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ANÁLISIS

Bárcenas, parado de lujo

Lo más pintoresco es que, un vez despedido, el extesorero del PP se ha apuntado al paro

ANTONIO PAPELL
MADRIDActualizado:

El 'caso Bárcenas' se enmaraña cada vez más política y jurídicamente pero al mismo tiempo se despeña por los perdederos del vodevil. Y tras la figura del extesorero aprovechón que ha conseguido una fabulosa fortuna ante la inhibición incomprensible de varias generaciones de políticos populares, aparece el figurón de barraca de feria exhibiéndose impúdicamente como si quisiera llamar la atención con sus piruetas de potentado excéntrico.

Como es conocido, poco después de que el juez Ruz decretara medidas cautelares que limitan su capacidad de movimiento ante la gravedad de los diversos delitos económicos que se le imputan, el pintoresco personaje, seguramente molesto por el desdén con que lo tratan los dirigentes populares, ha decidido demandar al PP por despido improcedente -que es una manera de dar a razón a quienes aseguran, desde la oposición al PP, que Bárcenas estuvo contratado hasta el descubrimiento de sus cuentas suizas-. El extesorero alega en su querella que desde marzo de 2010 hasta el 31 de enero de 2013 fue asesor del partido, que le pagaba 21.300 euros brutos mensuales, y que fue dado de baja en la Seguridad Social sin su consentimiento. Sin embargo, fuentes oficiales del PP han asegurado inmediatamente que Luis Bárcenas "no asesoraba al PP" y no tenía ninguna actividad en el partido desde abril de 2010.

Pero lo más pintoresco es que, un vez despedido, Bárcenas se ha apuntado al paro. Es de suponer que habrá ido personalmente a la oficina de empleo, a deslumbrar al personal atónito. De esos seis millones largos de desempleados que aparecerán en la última estadística, uno será el multimillonario Bárcenas. Todo legal, por supuesto, pero hilarante.

El histrionismo del personaje tiene sin embargo que tener alguna explicación: o conserva todavía algunas bazas para chantajear al PP, lo que explicaría el escaso énfasis de Génova a la hora de criminalizar a un sujeto que se ha enriquecido a costa del partido, o simplemente este individuo desclasado, absorto en un lujo chabacano que no ha sabido digerir, ha perdido el oremus y ha comenzado a desbarrar. La arrogancia con que ha rectificado al juez para aclararle que su fortuna no es de 22 millones de euros sino de 38 millones, acumulados “por el trabajo de muchos años”, permite poner en duda su equilibrio.

El 'caso Bárcenas', tan aparatoso y todavía mal resuelto, está dificultando los consensos contra la corrupción que la ciudadanía reclama y que los grandes partidos están dispuestos a conseguir. Y ante este espectáculo deprimente, sólo la Justicia está en condiciones de poner coto al desmán, siempre que actúe con agilidad y celeridad. Una pretensión seguramente vana en un país en que los procesos económicos encanecen irremisiblemente en las alacenas de los juzgados.