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Blanco abandona la sala de prensa del Congreso tras su comparecencia para comentar la decisión de la Fiscalía de enjuiciarle. :: CHEMA MOYA / EFE
ESPAÑA

El PSOE suma a sus conflictos la decisión de la Fiscalía de imputar a José Blanco

El exministro anuncia que renunciará a su escaño si se tiene que sentar en el banquillo de los acusados del Tribunal Supremo

PAULA DE LAS HERAS
MADRID.Actualizado:

No solo no amainan los problemas para la actual dirección del PSOE; se multiplican. Los socialistas se toparon ayer con la noticia de que la Fiscalía del Tribunal Supremo ve indicios suficientes para juzgar a su anterior vicesecretario general y exministro de Fomento, José Blanco, por tráfico de influencias y prevaricación en el marco del 'caso Campeón'. Y, para colmo, Alfredo Pérez Rubalcaba constató que no ha logrado atajar la trifulca interna provocada por el «error» de Ponferrada.

La situación de Blanco, de hecho, no es lo que más preocupa. Entre otras cosas, porque el Ministerio Público no encuentra razones para imputarle por el más grave de los delitos por los que se le investigó, el de cohecho por un presunto pago de 200.000 euros. Pero, en todo caso, el asunto es engorroso para los socialistas.

El político gallego, que durante once años dirigió el aparato del PSOE con mano firme, está ahora más cerca de lo que nunca supuso de sentarse en el banquillo, una situación que jamás pasó por sus pensamientos. Una imagen que sería demoledora para una formación ya de por sí debilitada por sus propios conflictos internos. Hasta que eso no ocurra, advirtió ayer, permanecerá en su escaño de congresista por Lugo.

Nadie le ha pedido lo contrario y de poco serviría porque el acta de diputado es personal. Blanco aclaró, aun así, que tanto la dirección federal del PSOE como la del PSdeG, están informados de su decisión, que tiene dos pasos. Primero, pedirá al Congreso de los Diputados que vote a favor del suplicatorio para que el juez pueda llamarle a declarar en calidad de imputado y, segundo, si una vez que concluya la instrucción el juez determina la apertura de un juicio oral, dimitirá.

Esto fue lo que contó en una comparecencia 'ex profeso' en el Congreso, en la que también clamó su inocencia. «Confío en que la Justicia dejará meridianamente claro que las acusaciones de (Jorge) Dorribo son absolutamente falsas», dijo en alusión al empresario farmacéutico que le implicó en la trama de subvenciones públicas a cambio de favores privados.

Incluso los enemigos internos de Blanco se muestran poco convencidos de que, en realidad, haya caso. Pero eso no quita para que algunos cuestionaran ayer su modo de hacer frente al asunto. «Otro día más que le quitamos los titulares a Bárcenas», se lamentaba poco después de oír al exministro un dirigente socialista. «A ver cuál es la sorpresa que nos encontramos mañana -por hoy-».

El principal partido de la oposición lleva dos semanas sumido en el sobresalto continuo y los estertores del último aún no han pasado. La reunión del lunes de la comisión ejecutiva permanente, en la que solo se encuentra el núcleo duro de Rubalcaba, no sirvió para ganar estabilidad ni para dar carpetazo a la polémica de Ponferrada. Al contrario, el grupo parlamentario, que como todos los martes se reunió en el Congreso, fue un auténtico hervidero.

Gesto inédito

Óscar López, que ha asumido en solitario la responsabilidad de lo ocurrido, compareció ante el resto de sus compañeros para rendir cuentas, un gesto inédito dado que no es senador ni diputado. Y se topó con duras críticas, de mujeres como la valenciana Carmen Montón, la gallega Laura Seara, la extremeña Leire Iglesias o la andaluza Rosa Aguilar, pero también de algún hombre como el expresidente castellano-manchego José María Barreda.

Aguilar fue especialmente contundente. «Hay mucho enfado, mucha indignación y mucho dolor y es lo que se ha expresado», dijo después. «Rechazo de pleno todos y cada uno de los pasos qeu se han dado -advirtió- ; esto es un error y un fracaso que nos ha hecho un daño importante en una de nuestras principales señas de identidad».

En sus palabras está implícito el desacuerdo con la decisón de Rubalcaba de no aceptar la dimisión de su secretario de Organización por este asunto. Y no fue la única que mantuvo la presión. El líder de los socialistas madrileños, Tomás Gómez, también volvió al ataque: «En política no hay perdón, hay dimisión», dijo.

En esta batalla hay un importante componente fraticida, consecuencia de las heridas mal cerradas en el 38 Congreso de Sevilla. No hay nadie, ni los más fieles a la actual dirección, que nieguen que las cosas no se hicieron bien, pero el patinazo de Óscar López, una pieza fundamental en la victoria de Rubalcaba hace poco más de un año, ha sido recibido por sus enemigos internos con alborozo.

El PSOE es un partido fragmentado, en el que las muestras de debilidad se pagan. Y Rubalcaba ha encadenado varias en apenas medio mes: sus conflictos con el PSC, el órdago que plantearon los socialistas gallegos y ahora la gestión de este asunto delicado que afecta a los principios fundamentales de la formación.

Algunos creen que José Antonio Griñán, presidente del partido y de la Junta de Andalucía, tiene la llave para hacer que todo estalle. De momento, ha optado por la prudencia. No quiere dimisiones, según explicó su lugarteniente en el partido, Mario Jiménez, sino que la vicesecretaria general, Elena Valenciano, asuma todo el poder orgánico para que Rubalcaba pueda dedicarse a trabajar «en clave social».