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Pompa y circunstancia

Juan Manuel Balaguer
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Encontrándose la Nación Española en este estado de postración anímica, olvida por necia ofuscación, que es la Soberana de la gestión de su ritual destino. Olvida que una Nación es mucho más que un Pueblo, por nobiliaria que sea su cuna, pues compendia elementos metafísicos, espirituales, tradicionales y épicos, que no son propios de la etología humana. La Nación posee los dones del crisol y, por ello, refunde todos los atributos de los gestos legislativos y morales, entre ellos los del magnánimo gesto de la naturalización, o lo que viene a ser lo mismo, el de acceso a la nacionalización, concesión que no puede ser otorgada por el Pueblo por falta de capacidad jurídica y de obrar. Un Pueblo es un edificio sentimental y una Nación un monumento jurídico honorable, si bien puede decirse que es el Pueblo el que da sentido a la Nación pero desde sus incompletas aportaciones de la víscera y los frutos genitales.

Los actos ceremoniales promovidos por la Nación, como aquellos insignes vinculados al ceremonial de la Democracia, no pueden seguir siendo promovidos desde el ríspido rifirrafe vocinglero, desde la insolvencia intelectual y la ofensa sistemática al oponente tomado por enemigo, acoquinado por el temor a la incriminación sistémica, la que no puede arrostrar por no contar con la solvente armadura moral de la tranquilidad de conciencia y la acrisolada honra. Nos hemos convertido en un amasijo progresista maleducado, que olvida que una Nación debe ejercer de modelo y de ejemplo de la preservación de la honra y el orgullo, de la gestión meticulosa del patrimonio, de la tutela de los manantiales emocionales de la Patria, entendida ésta como rescoldo paternal, como memoria filial, como canto y verso transfundido, como lágrima engarzada. Dice el profesor Ruiz Mata, magistral arqueólogo, que «el que no tiene muertos, no existe», solemne aforismo que comparto, pues somos pasado para poder ser futuro; un pasado paterno lanzado hacia un futuro filial.

Bien pudiera hoy jueves sonar por las calles de Cádiz la marcha ‘Pompa y circunstancia’, de Sir Edward Elgar, para aportarle al grisáceo día el formato pomposo que supone la circunstancia de que la imprescindible ciudad de Cádiz le devuelva a Puerto Rico los restos mortuorios de Ramón Power y Giralt, su padre patrio, que la Nación Gaditana ha custodiado durante doscientos años, por primorosa tutela de su Obispado, el que hoy se lo encomienda al Comandante de nuestro Juan Sebastián Elcano, para que lo transporte con honores hasta Puerto Rico. Desde la cripta de nuestra catedral hasta San Juan, tiempo tendrá la Historia para darle apresto a un gesto nobiliario de estas proporciones, a un gesto votivo de esta luminosidad y capacidad civilizadora. ¡Que el silbato de órdenes anuncie que sube a bordo la Honra del honrar!