En fila ante el Papa humilde
El pontífice tardó hora y veinte minutos en atender la interminable fila con los 132 mandatarios en la basílica de San Pedro Francisco despachó el besamanos con naturalidad en su primer contacto con la escena internacional
ROMA.Actualizado:La ceremonia de inicio de pontificado no es solo religiosa, también es un fastuoso acto diplomático, el principal que vive el Vaticano. Además en este caso, por la renuncia de Ratzinger, se da la peculiaridad de que se ha concentrado en un solo momento, pues normalmente se desdobla: el funeral del pontífice anterior también tiene un importancia internacional similar. Para la Santa Sede es un termómetro esencial de su prestigio en el mundo político y en este momento le viene muy bien, pues en los últimos tiempos de Benedicto XVI había ido perdiendo peso.
Recuperar el protagonismo es uno de los retos que esperan a Francisco. La paradoja es que, para él, catapultado del anonimato a ser objeto de honores de las más altas personalidades, ayer fue su primer contacto con esa realidad. Tras la misa, saludó uno por uno a los invitados de las 132 delegaciones. Una fila interminable, que tardó hora y veinte minutos en despachar en la basílica. Se desenvolvió bien, con la naturalidad que ya le distingue, aunque esta vez no hubo abrazos ni besos, todo muy formal. Aguantó de pie tranquilamente.
La primera de la fila fue Cristina Fernández de Kirchner, en una nueva deferencia hacia la presidenta argentina. Estaba muy conmovida, al borde de las lágrimas, aunque en las imágenes de la televisión vaticana no se escucharon sus palabras. Abrieron el turno de los monarcas Alberto y Paola de Bélgica, que iba vestida de blanco, privilegio de las reinas.
Con el príncipe de Holanda encontró a una argentina, la princesa consorte Máxima Zorreguieta. Más tarde, con las delegaciones europeas, les tocó a los Príncipes Felipe y Letizia, en la primera vez que encabezan la representación española en un acto de este tipo, debido a la convalecencia de don Juan Carlos. El Príncipe de Asturias invitó al Papa a ir a España. «Como estamos cerca...», respondió Francisco, que se interesó por la salud del Rey. Por su parte, Mariano Rajoy le dijo que los españoles están «muy contentos» de su elección.
Francisco fue teniendo con todos charlas distendidas, sin prisas, con una sonrisa perenne. Habla español, italiano, francés, inglés, alemán y chapurrea el portugués y ayer se ejercitó con todas. Por ejemplo, con Angela Merkel habló en alemán. En todo caso había sacerdotes traductores, del vivero de curas de todo el mundo de la Curia.
Los republicanos
La lista de jefes de Estado republicanos se abrió con la presidente de Brasil, Dilma Rouseff, que también le habló de forma sentida, como el resto de mandatarios iberoamericanos de izquierdas, que ven en Bergoglio un aliado en la vertiente social. Rouseff, de hecho, se coló en la agenda del Papa de hoy en la que será la segunda audiencia a un jefe de Estado, tras la de Kirchner. La presidenta dijo que quiere hablarle de «pobreza y hambre», pero cuenta el viaje de Francisco a Río previsto para julio. Los latinoamericanos mantuvieron las charlas más animadas y con algunos regalos, como el del presidente paraguayo, Federico Franco, unos sellos del club Cerro Porteño, que tiene los mismos colores del San Lorenzo, el equipo de Bergoglio.
Entre los invitados incómodos la estrella fue el dictador de Zimbabwe, Robert Mugabe, a quien el Papa escuchó con cortesía pero sin entrar en conversación. Estando vetado en Europa, resultó asombroso que fuera justo delante de la delegación de la UE.
Van Rompuy y Durao Barroso apenas cruzaron con el Papa unas rápidas palabras. También tenía morbo el encuentro con el presidente de Irlanda, Michael D. Higgins, país de tradición católica pero que retiró su sede diplomática en el Vaticano en 2011 por el escándalo de la pederastia. Por otro lado, la mera presencia del presidente de Taiwan, Ma Ying-jeou, ha sido motivo de indignación en China, que no ha asistido a la ceremonia. El Vaticano ha repetido estos días que no invita a nadie y ha ido quien ha querido.