La fuerza de la naturaleza
Las inundaciones en Jerez recuerdan que ni el ser humano puede frenar un río cuando su cauce se desborda y busca su salida natural
Actualizado: GuardarLa semana ha estado marcada por la crecida del Guadalete. Los vecinos de las zonas rurales de Jerez, que están más próximas al cauce del río, no han podido pegar ojo ante la incertidumbre de que el agua terminara colándose en sus viviendas. La agonía ha sido lenta porque la cota del Guadalete ha ido creciendo poco a poco, pero sin que se produjeran los episodios graves de años anteriores. La coordinación entre las distintas administraciones ha funcionado sin problemas y antes de que el cauce se terminara desbordando el pasado viernes, el dispositivo de emergencia estaba preparado con la activación del nivel de alerta.
La peor parte se la han llevado los agricultores que han visto cómo sus cultivos quedaban anegados. Tuvo que salir Asaja para recodarle a las autoridades políticas, que las inundaciones no sólo ponían en riesgo los núcleos de población.
También es necesario volver a reflexionar sobre la ocupación de terrenos inundables porque la fuerza de la naturaleza no entienden de trazados humanos, y si un río se desborda siempre buscará su salida natural hacia el mar, existan o no diques que lo intenten frenar. Curiosa la fotografía que tomó una redactora de este periódico el pasado viernes en los Llanos de La Ina. Un cartel anunciador de la Junta de Andalucía, que informaba de una actuación para la restauración de los cauces de Andalucía, que supone una inversión de 24 millones de euros, había sido alcanzado por el mismo río que no debía haber salido de ese margen. Lo que hace pensar qué hubiera ocurrido si en la jornada de ayer, el tiempo no hubiera dado una tregua y hubiera estado lloviendo constantemente. Ésa es la gran diferencia con respecto a las inundaciones del año 2010, cuando la provincia vio cómo semana tras semana no paraba de llover.
Estos episodios nos recuerdan las aberraciones que se han llegado a cometer en la época de la burbuja inmobiliaria, cuando España se quedó pequeña para construir tantas edificaciones. No se respetaron cauces, ramblas, ni lugares donde la naturaleza no perdona. Sólo las desgracias nos recordaron la soberbia del hombre.