Klee (Münchenbuchsee, 1879 - Muralto, 1940), un superdotado alquimista de las formas, mantuvo vivo su fértil laboratorio plástico y pedagógico. Configuró un caótico y rico corpus teórico para sus clases de arquitectura de las formas en Dessau y Weimar. Son casi 4.000 páginas ordenadas ahora por el Paul Klee Zentrum de Berna, que administra su legado y atesora más de 3.000 de sus obras. La Fundación March, que en 1981 desveló en España el inmenso talento de Klee con una retrospectiva pionera, rehace su aventura pedagógica en otra excepcional muestra, 'Paul Klee. Maestro de la Bauhaus', que desvela nuevos y desconocidos perfiles del artista.

Fiel a principio de Klee según el cual «el camino es mucho más importante que el resultado», la exposición recorre su trayectorai como creador y maestro, plagada de desafíos e infinitud de bifurcaciones. Lo hace a través de 137 magníficas obras. Pinturas, acuarelas y dibujos, realizados en muy distintas épocas por «un Leonardo del siglo XXI, un artista imposible, carismático y difícilmente repetible», según Javier Gomá, director de la March. Y es que además de pintor, Klee fue músico, poeta, narrador, naturalista, geómetra, científico, pensador y teórico del arte y maestro.

«Pero sobre todas las cosas Klee fue un constructor de formas, un alquimista», destaca Manuel Fontán, director de exposiciones de la fundación y coordinador de una muestra que han comisariado Fabienne Eggelhöfer y Marianne Keller-Tschirren, responsables de la recuperación de los papeles de Klee.

Picasso halagó a Klee como «el gran maestro de lo pequeño», un elogio envenenado según Fontán pero ajustado en parte a la verdad. «Lo pequeño puede cambiar el mundo; se puede ser muy meticuloso y lograr que las obras de pequeño formato, como casi todas las de Klee, sean de enorme alcance y encierren el genio y el talento irrepetibles que Picasso supo reconocer», apunta Fontán.

La exposición es un paseo por el laboratorio teórico y creativo en el que se cocinaron a fuego muy lento las obras que la ilustran «conectando por primera vez la teoría y la práctica de la Bauhaus en una caja de resonancia en la que se hacen eco» a través del centenar de manuscritos seleccionados entre las notas de clase del maestro, según destaca Fontán. «Encierra mucha magia y color; no es una exposición fría y desvela la mezcla de ingenuidad y complejidad que se da en Klee», precisa.

Dividida en cinco secciones -naturaleza, movimiento, ritmo, color y construcción- recorre el ejercicio docente de Klee, un exigente 'Meister' que acababa cada semestre en la Bauhaus con la misma advertencia a sus alumnos e invitándoles a labrarse su propia senda: «Les he mostrado un camino, pero personalmente he seguido otro».

«Creía en la forma misma, en su proceso de generación, y por eso en lo más íntimo estaba convencido de que el arte no se puede enseñar; que cada cual debía seguir su propia intuición. Sus papeles, antes que una teoría del arte, son un mapa para recorrer un sinfín de caminos», resume Fabienne Eggelhöfer, estrecha colaboradora «en el proyecto de investigación estructural más relevante de las últimas décadas sobre un artista que más que un aprendiz de brujo es un brujo del que se aprende. Un brujo con aprendices», resume Fontán.

En lo pedagógico «comparte con Goethe el concepto de la educación como doma. Sabe que para aprender un lenguaje hay que dominar las palabras si aspiras a expresarte con brillantez», concluye.