En Buenos Aires, casi un desconocido
La mayoría de los bonaerenses se mostraban ayer incapaces de poner cara al nuevo Sumo Pontífice
BUENOS AIRES. Actualizado: GuardarValorado por los fieles argentinos como un hombre extremadamente modesto y de bajo perfil, el nuevo Papa es un desconocido para la mayoría de sus compatriotas. El arzobispo de Buenos Aires vive en un sencillo apartamento en el edificio de la curia, junto a la Catedral del centro de la ciudad, frente a la tradicional Plaza de Mayo. Reacio a arroparse con los atributos de su jerarquía, en su ciudad se mimetizaba entre los peatones, corría detrás del ómnibus o viajaba en subte (metro) con ellos. Tenía contacto con la gente, pero casi nadie lo reconocía. Unos pocos argentinos sabían ayer que existía alguna posibilidad remota de que sea elegido por primera vez un Papa latinoamericano. Pero causó enorme sorpresa y honda emoción en algunos saber que el seleccionado era un hombre del cuál casi no podían representarse el rostro. «¿Y en qué nos beneficia?», se preguntaba más de uno. «¿Y qué significa para Argentina?», dudaban otros.
«Estoy muy emocionada, no lo puedo creer», decía entre lágrimas una legisladora de la ciudad, Gabriela Michetti, amiga de Bergoglio. Ella confiaba en que sería electo por sus dotes, pero esa certeza no evitó el impacto. Otra legisladora, Elisa Carrió, católica practicante y cercana al arzobispo, solía decir luego de reunirse con él: «Este hombre algún día va a ser Papa».
Sus amigos dicen que a Bergoglio no le gustaba ir a restaurantes. Prefería comer en comedores populares, o solo en su casa. Su portavoz, Guillermo Marcó, recuerda su tranquilidad al caminar por las calles de Roma para asistir a la ceremonia en la que sería ungido cardenal por el papa Juan Pablo II. Para llegar escogía siempre la clase turista.
«Es un hombre lúcido y con experiencia pastoral. Me tuve que pellizcar cuando lo vi aparecer por el balcón. Tiene gran carisma y una intachable conducta moral».
Rara vez daba entrevistas. Se refugiaba en la lectura. Escapaba a las apariciones públicas. Pero sus homilías eran polémicas. Si bien el contenido era críptico, en los últimos años los medios periodísticos interpretaban sus palabras en clave opositora al gobierno de Cristina Fernández y de su antecesor, Néstor Kirchner.
El arzobispo se quejaba de «la deuda social inmoral, injusta e ilegítima» que cargaba el país, consideraba «lamentables» las normas que permitieron la despenalización del aborto en casos de violación, cuestionaba la persistencia de la trata de mujeres en Buenos Aires, a la que consideraba una forma de esclavitud, y fue durísimo en 2010 cuando se aprobó una ley que permitió el matrimonio entre personas del mismo sexo. «No seamos ingenuos. No se trata de una simple lucha política. Es la pretensión destructiva del plan de Dios», sentenció entonces. La presidenta expresó preocupación por una reacción que «nos remite a los tiempos de la Inquisición», dijo.
«Quiero saludarlo»
No obstante, al conocer su designación, Fernández le envió un mensaje muy respetuoso. «En mi nombre y el del gobierno, y en representación del pueblo de nuestro país, quiero saludarlo y expresarle mis felicitaciones con ocasión de haber resultado elegido como nuevo pontífice de la Iglesia Universal. Es nuestro deseo que tenga una fructifica tarea pastoral desempeñando tan grandes responsabilidades en pos de la justicia, la igualdad, la fraternidad y la paz de la Humanidad», expresó la mandataria. Más tarde, su vocero aseguró que la presidenta irá a la asunción del nuevo papa.
Kirchner y Fernández llevaron adelante una política que impulsó los juicios a la represión de la dictadura militar (1976-83) y esa mirada al pasado incomodó siempre y mucho a la jerarquía eclesiástica, señalada como cómplice hasta hoy por su silencio y hasta su colaboración. Si bien Bergoglio no fue de los más cuestionados, nunca pudo doblegar las críticas y acusaciones del periodista Horacio Verbitsky, un estudioso de las relaciones entre la cúpula eclesiástica y el régimen en los años de plomo. En sus libros y artículos periodísticos, Verbitsky siempre hizo referencia a las ambiciones del actual pontífice por llegar al cargo con el que fue ungido ayer.
Hace dos años, a raíz de un artículo publicado en la revista alemana Der Spiegel que aludía al fracaso del papado de Benedicto XVI, Verbitsky señalaba que Bergoglio intentaba «lavar su imagen en espera de un eventual nuevo cónclave». Para entonces se sabía que el argentino había sido el segundo más votado cuando los cardenales se inclinaron por su par alemán. El periodista argentino insiste en que el ahora pontífice hizo poco por sus ovejas durante el régimen militar, cuando sacerdotes y catequistas de su diócesis eran secuestrados y desaparecidos.