El-Asad rediseña su quinta columna
El régimen sirio quiere regular sus milicias urbanas ante el descontento general por sus abusos y la pérdida de control en el país
DAMASCO.Actualizado:«Es inaceptable, no pueden estar un solo día más en las calles. El Gobierno debe regular a estos hombres y exigirles que actúen dentro del marco legal». El ministro de Reconciliación Nacional sirio, Ali Haidar, es muy crítico con los Comités Populares ('Leyan shabiha' en árabe), las milicias urbanas apadrinadas por el régimen para intentar llegar a donde no puede hacerlo un Ejército exhausto después de dos años de contienda.
Desplegados en las zonas donde viven las minorías religiosas, formados por voluntarios con el servicio militar cumplido y con el objetivo inicial de que fueran capaces de encargarse de la seguridad en sus barrios, la idea original ha ido deteriorándose con el paso de los días y ahora «han recurrido a los peores criminales de cada barrio, a aquellos que todos tememos y a los que nunca nos habría gustado ver con un arma en la mano», confiesa un vecino del barrio de Tadamon, una de las zonas más 'calientes' de la capital siria, en los que estas milicias «operan con total impunidad e incluso tienen su propia cárcel al margen de las agencias de seguridad. Cualquier cosa mejor que caer en sus manos».
Alertado por los excesos de poder de estos grupos, el Ministerio de Defensa trabaja en un plan para reconvertir los Comités Populares en el nuevo Ejército de Defensa Nacional y a finales de enero los medios oficiales ya informaron de que «contará con unos 10.000 efectivos», todos ellos «uniformados y bajo el mando directo de oficiales» de las fuerzas armadas. «El plan está en marcha y esperamos que entre funcionamiento en un plazo de dos semanas», asegura el ministro de Reconciliación Nacional, quien denuncia que «estos paramilitares tienen gran culpa de la tensión que vive el país, cuando alguien cae en sus manos no lo consideramos detenido, sino más bien secuestrado, actúan totalmente al margen de la ley».
El papel de estas milicias ha sido muy criticado desde el inicio de la crisis y los informes de la ONU les acusan directamente de ser responsables de «crímenes contra la humanidad». En un primer momento se encargaban de reforzar a los efectivos de seguridad en las operaciones para reprimir las manifestaciones contra Bashar el-Asad, pero con el paso de los meses sus competencias fueron creciendo hasta la creación de los Comités Populares en verano, cuando la guerra llamó a las puertas de Damasco, y su trabajo hasta entonces en la sombra pasó a ser visible para todos los ciudadanos.
Tender puentes
«En este conflicto hay extremistas en ambos lados y estos 'shabiha' son los extremistas del lado del Gobierno. En un bando están los insurgentes suníes del Frente Al-Nusra (grupo próximo a Al-Qaida) y en el otro estos radicales que en un 90% pertenecen a la secta alauí (rama del islam chií a la que pertenecen el presidente y el 10% de los sirios)», señala el jeque Saleh al-Noaeme, impulsor del Comité para la Reunificación Nacional, el primer intento por parte de las tribus del país de tender puentes entre las dos Siria enfrentadas.
Quedan atrás los años ochenta, en los que se escuchó por primera vez esta palabra en Siria para denominar a grupos de contrabandistas con vínculos con la familia El-Asad en la zona alauí de la costa, pero el levantamiento contra el presidente ha puesto de nuevo de actualidad a los 'fantasmas' o 'matones', según su traducción literal. «El único que los puede controlar es Bashar, un motivo más para apostar por su continuidad. Los problemas de verdad empezarán el día que El-Asad se marche, entonces será una masacre y comenzará la guerra sectaria», opina el analista Talib Ibrahim, una de las voces más populares en los medios oficiales.