La rebelión siria tiene un primer ministro
La operación es un intento claro de fortalecer políticamente la revuelta
Actualizado: GuardarUna rápida encuesta entre los observadores más veteranos indica que la designación de Ghassan Hitto como primer ministro de un gobierno que no existe todavía, el de la rebelión siria, es una decisión de gran calado: es un hombre de negocios instalado desde los ochenta en los Estados Unidos, ciudadano norteamericano, con residencia en Texas, ejecutivo de prestigio en el mundo de las telecomunicaciones y un musulmán piadoso e islamista moderado.
Todo eso, que no es muy habitual, fue considerado a la hora de escogerle en Estambul, donde se había reunido la “Coalición Nacional de la Oposición y la Revolución en Siria” para ver de designar, tras un par de intentos fallidos, a alguien capaz de formar el primer gobierno rebelde, que será reconocido con seguridad por bastantes países, algunos de peso e influencia regional e internacional.
La operación es un intento claro de fortalecer políticamente la revuelta, enviar un mensaje al mundo de que los rebeldes no ganan la guerra, pero no están derrotados, obtienen ganancias políticas, disponen de algo parecido a una administración que podrá recibir y distribuir considerable ayuda financiera y material y aíslan diplomáticamente al régimen sirio. Una de los primeros objetivos de Hitto será reclamar para su gobierno el asiento de Siria en la Liga de Estados Árabes.
Un hombre de consenso
El paso dado en Estambul tiene sin duda un cierto aval occidental, es decir del núcleo fuerte que, con Qatar, Arabia Saudí y Turquía, está ayudando política y materialmente a la oposición y se dirige poco a poco a la decisión de armarla abiertamente para darle los medios de vencer al régimen y su disciplinado y motivado ejército. Hitto parece un hombre clave en este proceso porque, sobre todo cuando nombre un “ministro de Defensa”, éste será el responsable de las acciones militares y el control de las diversas facciones que integran la revuelta.
El auge visible de las unidades yihadistas, y en particular del “Frente de Apoyo al Pueblo de Siria”, que obtiene las mejores victorias militares sobre el terreno y se muestra como un grupo disciplinado y muy severo, ha complicado políticamente la situación. En Washington lo tienen, sencillamente, por un grupo afiliado a al-Qaeda e inseparable en el práctica de “Al-Qaeda en el Emirato Islámico de Iraq”, donde la organización se ha rehecho a fondo, mata shiíes a diario, desafía al gobierno con campañas de bombas en las ciudades y envía combatientes a Siria por la permeable y larga frontera en la provincia de Anbar, territorio sunní por excelencia.
Hitto, devoto musulmán de educación islamista, pero moderado, angloparlante y bien conocido por los servicios norteamericanos, parece un híbrido con el perfil adecuado y eso explicaría el considerable apoyo recibido esta madrugada en Estambul – 35 de los 48 votos expresados – aunque algunos presentes prefirieron ausentarse en el momento de la elección para expresar algo más que reservas.
La reacción sirio-rusa
En primera instancia lo sucedido culmina el proceso, lento y prolijo, de reunificación, teórica al menos, de las filas opositoras y es un éxito cierto en la arena internacional que permitirá reforzar a la rebelión y podrá mejorar la precaria situación de la población civil en las áreas liberadas, donde se intentará instalar algo parecido a una administración. Pero tiene también inconvenientes, el principal de los cuales, tal vez, sea el alejamiento ruso de una solución diferente, la que debería empezar por un alto el fuego y una mediación aceptada por las partes.
Se espera por eso con expectación la reacción de Moscú y también se cuenta con la hostilidad del Irán y del Hezbollah libanés, mientras Pekín, aunque vea el movimiento con disgusto, se atendrá formalmente al tono más discreto que le caracteriza. Si el Kremlin mantiene, o más aún, si decide seguir apoyando y armando a Damasco con los otros factores anotados, la situación empeorará en el sentido de que definitivamente oficializará la crisis como una guerra civil en toda regla y de resultado incierto.
Asimismo, la existencia de un gobierno que va a tener cierto reconocimiento internacional abrirá sin remedio el camino a la tesis franco-británica de la necesidad de armar a fondo a la rebelión, que, con medios militares adecuados, intentará derrotar a Bashar al-Assad militarmente, algo difícil a día de hoy. La decisión, pues, coherente y de calado, inicialmente profundiza el conflicto, lo hará más duro desde el punto de vista militar y puede ser valorada como el fin de hecho de las expectativas de un desenlace político y como un punto de no retorno.