«Seguro que Francisco tiene más tirón que Benedicto XVI»
Los primeros souvenirs con la imagen del nuevo Papa comienzan a aparecer en las tiendas de recuerdos cercanas a la plaza de San Pedro
EL VATICANO.Actualizado:Además de la del Vaticano, otra maquinaria se puso en marcha el miércoles a las 20.10 horas: la maquinaria del merchandising de la Santa Sede, una fuente de ingresos que proporciona millones de euros a las arcas de la Iglesia católica. Un minuto después de que se conociera el nombre del nuevo Pontífice, decenas de factorías de todo el mundo comenzaron a fabricar los objetos que, con la imagen de Francisco, se venderán en las estanterías de los negocios ubicados en los alrededores de la plaza de San Pedro.
Ayer a mediodía se vieron los primeros, unos rosarios de dos tipos: normales y de anillo. Se vendían a un euro y mostraban la imagen de un sonriente Francisco levantando su mano derecho como saludo a la multitud. Pero eran solo la avanzadilla. Hoy está previsto que lleguen a las tiendas los posters, cartulinas y camisetas del nuevo Pontífice, una vez que el Osservatore Romano, el diario de la Santa Sede, encargado de distribuir las fotografías oficiales, las haya puesto en circulación, y dentro de tres semanas, en un goteo lento pero imparable, aparecerán el resto de los objetos, desde imanes a pastilleros pasando por lapiceros gigantes, figuras de cristal, trapos, pañuelos, dedales y prácticamente cualquier cosa imaginable.
«Este Papa tiene más tirón que Benedicto, creo que lo vamos a notar en las ventas», explica Ernesta Rossi, dependienta de la tienda Bondi. Ella presumía ayer de ser la primera en toda Roma en vender un producto del nuevo Papa, un rosario que le llegó a las 14.30. «Se han llevado 50 en apenas hora y media. Una señora me ha comprado 20 de un tirón».
El Vaticano no es un equipo de fútbol, así que no vende camisetas. Pero existe un Papa que no tendría rival. Ocho años después de su fallecimiento, el Pontífice favorito de todos los peregrinos y turistas continúa siendo Juan Pablo II. Su recuerdo permanece muy vivo en el Vaticano y su figura continúa siendo venerada en todas sus dimensiones, muy por encima incluso que la de Benedicto XVI. Pero aún habrá que esperar para comprobar si el Pontificado de Francisco será tan fértil para los pequeños empresarios de la zona como el de Juan Pablo II.
Nuevos tiempos
En otros tiempos, regentar un negocio a las puertas del Vaticano era una garantía de riqueza. Sin esconder la nostalgia lo recuerda Marcelo Bassano, propietario de la Lunch Pizzería, un restaurante situado en la esquina de la Piazza del Risorgimento con la Vía de Porta Angelica, a escasos 300 metros de la plaza de San Pedro. «Mi padre abrió hace 50 años y le fue muy bien. A finales de los 70 y principios de los 80 ganó tanto dinero que me pudo comprar un piso al contado», rememora, lánguido. «Pero ahora las cosas han cambiado mucho, ya no son así». Y entonces este empresario alza la voz, sin poder contener su ira. «¿Ves la terraza del restaurante?», pregunta. Sí, apenas quince metros cuadrados donde se acumulan sillas y mesas. «Pues pago 11.000 euros al año de impuestos, un abuso», se lamenta, gesticulando al estilo italiano, o sea, gesticulando mucho. Y en estas circunstancias tan negras, ¿qué ha supuesto el cónclave y la fumata blanca? «Bien, el cónclave ha ido bien. Hemos tenido muchos turistas y el local ha estado casi siempre lleno. Hemos ganado un 30% más que en los días de este invierno. Pero se nota muchísimo la crisis. Antes venía una familia de cinco miembros y pedían cinco platos y cinco refrescos. Ahora, la misma familia pide dos platos y dos refrescos».
La crisis, tan familiar para todos los españoles, también azota Italia, y ni los romanos ni los turistas se escapan de ella, aunque se esté a las puertas del Vaticano durante la elección de un nuevo Papa. «Estos días hay más movimiento que lo normal en esta época, pero no hay dinero, y eso, al final, es lo único que cuenta», resume Daniela Liberati, dependienta de la tienda de souvenirs Priore, en la Vía de Porta Angelica. Mientras por la calle pasan decenas de personas cada minuto, el establecimiento permanece vacío, sin un alma. «Si no hay dinero, nadie compra».