Aficionados del Al-Ahli protestan por la sentencia de la masacre de Port Said. :: AMR A. DALSH/ REUTERS
MUNDO

Egipto se rinde ante el caos

La sentencia por la masacre de Port Said desata graves disturbios ante la nula actuación policial

EL CAIRO. Actualizado: Guardar
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Dos muertos, dos edificios incendiados, caos en El Cairo y en Port Said -ciudades convertidas en rehenes de la violencia irracional de unos pocos-, y un intento frustrado de detener el tráfico del Canal de Suez. El saldo de víctimas de la masacre del estadio de Port Said, en el que murieron 74 personas hace un año, sigue aumentando y no parece que vaya a detenerse ahí, espoleado por un sistema judicial deficiente y una 'vendetta' personal de los hinchas del fútbol contra la Policía, un cuerpo cada día más desprestigiado e ineficaz.

Los presagios de que la anarquía se desataría tras desvelarse el veredicto final del juicio por la peor matanza del fútbol egipcio se confirmaron ayer. El tribunal ratificó a primera hora de la mañana las penas de muerte a 21 inculpados, condenó a cadena perpetua a otros cinco, absolvió a 28 personas y los 19 acusados restantes fueron condenados a penas de entre uno y quince años de cárcel. Los seguidores del club Al-Ahli, conocidos como los 'ultras', concentrados junto a su estadio para conocer la sentencia con la que querían vengar a sus compañeros muertos, dudaron en un primer momento sobre cómo reaccionar ante el veredicto. Pero cuando quedó claro que solo dos de los nueve policías inculpados en el proceso pisarían la cárcel (los otros 7 han sido absueltos, mientras que el peso de las penas ha recaído sobre hinchas del club rival, Al-Masri de Port Said), los más moderados del grupo no consiguieron convencer a los exaltados.

Decenas de 'ultras' vestidos con el rojo de su equipo prendieron fuego a un elegante club de oficiales de la Policía, situado a menos de cien metros del estadio de Al-Ahli. De allí marcharon hacia el edificio de la Federación Egipcia de Fútbol, que corrió la misma suerte y se convirtió en pasto de las llamas, que devoraron gran parte de la historia del fútbol egipcio. Ninguna fuerza de seguridad intentó impedir los ataques.

La violencia se intensificó por la tarde, cuando un grupo de hinchas se enfrentó con piedras y cócteles molotov a la Policía en la ribera del Nilo, muy cerca de la plaza Tahrir. En los disturbios murieron al menos dos personas, entre ellos al parecer un niño de ocho años, según relataron testigos al diario 'Al-Ahram'. El caos se extendió por otras partes del centro, donde grupos de jóvenes quemaron dos locales de comida rápida al extenderse el rumor de que estaban regentados por miembros de los Hermanos Musulmanes.

Asaltos y saqueos

Mientras los hinchas y otros grupos de descontrolados imponían el caos en el centro, la mayoría de los agentes se atrincheraban en el Ministerio del Interior, que se ha convertido en un auténtico fortín, protegido por varios muros de hormigón que han colapsado el tráfico de la capital. La estrategia de la Policía, cuya sola presencia suele provocar más disturbios de los que evita, parece haberse reducido en los últimos meses a defender el ministerio, las embajadas y algunos edificios oficiales. Grupos de vándalos y descontrolados, que han secuestrado la protesta ciudadana legítima en las calles, han asaltado hoteles de lujo, tiendas o, como el caso de ayer, la Federación de Fútbol sin que las fuerzas de seguridad se lo impidan. Sus responsables nunca acaban ante la Justicia, como tampoco se investiga la fuerza desmedida utilizada por los agentes, que ha provocado cientos de muertes en los dos años de la transición. El descontrol y la impunidad se han impuesto en las calles.

Hace un mes, la condena a muerte de los 21 acusados causó más de 40 muertos en las calles de Port Said, donde ayer, sin embargo, predominó la calma, probablemente porque la Policía abandonó la localidad en la víspera, y es actualmente el Ejército el que vela por la seguridad de los edificios oficiales. Prácticamente todos los condenados proceden de esta ciudad, que se siente abandonada por el resto de Egipto y donde se ha incubado un profundo rechazo al presidente, Mohamed Mursi, y los Hermanos Musulmanes. Los actos de protesta se redujeron ayer a varias marchas por el centro de la ciudad y a un intento frustrado de interrumpir el tráfico del Canal de Suez.

La matanza del estadio de Port Said tuvo lugar en la noche del 1 de febrero de 2012, cuando los hinchas de Al-Masri, el club local, se enfrentaron al final de un partido con los de Al-Ahli. 74 personas murieron, la mayoría de ellos asfixiados en una avalancha humana que se topó con que las puertas del estadio habían sido cerradas.