TERROR
Actualizado:Pues bien señores, diez jornadas para temblar, para sufrir y esperemos que para no llorar, ya que para sonreír tendrán que pasar unos meses aún. Lo mejor será no tomárselo a la tremenda, al menos de momento. No queda más que mantener la calma y apoyar al equipo. Sí, ya sé que eso de arrimar el hombro y de remar suena un poco antiguo, tirando a casposo, y que la afición ya está harta de dar para recibir desilusiones año tras año, pero ahora no queda otra. Valga además que durante el año ya se ha dicho todo lo posible. En mi caso, por ejemplo, lo he hecho en la radio, en estas líneas, y donde se me ha requerido. He criticado, con temor a ser redundante y pesado en los argumentos. Una gestión deportiva calamitosa y unos jugadores que no dan el nivel sin olvidar a los técnicos que han pasado, pero ahora mismo eso ya no tiene solución. Lo que no tendrá remedio es meter un patazo histórico que dé con los huesos de un club centenario en las catacumbas, si es que donde ya está el Cádiz no lo son. En eso soy optimista. No por méritos propios sino más bien porque creo que hay equipos aún peores.
Está muy bien aquello de que hay que quedarse con la primera parte que se hizo ante el Cartagena, la segunda del UCAM y la media hora de no sé donde, pero ante esos dos equipos, por ejemplo, sólo se sacó un punto. La sensación es que el Cádiz, con su mediocridad a cuestas, tiene que rozar la perfección para sacar adelante los partidos. Que en cuanto alguno tuerce la letra, el trabajo queda en nada y la vuelta a empezar es terrible.
Ahora llega el Cacereño, equipo en franca mejoraría y Carranza responderá como siempre. La afición es madura y sabe que apoyar al equipo en momentos complicados no tiene nada que ver con no ser exigente y crítica con jugadores, cuerpo técnico y dirigentes. Es más, ese calor de la grada será una bofetada sin manos a unos protagonistas que no han dado la talla. La grada siempre estará ahí pero cuidado, llegará el momento en el que la aburran. Quedan diez partidos, diez finales para que no sea el desastre más absoluto de los últimos años.