Bertone sella la puerta del apartamento papal tras quedar vacío. :: OSSERVATORE ROMANO / EFE
Sociedad

La marcha del Papa divide a los cardenales entre el malestar y el apoyo a un mandato limitado

Emerge una vieja tensión interna por los límites de edad en la Iglesia, surgida en 1970, cuando se vetó a los purpurados mayores de 80 años

ROMA. Actualizado: Guardar
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La tensión interna en la Iglesia entre quienes han visto con buenos ojos los límites de edad a la jerarquía y los que no conciben ninguno viene de lejos, desde que Pablo VI impuso en 1970 la jubilación a los 75 años a los obispos y a los cardenales de la Curia, y el fin del derecho a entrar en el cónclave al cumplir 80. Algunos sectores nunca lo tragaron. Como siempre, el tema aflora en la sede vacante, cuando llega la hora de los cardenales octogenarios, que tienen protagonismo en las congregaciones generales, las reuniones previas al cónclave en las que sí participan e intentan ejercer su influencia. Ayer fueron convocados para el lunes a las 9.30, y se estima que el cónclave podría comenzar el siguiente lunes, día 11.

Los cardenales octogenarios son ahora mismo 91, de 208, y algunos aún poderosos, como Sodano o Ruini. Periódicamente presionan para que se elimine la barrera. También lo han hecho sin éxito con Benedicto XVI. Y no es de extrañar que la renuncia del Papa agudice el debate, hasta el punto de hacer asomar las primeras críticas a su decisión. No a todos les ha gustado que se rompa la tradición, pero se decía en privado.

Solo el exsecretario personal de Juan Pablo II, Estanislao Dziwisz, dijo secamente que «de la cruz no se baja». Ahora un grupo de cardenales pedirá al nuevo pontífice que aclare enseguida que lo de Ratzinger y la dimisión es algo excepcional y que el Papa «elige serlo para siempre». Según el 'Corriere', es el sentir de purpurados influyentes, que desean evitar presiones externas a partir de ahora.

El cardenal australiano George Pell rompió el hielo anteayer al cuestionar la decisión, pues «se pueden montar campañas contra el Papa para obligarle a dimitir». Pesa también la idea tan manejada estos días de que la figura del pontífice ha quedado desacralizada, con el riesgo de que la Iglesia se vea como una institución más.

Circula un artículo de 'The Globalist', prestigioso medio de Washington, con un juego sobre qué entidad ha cambiado menos de líder desde 1892. En la lista aparece la Iglesia junto a la General Electric y algunos gobiernos. Y la respuesta correcta es IBM, con nueve consejeros delegados en un siglo. Es el tipo de comparación que al Vaticano le pone nervioso.

Pero también hay cardenales con la idea opuesta, imponer una edad límite también al Papa, que sea un cargo a tiempo determinado. Lo planteó Timothy Dolan, de Nueva York: «Sería oportuno comenzar a reflexionar sobre ello». Y le han secundado otros como el suizo Cottier, teólogo emérito de la casa pontificia: «Si ya hay un límite para obispos y cardenales no se puede excluir para el Papa en el futuro, no es un principio absurdo, solo sentido común». También los italianos Farina y Cordero se han mostrado a favor al menos de debatirlo. Naturalmente, a otros les pareció impensable, pero la novedad es que ya se habla de ello.

Desactivar a la vieja guardia

Pablo VI decidió poner un límite de edad por algo que le pasó en el cónclave en 1963, que le eligió a él: se topó con un cardenal anciano que creía estar en el cónclave de 1958. Pero también quiso desactivar a la vieja guardia y que no anulara las reformas del Concilio Vaticano II. Los octogenarios se quejaron y llegaron a mover con retintín una campaña para que Pablo VI dimitiera al cumplir 80 años en 1977. Un artículo en el 'Osservatore Romano' titulado 'Por qué el Papa no puede dimitir' explicó que el cargo era «único y distinto». Es paradójico que, de forma paralela, Pablo VI se planteara renunciar en 1976 y dejara una carta por si perdía sus facultades. Pero una de las razones para no hacerlo fue precisamente evitar que coincidiera con sus 80 años y permitiera comparaciones con el límite impuesto a los cardenales. Murió precisamente a esa edad.

Los octogenarios volvieron a la carga para recuperar su privilegio con Juan Pablo II, que tampoco les hizo caso. Diez de ellos llegaron a escribirle una carta en 1989. También Wojtyla se planteó dimitir, pero pensó que era «un precedente peligroso» y podía exponer al Papa a conspiraciones para derribarlo, las mismas dudas que surgen hoy. Concluyó que «no puede haber un Papa emérito». Pero ahora lo hay.