Leal hasta «más allá de la muerte»
Nicolás Maduro Vicepresidente de Venezuela
Actualizado:El político que dirigirá el país hasta las nuevas elecciones es, fundamentalmente, un hombre fiel. Nicolás Maduro (Caracas, 1962), que prometió al presidente «lealtad hasta más allá de la muerte», selló su pacto con Hugo Chávez hace veinte años, cuando lo conoció en la cárcel donde el entonces teniente coronel cumplía condena por el fallido golpe de Estado de 1992. En sucesivas visitas se fue cimentando una amistad que ha llevado a Maduro desde la lucha sindical dentro de la empresa de autobuses que dan servicio al metro de Caracas, donde era conductor, hasta la cúpula del Gobierno de Venezuela.
En aquella prisión conoció también a la que hoy es su pareja, Cilia Flores, entonces abogada de Chávez y ahora procuradora general del país. Maduro fue un útil peón de base hasta 2005. En aquel año comenzó su ascenso imparable al ser nombrado presidente de la Asamblea Nacional. En 2006 fue designado ministro de Exteriores y el pasado 10 de octubre añadió a este cargo el de vicepresidente.
Corazón del pueblo
De él dijo Chávez que era «uno de los líderes jóvenes de mayor capacidad para continuar con su mano firme, con su mirada, con su corazón de hombre del pueblo, dirigiendo los destinos de esta patria».
Tal era su confianza en la capacidad de Maduro para tomar las riendas del país que, antes de partir para operarse por última vez en Cuba, ungió a su sucesor con una frase llena de color, como siempre fue su discurso, pero también de profunda confianza: «Si algo ocurriera que me inhabilitara de alguna manera, Nicolás Maduro no solo en esa situación debe conducir como manda la Constitución el período, sino que mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total es que en ese escenario que obligaría a convocar de nuevo elecciones presidenciales, elijan ustedes a Nicolás Maduro como presidente».
Llegó el momento y un Maduro emocionado y un tanto tímido asumió el mando temporal, aunque dejó claro que solo era un vicepresidente, no un jefe de gobierno en funciones. En estos dos meses su figura ha ido creciendo, en poder pero también en carácter. Ha sabido «contar» la evolución del estado de salud del presidente hasta donde ha sido políticamente conveniente y ha conducido al Gabinete de Chávez hasta un escenario preelectoral que favorece al Partido Socialista Unido de Venezuela.
El último acto de esta transformación de Nicolás Maduro tuvo lugar el martes, cuando reunió a los gobernadores de todas las regiones del país, los ministros y los principales representantes del Ejército en una comparecencia retransmitida al mundo por el canal de televisión estatal.
Mientras todos esperaban la confirmación de la muerte del presidente, él preparó el terreno hablando de una conspiración para enfermar a Chávez, ordenó la expulsión de un agregado diplomático estadounidense y se aseguró de tener a mano a quienes tienen hoy el poder en el país. Horas después, volvió ante las cámaras para comunicar el fallecimiento del comandante, entre lágrimas, pero rodeado de los pilares de la revolución bolivariana.