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FÚTBOl | COPA DEL REY

Lección magistral del Madrid

Un planteamiento colosal de Mourinho condujo a su equipo a la final de Copa y redujo a la nada a un Barça que comenzó a perder cuando Roura habló del árbitro

IGNACIO TYLKO
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Lección táctica, física, mental y futbolística de un Real Madrid enorme a un Barça desconocido, vulnerable y preso de los nervios. Soberbio planteamiento de Mourinho en un duelo con valor de final y despliegue colosal de sus soldados frente a un enemigo que jamás en los últimos años había ofrecido tamaña sensación de fragilidad. A Jordi Roura le vino muy grande el partido, y también su preparación. Le faltó discurso, saber arengar, dar con la tecla en el planteamiento y cintura para los cambios. Una victoria colosal que engrandece la figura del ‘Mou’ estratega, alimenta los sueños blancos para Old Trafford y puede pasar una factura muy cara en un Barça que, con esta fórmula, tendrá harto difícil firmar la gesta ante el Milan.

Se irá seguramente a final de temporada, pero el técnico luso dejará como legado haber sometido al eterno rival en los duelos particulares y acabado con los complejos. El fracaso de San Siro no fue fruto de la casualidad. El resultado de anoche, ese gol de Cristiano después de que Di María dejara sentado y abierto de piernas a Puyol, y el soberbio testarazo de un Varane imperial que puso la puntilla, deben provocar meditación y autocrítica en el Barça. Ganará seguro la Liga pero este tipo de derrotas suelen marcar el inicio de un fin de ciclo. Messi estuvo impotente y Xavi no pudo dictar esta vez su magisterio porque los merengues se impusieron en todos los flancos. El Madrid fue un equipo con mayúsculas, como el que el curso pasado conquistó la Liga a ritmo de récord, y Cristiano volvió a ser determinante. Con sus dos dianas, ya suma ocho goles en sus seis últimas visitas al Camp Nou.

Dijo Roura en la víspera que este tipo de choques de alto voltaje se deciden por pequeños detalles. Tenía razón el gerundense, solo que en esta ocasión el error de cálculo, y no precisamente mínimo, fue suyo. Más allá de que al Barça le vaya mejor o peor con Undiano y de que el navarro sea permisivo o no, recuperar el viejo victimismo culé y poner a jugar en la previa al colegiado eran síntomas inequívocos de temor. Un estigma de equipo perdedor, no del grupo que artistas que se ha ganado la admiración mundial con un fútbol de tiralíneas bellísimo y alineado con el ‘fair play’. El equipo rutilante que ha maravillado en los últimos años no necesitaba recurrir ese tipo de tretas. Una táctica que provocó un efecto bumerán en los catalanes, ansiosos, imprecisos e inseguros. Todo lo contrario que un Real Madrid con las ideas mucho más claras y aparentemente menos tenso. El factor cancha se volvía a favor del visitante.

Messi, enjaulado

No es normal ver a los azulgrana protestando tanto al árbitro, buscando falta en cada acción, pidiendo una tarjeta tras otra. Mejor preocuparse de cómo buscar nuevas fórmulas ofensivas para resquebrajar muros de cemento, o de como liberar a Messi de la jaula en la que últimamente le aíslan los rivales. Y por supuesto, de defender mejor, sin desajustes tan graves como el que marcó el partido. Por mucho equipo alegre que sea el Barça, no es de recibo tener la eliminatoria con el resultado a favor y permitir un mano a mano entre Cristiano y Piqué en el área antes del primer cuarto de hora, cuando las fuerzas deben estar intactas y las mentes despejadas. Midió mal el catalán, estuvo listo y rápido el portugués, que además transformó el correspondiente penalti. El Madrid había hecho lo más difícil. Remaba ya a favor de corriente tras sufrir un acoso que duró apenas un minuto, el primero. Fue ahí cuando Iniesta buscó un tiro lejano y Messi la tuvo pero lanzó demasiado cruzado.

Al Madrid de ‘Mou’ jamás le ha preocupado la posesión de balón. Dejó hacer con gusto a sus rivales, pero el dominio barcelonés resultó estéril. Avanzó tanto la línea de cuatro defensiva que se juntó con los centrocampistas y cerró todos los espacios. Solo con rapidez y precisión podrían los locales presentarse ante un Diego López casi inédito hasta el descanso. La primera de Messi, y un golpe franco lanzado con gran habilidad por el astro argentino, que se cantó como gol por un efecto óptico, fueron las acciones más claras. El Madrid pisó menos el campo rival pero generó más sensación de peligro. Cristiano volvió locos a todos, tanto que hasta Puyol le hizo una falta alevosa. Se llegó al intermedio entre protestas y con Jordi Alba tirado en el césped tras un encontronazo con Arbeloa, ya con una tarjeta.

Mourinho fue valiente en el planteamiento. No por adelantar la zaga casi hasta el medio sino por su firme apuesta por Varane en lugar de Pepe. El francés es tan joven que el Camp Nou podría venirle grande, pero hoy está mucho mejor que el luso, que acusa las secuelas de una larga lesión. A sus 19 años, el francés estuvo impecable. Fue clave con su gol en la ida y permaneció firme y seguro en la vuelta. Yen punta, se decantó por la movilidad y perseverancia de Higuaín en lugar de la calidad, e indolencia, de Benzema. Roura, en cambio, prescindió de Villa en el once a pesar de que resultó clave en la reciente remontada ante el Sevilla. Solo Iniesta se acercaba a su nivel.

La segunda mitad fue puro goce y disfrute de los madrileños. El Barça salió fuerte pero apenas asustó con un tiro lejano de Busquets que desvió Diego López. Llegó el segundo en una contra letal. Balón largo, triunfo casi humillante de Di María sobre Puyol, rechazo a duras penas de Pinto y nuevo éxito de Cristiano. Solo cuando vio ya todo perdido Roura miró hacia el banquillo. Muy tarde. Quedaba aún el salto prodigioso de Varane para firmar el 0-3. Al Madrid, que incluso pudo reservar en los minutos finales a jugadores como Xabi Alonso, solo le sobró el teatro final de Pepe. Triunfo de jerarquía, porque el gol final de Jordi Alba fue mera anécdota. En el Camp Nou ya echan más de menos a Guardiola.