Sociedad

Los tres cerebros de Éric-Emmanuel Schmitt

'La mujer del espejo' es un alegato contra la sumisión que conecta las vidas de tres féminas de épocas muy distintas y «rebeldes a su pesar» El escritor francés novela sobre la rebeldía de quienes hacen avanzar el mundo y la «eterna» lucha contra los prejuicios

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Éric-Emmanuel Schmitt (Sainte-Foy-Lès Lyon, 1960) sueña que su cerebro se desdobla en tres. Los intercambia cuando afronta una novela, una pieza teatral o un guion. Filósofo de formación, uno de los dramaturgos y narradores más respetados y de mayor éxito en Francia, Schmitt publica en español 'La mujer del espejo' (Alevosía). Es un relato escindido a su vez en tres historias. Las de otras tantas mujeres de épocas muy distintas unidas por el hilo de la insumisión, la rebeldía y el ejercicio pleno de una libertad que se les niega. Autor de éxitos como 'El señor Ibrahim y las flores del Corán', 'La secta de los egoístas' o 'El hijo de Noé', Schmitt denuncia cómo «para una mujer siempre fue más difícil ser ella misma que para un varón». Dice que son «los insumisos y los que se rebelan contra el sometimiento -como sus protagonistas- los que hacen que el mundo avance».

«Es un libro femenino y feminista, porque para ser feminista no hace falta ser mujer, solo abogar por la igualdad», advierte el polifacético escritor, que retrata a tres «insubordinadas a su pesar». Mujeres «dulces, amables y abiertas; rebeldes por necesidad y no por naturaleza». Con la estructura musical de una fuga conecta a la plebeya Anne, que vive en la Brujas del Renacimiento, a la aristocrática Hanna, vecina de la Viena del psicoanálisis a principios del XX, y Anna, actriz de éxito en el Hollywood de hoy. Tienen la felicidad a su alcance, pero solo en apariencia. Se la niega la presión que la mujer ha sufrido en todas las épocas, «incluso hoy», de modo que «ellas reclaman su parcela de libertad».

En cada época se desconfía de lo nuevo, como de la música de Mahler, el psicoanálisis freudiano o la pintura de Klimt hace un siglo. «Los prejuicios contra lo nuevo son tan viejos como la humanidad y no acabarán nunca. Como el combate contra la intolerancia y la idiotez, que será eterno», lamenta Schmitt. Él confía mucho más «en las personas y su capacidad individual para rebelarse y progresar» que en las sociedades «que van a rueda de esas personas que saben cultivar la insumisión, alimentar la libertad y hacen avanzar el mundo». «Son los insumisos los que se cuestionan todo, los que se interrogan, inventan y desvelan la complejidad de las cosas y la realidad; crean espacios de invención y novedad que cambia el mundo», afirma.

Choca este alegato contra la sumisión trazado a través de tres espíritus indomeñables cuando arrasa entre las lectoras un folletón como '50 sombras de Grey' que enaltece la sumisión femenina. «Odio hablar mal de otros libros. Pero creo que productos como ese, muy mal valorado y de éxito fugaz en Francia, alimentan los prejuicios y son concebidos para aprovechar la corriente dominante del mercado», lamenta.

Su punto de partida es siempre el contrario. «Jamás pienso en el mercado. Dejo fluir el libro que llevo dentro y lo alimento con empatía e imaginación, que es un extraordinario y subestimado método de conocimiento». Para trazar el triple retrato femenino de su novela «he necesitado toda mi vida, 50 años de observación y empatía». «Mi mayor placer es observar a los demás, jugar a ser ellos. Intentar ver el mundo a través de los ojos y la psique de las personas que contemplo», dice este narrador, dramaturgo y cineasta que trata cada registro narrativo como un mundo aparte.

«Me gusta pensar que mi cerebro se divide en tres y que utilizo uno distinto cuando escribo un drama, una novela o una película. El teatro es diálogo y no hay tiempo, de modo que abordo un solo problema, una crisis. La novela te da todo el tiempo y permite contar una vida o un destino. El cine me permite salir de la soledad. Querría ofrecer un clase magistral sobre el tema», ironiza el autor de dramas para Delon y Belmondo como 'Variaciones enigmáticas' o 'Federico y el bulevar del crimen', osadas novelas como 'La parte del otro', protagonizada por Adolf Hitler, y películas como 'Cartas a Dios'.

Tolerancia

Desarrollar la tolerancia es el horizonte de este filósofo de prolífica pluma que fue un adolescente con ramalazos violentos a quien la vida y la literatura han atemperado. «La literatura es el gran instrumento de la tolerancia. La escritura elimina barreras y distancias, de modo que un solo libro permite al lector aproximarse a personajes ajenos y comprender otras maneras de ser o de amar» apunta. «Aproxima sexos, sensibilidades y creencias; puede conmover a un lector cristiano con un personaje budista o musulmán» agrega.

Interesado por todas las religiones ¿cree que Dios es parte del problema o de la solución para la humanidad? «Cuestionarse la presencia de Dios en la tierra es el servicio mínimo exigible», responde risueño. Admite que se ha matado mucho en nombre de Dios en el curso de la historia, y que «los estragos del inquisidor, del fanático, el integrista, y el terrorista que dice 'yo sé' en vez de 'yo creo' son un cáncer en casi todas las confesiones». Pero, optimista nato, opina que «vivimos una época maravillosa marcada por la pluralidad religiosa». «Los modelos de religión son hoy propositivos, no únicos y excluyentes, y esas propuestas nos ayudan a ser más inteligentes», sostiene.

Melómano, prepara una ópera que adelanta en diez años la historia del 'Così fan tutte' de Mozart. Concibió 'La mujer del espejo' como una fuga en la que la música, como en la vida, juega un papel balsámico. «La música tiene poder espiritual y sanador. Es universal y puede hacerte llorar o darte energía».