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Economia

AUSTERIDAD VERSUS CRECIMIENTO

Está por ver que los ajustes recompensen el esfuerzo, pero tampoco queda claro cómo financiarían el déficit quienes claman contra los recortes

IGNACIO MARCO-GARDOQUI
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Hoy se libra por doquier una batalla cruenta entre las huestes de la consolidación fiscal ortodoxa y las mesnadas del crecimiento. El debate se centra en responder a esta pregunta: ¿debemos mantener los ajustes que eliminen los déficits públicos, aun a costa de acelerar la recesión, o debemos incentivar la economía para crear primero demanda y después empleo aunque se aumente el desequilibrio de las cuentas públicas mientras se logra el milagro? La batalla acapara la atención mundial, pues si bien la cuestión es relevante solo para la mayoría de los países ricos, cuyo PIB está atascado y su paro enloquecido, también el resto siente y padece los efectos de las conclusiones adoptadas.

El desenlace de la batalla será evidente según sea el árbitro que elijamos para dirimirla. Si la decisión final depende de la opinión pública general, la cosa está clara. Basta observar las declaraciones de los sindicatos y esa multitud de organizaciones que se ocupa de los problemas sociales, y es suficiente con recorrer las calles para comprobar que nadie quiere ajustes, que todos consideran lesionados sus derechos sociales y que el gasto público no merece ningún respeto, porque no preocupa lo más mínimo.

Si aplican la lupa, comprobarán también un hecho singular y sintomático. Con independencia de su orientación política, la inmensa mayoría de los partidos predican el crecimiento cuando están en la oposición y practican la austeridad cuando se sientan en los hoy incómodos sillones del Gobierno. Nunca ha sido tan grande la distancia que separa el arte de predicar con la acción de dar trigo.

En realidad, este es un falso debate. Como acaba de decir esta misma semana la Comisión Europea, si todo fuese tan sencillo como elegir entre austeridad y crecimiento no habría ninguna duda, ya que todo el mundo elegiría el crecimiento. De manera especial lo harían todos los que -cosa curiosa- se han pasado las últimas décadas clamando contra la economía capitalista y cuestionando sus planes para incentivar un crecimiento ilimitado.

Sin embargo, parece evidente que a ambas partes les faltan cosas por demostrar para poder optar entre ellas. A los partidarios de la austeridad nos falta demostrar que el esfuerzo paga; que la imperiosa necesidad de control del despilfarro público tiene como corolario la creación de unas bases fuertes sobre las que construir un crecimiento ordenado de la riqueza y el empleo. Porque resulta exasperante que la respuesta a las angustias del presente sea solo la necesidad de perseverar en los sacrificios. Nos pasa como a los israelitas en el Sinaí: vagamos por el desierto esperando la llegada a la tierra prometida que parece no llegar nunca. Ojalá se repita la historia, pues ellos sí que llegaron.

Por su parte, a los seguidores del crecimiento les falta decir de dónde obtendrían el dinero para financiar los mayores déficits. Poner la esperanza en que la reactivación vaya a producirse sobre una base tan artificial y sea capaz de generar los ingresos necesarios para resolver los desajustes creados por el camino es una posición demasiado ingenua, muy poco creíble.

Puestos a elegir, yo votaría sin dudar por el ajuste, en su versión fina, y por una regulación precisa de los tiempos. Me parece obvio que los déficits descontrolados nos conducen al abismo. Basta mirar la evolución de la economía española en los últimos años para comprobarlo. Incluso hay quien propugna olvidarnos de los prestamistas y salirnos del euro. Me parece una actitud suicida porque si no devolvemos el dinero que debemos hoy no podremos obtener el dinero que necesitaremos mañana. Es una postura caótica e irresponsable.

Así que nos queda más remedio que seguir ajustando, cuidando de que el enfermo mantenga las constantes y no colapse y aprovechar cualquier respiro para impulsar el crecimiento. Por cierto, ¿no sería conveniente analizar las posibilidades de generar actividad mediante pactos entre los agentes sociales y la Administración que no exijan la utilización de dinero público? Hay muchas cuestiones que dependen de las actitudes personales y sociales o de las regulaciones administrativas, más que de las disponibilidades monetarias. ¿Hacemos un concurso de ideas?