La dimisión del cardenal acusado de abusos enturbia más el cónclave
El escocés O'Brien, único representante británico, renuncia a participar en la elección del nuevo Papa «para evitar la atención de los medios»
Actualizado: GuardarEl final del pontificado de Benedicto XVI, que renuncia el jueves a las ocho de la tarde, está siendo tormentoso y abre el camino a un cónclave cada vez más sacudido por las polémicas. La última sorpresa es la dimisión como arzobispo de Edimburgo del cardenal Keith O'Brien, presidente de los obispos escoceses, acusado el domingo en la prensa británica de haber mantenido «conductas inapropiadas» con cuatro seminaristas en los años 80, cuando era su director espiritual. El propio O'Brien, conocido por su dureza contra la homosexualidad, comunicó que no participará en el cónclave, una postura que crea un precedente y quizá pueda influir en otros casos similares. Después de este paso la presión sobre los demás, al menos otros cuatro cardenales, está llamada a subir.
El caso más sonado es el del cardenal de Los Ángeles, Roger Mahony, responsable de encubrir a curas pederastas en el pasado en su diócesis y a quien una campaña de católicos en EE UU exige que no acuda a Roma. La lista se completa con tres cardenales más que protegieron a criminales o no los denunciaron: el irlandés Brady, el belga Danneels y el estadounidense Dolan, que pagó a sacerdotes pederastas para que dejaran los hábitos. En principio, de momento todos piensan acudir al cónclave.
La implicación de estos cardenales se conoce desde hace años, y también en el último cónclave de 2005 hubo purpurados con acusaciones idénticas sin que surgiera entonces ninguna polémica. En el caso de O'Brien fueron precisamente sus víctimas las que quisieron que se hiciera pública la cuestión para forzar su dimisión e impedir que participara en el cónclave, pues les parecía un escándalo que en teoría pudiera ser elegido Papa. «No quiero que la atención de los medios se concentre sobre mí, sino más bien sobre Benedicto XVI y su sucesor», explicó ayer O'Brien. «Mirando a mis años de ministerio, doy las gracias a Dios por las cosas buenas que he sido capaz de hacer. Por mis errores, me excuso con aquellos a los que he ofendido», concluyó. No aclaró nada sobre las acusaciones, aunque el día anterior las había rechazado y anunció que estudiaba acciones legales.
El Vaticano anunció ayer que el Papa había aceptado la renuncia de O'Brien, aunque en realidad los tiempos son distintos de lo que puede parecer y el contexto sigue teniendo ese componente de disimulo que el Vaticano parece incapaz de abandonar en estos escándalos. Resulta que la dimisión estaba presentada hace tiempo, de forma mecánica, porque el arzobispo cumple 75 años el mes que viene, edad de retiro para los obispos. Siempre la presentan al Papa cuando se acercan a ese límite, y el Pontífice luego decide si la acoge o les deja unos años más en el cargo. Si se acepta de inmediato puede ser una señal de desaprobación por algún motivo o, como en este caso, puede tener relación directa con algo grave. Benedicto XVI aceptó la dimisión, según la Santa Sede, el pasado día 18. Es decir, antes de que el caso saliera a la luz. Pero en el Vaticano se conocía la denuncia, enviada por las cuatro presuntas víctimas a través del nuncio en Gran Bretaña.
La pregunta es: ¿qué hubiera pasado si la noticia no hubiera salido en la prensa? El Vaticano, subrayando los tiempos, viene a decir que ya le había destituido aunque el escándalo no era público. Pero oficialmente la razón de la dimisión es la rutinaria, por razones de edad, y desde luego se puede dudar de que a O'Brien se le hubiera ocurrido renunciar al cónclave si el caso no se hubiera conocido. En cualquier caso, la verdad no se habría sabido.
La herencia
Conviene recordar que la Secretaría de Estado del Vaticano se quejó el sábado de que la prensa pretende condicionar el cónclave con «noticias falsas». La crítica a los medios tenía que ver con el informe secreto del 'caso Vatileaks' elaborado por tres cardenales y que, según la prensa, contendría revelaciones explosivas acerca de un «lobby gay» y chantajes a prelados homosexuales. A tres días de irse, el Papa recibió ayer a los tres 'detectives' de la «comisión de investigación sobre la fuga de noticias reservadas», el español Julián Herranz, el eslovaco Jozef Tomko y el italiano Salvatore De Giorgi, con su secretario, el fraile capuchino Luigi Martignani. Benedicto XVI les agradeció «el proficuo trabajo desarrollado y expresó satisfacción por los resultados de la investigación», resumió una nota de la Santa Sede.
¿Qué ocurrirá con el controvertido informe? El Papa ordenó que pase a manos «únicamente del nuevo pontífice». No obstante, como se preveía y ante la polémica, el propio portavoz vaticano, Federico Lombardi, explicó ayer que los tres cardenales 'detectives' son libres de hablar con sus colegas y ponerles al corriente de las líneas generales del informe. «Ellos sabrán en qué medida pueden y deben dar a quien se lo pida elementos útiles para valorar la situación y elegir el nuevo Papa», señaló. En las congregaciones generales, las reuniones de cardenales que preparan el cónclave, se hablará por tanto de 'Vatileaks', pero no se sabe cómo ni hasta dónde. Sigue siendo un asunto muy extraño, porque algunos de los cardenales presentes quizá figuren en el informe. Y entre todos habrá uno que será Papa y deberá hacer una gran limpieza.