Una experiencia inolvidable de 21.097 metros
Actualizado: GuardarNo cabe duda que el atletismo es un deporte diferente, más aún, las carreras de fondo donde muchas veces la mente supera a lo físico. Estar horas y minutos avanzando kilómetros y kilómetros con la única idea de continuar, no desfallecer y seguir adelante, hacen de pruebas como esta Media Maratón algo indescriptible en el que la carretera y la resistencia de tus piernas son tus auténticos compañeros de viaje.
Sobre las ocho de la mañana, éste que escribe, llegaba al Complejo Deportivo de Puntales en Cádiz, con un tiempo que nada bueno presagiaba. De hecho, minutos antes una tremenda granizada dejaba su seña en las calles gaditanas. Eso sí, con la buena temperatura que dejan las precipitaciones comenzaba una prueba que reunía a 1.500 valientes dispuestos a superarse a sí mismos y a todo lo que estuviera en su camino. Los poco más de cinco kilómetros por las calles de Cádiz nos dejaban el apoyo de los gaditanos que a esa hora temprana de la mañana se atrevían a desafiar a la climatología. Una vez en la autovía con destino a San Fernando, el viento era protagonista, eso sí, de costado y sin entorpecer demasiado. Por ello, muchos de nosotros nos agrupábamos buscando el resguardo del compañero, como si de un pelotón ciclista se tratase y así hacer el camino más suave. A un lado, veías el mar enfurecido de la playa de Cortadura y, al otro, la Bahía de Cádiz, con nuestro destino al fondo esperando que una multitud de deportistas llenaran sus calles mojadas a esa hora.
La entrada en la Isla de León nos devolvían los aplausos y los ánimos que durante el recorrido por la solitaria autovía habíamos perdido. Los aficionados isleños, familias y niños, comprobaban como tras más de doce kilómetros a algunos de nosotros ya nos pesaban las piernas, aunque nunca el ánimo. Pero como todo en la vida, las cosas no son fáciles y en plena calle Real, y a falta de seis kilómetros para llegar a la ansiada línea de meta, la lluvia también quiso hacer acto de presencia. Y vaya forma de llover, en un momento el sudor se despeja y deja paso al agua del cielo que para algunos es bendita y para otros, servidor, es maldita para correr.
Durante el camino, y a poco para acabar, el mejor impulso, la mayor zancada te la dan tus amigos, tus familiares, aquellos que llevan horas esperando para verte y animarte. Por un grito de ánimo merece la pena correr 21 kilómetros y terminar pensando que has acabado y has vencido. Quizá no en la clasificación, eso es lo de menos, pero sí en tu interior y en tus retos. Cuando pasas la línea de meta te das cuenta de la verdadera esencia del deporte, que no es otro que la felicidad a través de la superación personal. Eso es toda una victoria, no lo duden.