«Soñamos con aquella Siria de hace dos años»
Los habitantes de Damasco sobreviven en la incertidumbre de una capital que acoge miles de desplazados por ser el último lugar seguro
DAMASCO.Actualizado:Nada de fotos ni nombres. Es la primera condición para hablar con un extranjero en Damasco, una ciudad con la guerra a sus puertas en la que partidarios y detractores del régimen tienen miedo del futuro próximo porque nadie sabe quién va a resultar ganador después de una revuelta que cumple dos años. «¿Qué pasará mañana?», es la pregunta que más veces se escucha en una capital acostumbrada a vivir bajo los cañonazos que salen del Casium hacia un extrarradio en manos de la oposición. «Tenemos miedo de un lado y del otro», confiesa Mazem, contable, profesor y padre de dos hijos que desde hace siete meses vive en un hotel del centro de la capital.
Mazem llegó a Damasco huyendo de los combates en el campo de refugiados palestinos de Yarmouk y no ha vuelto porque «la zona donde está nuestra casa está en plena línea del frente. En menos de una hora tuvimos que correr con lo puesto y desde entonces estamos en este hotel». Sin trabajo y sin casa, este padre de familia de 50 años ve cómo sus ahorros van consumiéndose, pero «no se me pasa por la cabeza viajar a Líbano o Jordania, prefiero aguantar todo lo que pueda en Siria. Lo que más me duele es que mis dos hijos no pueden ir a la escuela porque la Unrwa (agencia de la ONU dedicada al cuidado de los refugiados palestinos) ha cancelado las clases, ya han perdido un curso».
«No entiendo cómo la gente ha podido levantarse contra este régimen, aquí se vivía muy bien, todo era barato y había trabajo, la única condición era no meterse en política. Soñamos con aquella Siria de hace dos años», confiesa sentado en el descansillo del hotel próximo a la estación de Hyjaz que, como todos los de la zona, se han convertido en refugios improvisados para miles de civiles que salen de las zonas en disputa que rodean a la capital, lugares donde se pelea calle por calle.
Otros desplazados han optado por el alquiler de casas en zonas como Yaramana, barrio mayoritariamente druso (secta minoritaria del islam) y cristiano que ha recibido una gran oleada de gente desde el verano. Allí vive Rahim con sus padres y su hermano, «somos una familia que se puede considerar de clase media y por eso hemos podido alquilar una buena casa». Salieron en enero de Tadamon, barrio del sur de la capital vecino a Yarmouk donde se registran fuertes combates y por el que los grupos armados de la oposición han intentado en varias ocasiones penetrar a Damasco. Rahim estudia Derecho en la Universidad en la que «aunque hay muchos menos alumnos que antes de la crisis, no se han detenido las clases» y no se le pasa por la cabeza volver a Tadamon porque «ahora está repartido entre zonas bajo control del Frente Al-Nusra y otras bajo control de los Comités Populares leales al régimen, hay mucho francotirador y disparan a todo lo que se mueve».
Un estadio como hogar
No muy lejos de la casa de alquiler de Rahim la familia Al-Hawal vive sus primeros días desplazada en el estadio de la localidad. Tras mostrar los permisos correspondientes el periodista extranjero obtiene acceso a las habitaciones habilitadas en el antiguo gimnasio de la instalación deportiva que sirve de hogar temporal para 250 personas. Con la supervisión directa del responsable del centro, Zaher al-Hawal accede a hablar y permite fotografiar el lugar donde vive junto a su mujer, sus padres, su abuela centenaria y cuatro hijos.
«Salimos de Daraya -uno de los principales feudos opositores en guerra abierta desde el verano- porque la situación era insostenible. Sin luz, agua ni comida y muchos combates en las calles», confiesa Zaher, conductor de autobús que cada día, si no hay problemas de seguridad en la carretera, hace el trayecto entre Damasco y el aeropuerto internacional en el que ya únicamente operan vuelos de la línea aérea nacional. Intenta rehacer su vida desde este lugar y cada mañana a las siete y media coge su autobús para ir al trabajo, pero como todo el mundo en este país, no sabe lo que puede pasar mañana.