Los cardenales de Oriente sacan los colores al cónclave
Actualizado:La uniformidad coral de los cardenales que en la tarde de ayer caminaron hasta su encierro en la Capilla Sixtina cantando el 'Veni, Creator' se vio rota por la apariencia colorista y dispar de los cardenales de Oriente. En sus hábitos y tocados, estos patriarcas católicos muestran a las claras el milenario pasado del cristianismo. Los más llamativos vestían según el rito ortodoxo, con su túnica negra ('rason') y el 'epanókamelaukion' (un velo ligero) que cubre su nuca.
En el homogéneo grupo de los cardenales, cuya uniformidad es rota por los adornos y bordados más o menos barrocos del sobrepelliz, se destacaban por derecho propio prelados como Antonios Naguib, patriarca emérito copto de Alejandría, en Egipto, con su perilla y su capa negra. O Moran Mora Baselios Cleemis, nacido Isaac Tottunkal en Kerala, el estado católico de India que provee de monjas a Europa. Sus 53 años hacen de Cleemis el cardenal más joven del cónclave, con su apariencia risueña y su hábito coloreado. Es el arzobispo mayor de Trivandrum y cabeza visible del rito siromalabar, parajes y términos que incorporaría gozoso el gallego Álvaro Cunqueiro a cualquiera de sus relatos sobre su imaginario Simbad.
El coral de Toppo
Con su sotana de color coral, que se destacaba sobre el púrpura clásico de sus colegas, caminaba también ayer por los pasillos de San Pedro, Telesphore Toppo, excelente apellido para un infiltrado y, en realidad cardenal arzobispo de la diócesis india Ranchi. Toppo es el primer hijo de la etnia oraon adivasi que alcanza el honor de un cardenalato. Y, claro, tampoco escapaba a los ojos curiosos de los observadores el atuendo y el estilo del libanés Béchara Boutros Raï, también conocido como Patriarca Mar Béchara Boutros al Rahi, patriarca de Antioquía y metropolitano de la Iglesia católica maronita. Los ritos orientales, señaló a este periódico Pedro María Gil, profesor de Teología de la Liturgia en Deusto, nacieron en los siglos IV y V, cuando el cristianismo se diversifica y se expande por el mundo.
Del sincretismo, de la unión de las costumbres locales y las importadas, surgen modos nuevos. Los fieles practican el rito bizantino, el armenio, el maronita, el sirio, el copto, el caldeo... Y los hábitos y símbolos de sus ministros, ajenos a los cambios de la Ilustración europea del siglo XVIII, permanecen anclados en el tiempo: hoy son un vestigio y sus ropajes hacen de puente con la antigüedad.