La chispa
Actualizado:La presión, el volumen y la temperatura rigen los principios de la termodinámica. Esa es la parte de la física que se encarga de sacar a la luz los intríngulis de lo enigmático que rige la transformación de las diferentes formas de la energía. Observaciones y experiencias nos han llevado a comprender como la energía, lo mismo que la riqueza, no se crea ni se destruye, sólo se transforma, o sutilmente cambia de manos.
El triángulo del fuego, o triángulo de la combustión, es un modelo que describe los tres elementos necesarios para generar fuego, propiciar una explosión o permitir una deflagración. Sin el combustible, el comburente (agente oxidante, como el oxígeno) y la energía de activación ninguna de estas reacciones sería posible. Sin algo que quemar, sin una atmósfera adecuada y sin esa chispa, inesperada o controlada, es imposible que una llama pueda prender en nuestras almas. La explosión del deseo requiere que existan ganas suficientes de cambio. La deflagración de la protesta no se sustancia con paños calientes, necesita de una temperatura suficiente que consiga que la rebeldía salga por los poros e inunde todo nuestro alrededor. Para conseguir una utopía sólo basta con creer en ella.
Como elementos combustibles tenemos la pobreza, la pérdida de derechos, la desafección de la ciudadanía con una clase política que vive en otro mundo, ajena a la cruda realidad del día a día, sin saber que sus decisiones, tomadas desde la comodidad de las espaldas cubiertas y la cartera a buen recaudo, y a veces hasta con el desprecio de la dádiva, conllevan dolor, miseria, hambre y hasta muerte sin sentido.
De atmósfera, no nos podemos quejar. Tenemos el mejor caldo de cultivo para que puedan proliferar recortes, ensañamientos con los débiles, perversión sin máscaras. La ciudadanía se mantiene agazapada, no por falta de ganas de rebelarse, sino por miedo, por parálisis ante lo que puede convertirse en algo peor, en una situación sin esperanza, sin anhelos y con las voluntades rotas. La negrura del paro se extiende como aquella mancha negra que, de forma metafórica, describe Michel Ende en su libro titulado ‘Momo’. La corrupción que contamina a todas las instituciones nos agria la ilusión, y sin pudor legitima a delinquir a todos aquellos de moral laxa. De manera esporádica surgen rebeliones. Con grandes dosis de desorganización, pero con una ilusión desmesurada, y con la vista puesta en un futuro, nos situamos frente a una realidad dura, hostil, casposa, áspera, espeluznante, pero aún sin la temperatura precisa para la reacción. No podemos renegar de derechos.
Sólo falta la chispa para la explosión de la ilusión, para el incendio del cambio, para la deflagración de una esperanza de color verde rutilante. ¿Qué, quién, cómo, cuándo se desatará la chispa que nos devuelva la esperanza en la quimera de nuestras vidas? El dónde puede ser el Sur.