Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
El Papa Francisco I da la bendición apostólica a los fieles concentrados ayer en la Plaza de San Pedro del Vaticano. :: FILIPPO MONTEFORTE / AFP
Sociedad

Un argentino modesto

El nuevo Papa renuncia al boato de la muceta de armiño y al pectoral de oro para transmitir una imagen alejada de la suntuosidad

JULIÁN MÉNDEZ
Actualizado:

La presencia de Francisco I asomado a la 'loggia' de la Basílica de San Pedro proyectó al mundo la imagen de un hombre de aire bonancible, austero, grandullón, gafoso y tranquilo que se desempeñaba ante los fieles en un italiano con dulce acento porteño. Tres pequeños detalles indumentarios ayudaron a tejer esa primera impresión de modestia. El primero, la renuncia a la muceta escarlata ribeteada de armiño que colgaba en el perchero preparado al efecto por los hermanos Gammarelli, Sartoria per Ecclesiastici, la sastrería fundada en 1793 y que viste a los romanos pontífices desde 1875. La prenda, con su infamante reborde de piel de blanco roedor, ha estado en el punto de mira de organizaciones proteccionistas que la consideran un despropósito en estos tiempos. El segundo, el uso de un pectoral sencillo, una sobria cruz de plata que el papa Bertoglio custodia desde 1992, cuando fue nombrado obispo titular de Auca, en el área metropolitana de Buenos Aires.

El tercer elemento de frugalidad se asomó también al balcón, esta vez en su mano derecha, en forma de una pequeña pieza de oro, el anillo del pescador, con la imagen de San Pedro labrada, ejerciendo su viejo oficio marino. Esos tres detalles le alejan de la imagen barroca de un papa 'bacán', como llaman en lunfardo a quienes exhiben su fortuna; un lenguaje castizo, en fin, donde un monseñor no es otra cosa que una herramienta para forzar cerraduras.

Su evidente tamaño corporal llevó al nuevo papa a vestir la mayor de las tres tallas preparadas por los Gammarelli y obligó a uno de los hermanos a recoser a toda prisa el modelo para adaptarlo a la envergadura del Papa perteneciente a la Compañía de Jesús.Del superior de los jesuitas decían que era el 'Papa negro'. Una impresión que Bergoglio desterró en su primera presencia al vestir de un blanco inmaculado, con su faja de moaré con flecos dorados haciendo aguas en torno a su cintura, su albo solideo y sus blancos hábitos papales.

La única concesión fueron los zapatos escarlatas elegidos entre los cinco pares (de distintos números) preparados al efecto en la Camera Lacchrimatoria o Sala de las Lágrimas. No sucedió con él como con el menudo Benedicto XVI, al que le asomaron las mangas negras del hábito tras las mangas papales en su primer saludo. Aunque peor aún lo tuvieron los anteriores papas: Juan Pablo II, el atleta de la fe, entró a duras penas en la talla más grande de las preparadas y tuvo que sufrir también un arreglo de emergencia de los sastres papales.

Aunque quien más crudo lo tuvo fue el orondo Juan XXIII a quien le apretaba tanto el hábito que a duras penas pudo elevar los brazos en la bendición 'urbi et orbi'. «Este es el peso de las cadenas de Pedro», bromeó ante la multitud.

Buen humor

El humor también estuvo presente anoche en San Pedro cuando Francisco I bromeó sobre sus orígenes argentinos. «Parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo al fin del mundo», sonrió. Y emergió en esa primera comparecencia el perfil orondo de un hombre de aire humilde que pidió a los fieles, antes que nada, que rezasen por él.

Joseph Ratizinger lo dijo muy claro en una entrevista publicada un año antes de ser elegido pontífice: «No diría que el Espíritu Santo escoge al Papa, porque ha habido demasiados casos de papas que el Espíritu Santo nunca habría escogido (...) Probablemente la única seguridad que Él ofrece es que la cosa no sea una ruina total». La Iglesia tiene desde ayer por Papa a un argentino modesto y de buen humor. Un oxímoron.