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Fútbol | Liga de Campeones

El Valencia muere sin corazón en París

El equipo español bordeó la remontada pero acabó sin fuerzas ni pasión para apretar a su rival

JAVIER BRAGADO
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Aguardaban un aroma relajante los seguidores del París Saint-Germain. Un resultado favorable en la ida, un equipo repleto de hombres experimentados y un rival con bajas servían para fijarse más en la fiesta de acceder a cuartos que en el duelo deportivo. Pero el Valencia se empeñó en renunciar a la fatalidad hasta que sucumbió al cansancio..

Se apoyó el equipo español en su idea de juego, en el único estilo que podía disponer con sus bajas y trató de sacar partido a su empeño. Aunque Valverde no quiso apostar por lo alocado con el resultado en contra de la ida se decidió por Parejo en el centro del campo y Jonas en la delantera para desplegar más unidades en el ataque. Mucha movilidad de sus piezas y la voluntad de presionar a sus rivales. En principio la estrategia más atacante de los ‘che’ chocó con la contención francesa y la solidez de su defensa. De hecho, en la primera mitad el conjunto del murciélago solo encontró un resquicio entre sus adversarios cuando Soldado penetró entre los centrales rivales y disparó por primera vez a puerta. Entonces su principal rival fue el césped que le situó el balón a un metro de altura con un bote que dificulto el disparo pero facilitó la tarea del portero.

Insistió el Valencia para desagrado de los aficionados locales. Sin rendición ‘che’, la tarea del PSG se convirtió en trabajosa y áspera. Pastore y Lavezzi enseñaron una pequeña porción de su talento aunque sin picante y la ausencia del sancionado Verrati en el mediocampo terminó por entregar la posesión a sus rivales. Y para mayor disgusto de los locales Jonas se inventó un gol al inicio de la segunda parte. El brasileño recogió un balón sin dueño al borde del área y su disparo sorprendió a todos.

Abrieron los ojos hasta el límite en el PSG por la plasticidad y por la amenaza de la eliminación. Con algo de miedo pero también con mayor concentración los del club parisino se percataron de que su rival alcanzaría los octavos de final si no modificaban su plan. Ancelotti envió a Motta a la ducha y apostó por Gameiro, al tiempo que sus pupilos se inclinaron más por la salida a las bandas para dificultar el repliegue del Valencia. En medio de los cambios el equipo ‘ché’ suavizó su presión y el recién salido Banega perdió un balón en el centro del campo que catapultó un contragolpe francés culminado por los recursos de Lavezzi ante la acertada intervención de Guaita en el fusilamiento.

El empate igualó las fuerzas. El París Saint-Germain se sacudió sus miedos y el Valencia se acomodó a la idea de que bastaba un gol para resolver la eliminatoria en la prórroga. Pero ni siquiera entonces enloqueció el choque. Ambos equipos apostaron por la contención de sus impulsos y por el juego de toque cuando otros habrían apostado por el corazón. No hubo épica, ni balones al área. Ni epopeyas. Ni disparos a la portería francesa. El Valencia se quedó sin fuerzas antes de llegar a la orilla y ninguno de sus futbolistas consiguió estimular una reacción final. La despedida de Europa careció de pasión.