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Padres e hijos asistieron en directo a la bendición que ofreció el Papa a los argentinos congregados ante la catedral de Buenos Aires. :: MARCOS BRINDICCI / REUTERS
Sociedad

Bendición telefónica para los argentinos

El Papa emociona a sus convecinos de Buenos Aires con una llamada sorpresa durante la vigilia nocturna

MARCELA VALENTE
BUENOS AIRES.Actualizado:

Eran las 3.30 de la madrugada y decenas de miles de argentinos celebraban una vigilia junto a la catedral de Buenos Aires a la espera de la entronización de su compatriota. De repente, una llamada telefónica, amplificada mediante altavoces, provocó un estallido de sorpresa, emoción, júbilo, agradecimiento y no pocas lágrimas. Era la voz del padre Bergoglio que les pedía que «no se olviden de este obispo».

La llamada había sido pautada por los organizadores de la vigilia en la céntrica Plaza de Mayo, donde hubo misa, rezos y recitales de música popular para entretener la espera. Pero los responsables del Centro de Televisión Arquidiocesana prefirieron mantener en secreto la llamada por si el contacto se frustraba. Finalmente se hizo. El director del Centro, Julio Rimoldi, dijo que lo notó «súper feliz, veinte años más joven».

«Hola. Gracias por estar rezando», disparó Francisco, exultante, y provocó una ovación. «Gracias por las oraciones. Las necesito mucho. Caminemos todos juntos, cuidémonos los unos a los otros. Cuídense entre ustedes, no se hagan daño. Cuiden la vida, la familia, cuiden la Naturaleza, cuiden a los niños, a los viejos. Que no haya odio, que no haya peleas, dejen de lado la envidia y no le saquen el cuero a nadie. Dialoguen», recomendó en tono campechano, como habló siempre a sus feligreses. Ya al final les dio la bendición y les rogó: «Por favor, no se olviden de este obispo que, aunque está lejos, los quiere mucho» y el ya popular «recen por mí».

La multitud, unas 50.000 personas según estimaban los organizadores, no daba crédito. «Es que para nosotros no es un Papa, es un amigo», decía Florencia, de 17 años, proveniente de una barriada pobre de la ciudad que era muy frecuentada por el cardenal.

Sus enseñanzas

«Me cuesta llamarlo Francisco», reconocía contento el sacerdote José María Di Paola, párroco en un barrio marginal al que Bergoglio solía acudir para acompañar a los fieles. «Una de las enseñanzas que nos dejó es que el centro está en la periferia, el lugar donde se encuentra la gente excluida», recordó el cura desde la Plaza de Mayo, donde pasó la noche rezando, tomando mate y cantando con los otros creyentes.

La vigilia nocturna comenzó con una misa en la catedral, junto al apartamento en el que vivía Francisco. El acto se repitió en iglesias de todo el país. En la capital, los asistentes siguieron la eucaristía de Roma a través de pantallas gigantes y lamentaron no comprender del todo el italiano en el momento de la homilía.

La profesora de italiano de Bergoglio en Buenos Aires, María Emilía Pandolfi, está orgullosa de cómo Francisco mejoró su acento. «Me siento un poco responsable», decía la mujer, contratada por el entonces arzobispo en 2005. Según contó, él hablaba el dialecto piamontés, aprendido de su padre, pero no se expresaba bien en italiano. Era, añadió, un alumno «dócil», que seguía sus instrucciones.

En Buenos Aires, el alcalde Mauricio Macri, rival político de la presidenta Cristina Fernández, hizo decorar el famoso Obelisco con banderas blancas y amarillas y decretó asueto escolar para que docentes y estudiantes pudieran seguir la ceremonia en directo. Su equipo ya ha presentado una moción para que la calle Membrillar del barrio de Flores, donde está la casa en la que nació su insigne vecino, se llame ahora Papa Francisco.

Francisco ha llamado estos días a su hermana, a algunos amigos y a su dentista para saludarlos. No utiliza secretarios, se comunica él directamente. «Hola, tío», le dijo su sobrino José hace pocos días, y su hermana, María Elena, se abalanzó al teléfono para felicitarlo. Ayer la mujer seguía la ceremonia por televisión. «Yo lo miraba y decía: no puede ser. Es increíble. Dejó muy claro que lo más importante es la gente. Sigue siendo él. No lo van a estructurar. Pobres los de seguridad, los va a volver locos», vaticinó entre risas.