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La huelga de hambre cobra fuerza entre los presos del penal de Guantánamo

JUAN PABLO NÓBREGA
NUEVA YORK.Actualizado:

El clamoroso silencio de Barack Obama sobre el futuro de Guantánamo en su discurso de toma de posesión y en el del Estado de la Unión, el pasado febrero, fue percibido por decenas de detenidos en el penal militar como la peor de las sentencias. Cinco de ellos iniciaron una huelga de hambre días más tarde aprovechando un registro rutinario donde denunciaron «agresivas revisiones» en las celdas. Su persistencia en la protesta ha contagiado al menos a otros 25, según informa el Departamento de Defensa, aunque los abogados de los presos elevaron ayer esta cifra a un centenar. Ocho de ellos han sido forzados a alimentarse a través de un tubo, un método clasificado por Naciones Unidas como tortura. Dos internos con problemas de deshidratación han sido hospitalizados.

Tras las vallas electrificadas del centro ubicado en el este de Cuba quedan todavía 166 detenidos, 86 de ellos sin ningún cargo que acredite una acusación formal. Las propias autoridades norteamericanas admiten además que representan un peligro escaso. La mayoría de esos 86 son ciudadanos yemeníes a quienes se prohibió regresar a su país después de una moratoria aprobada por Obama en 2010 que los devolvía a Yemen.

«Gran oportunismo»

En un ejercicio de transparencia poco habitual, el Pentágono despachó al máximo responsable militar para América Latina, el general John Kelly, para una comparecencia ante Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes. «Los detenidos tenían un gran optimismo sobre el cierre de Guantánamo. Aparentemente, quedaron desolados cuando el presidente retrocedió», justificó el general en referencia al mutismo de Obama. Esa frustración, argumentó Kelly, los habría llevado a «remover el avispero» con una huelga de hambre. «Quieren que este asunto llegue a los medios».

Por su parte, Robert Durand, el portavoz de la base militar negó las acusaciones de abogados de presos sobre supuestos registros violentos. «Las reivindicaciones de un incidente en el que el Corán fue incorrectamente tratado son simplemente falsas», explicó. EE UU gasta 114 millones de dólares (88,2 millones de euros) anuales para mantener operativa la prisión; unos 680.000 dólares (527.000 euros) por preso, de lejos los más 'caros' del mundo. La cifra representa unas 20 veces más de lo que el Comité de Prisiones de EE UU gasta en personal para sus cárceles de máxima seguridad.