Beppe Grillo acudió a votar con su mujer x. :: GIORGIO PEROTTINO / REUTERS
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Grillo, primer partido en Italia

En un cuadro ingobernable y de caos Bersani gana en la Cámara solo gracias al premio de escaños pero nadie tiene mayoría en el Senado

ROMA. Actualizado: Guardar
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Italia difícilmente tendrá un Gobierno, con un resultado de las elecciones que no permite imaginar alianzas. En un país con enorme talento para inventar soluciones anoche nadie sabía qué hacer para salir del atolladero y reina la aprensión por ver cómo se dispara hoy la prima de riesgo. Solo cabe pensar en una gran coalición de izquierda y derecha, que se antoja inviable y reeditaría la forzada mayoría de emergencia que ha sostenido el Gobierno técnico de Monti, o repetir las elecciones, con un resultado igualmente imprevisible. Italia, como siempre, deberá inventarse algo precario y genial para ir tirando porque los comicios dieron ayer un sorprendente cuadro de fragmentación y caos, no anunciado por ningún sondeo y agudizado por un sistema electoral demencial, con tres fuerzas prácticamente empatadas con un cuarto de los votos: el centroizquierda de Pierluigi Bersani, que fracasa aunque gane virtualmente, un triunfo raquítico que no le sirve para nada; el centroderecha de Silvio Berlusconi, una sorpresa que resucita de la tumba; y el nuevo fenómeno político de protesta de Beppe Grillo, que se convierte en el primer partido con un 26% de los votos y capitaliza la indignación moral contra un sistema podrido y sin credibilidad. Es decir, Berlusconi y Grillo, cada uno a su modo, suponen un triunfo fulgurante del populismo. Italia siempre tan interesante.

Ninguna coalición superó el 30%, una debacle, y con resultados provisionales este bloqueo se traducía anoche en la Cámara de Diputados en el triunfo de Bersani, pero solo porque el sistema regala una mayoría del 55% al primer partido, aunque gane por un solo voto. El PD habría obtenido un 30,2% frente a un 28,4% del PDL de Berlusconi. Sin embargo en el Senado, con un reparto de escaños de base regional muy desigual en función del tamaño de cada zona, se produjo un empantanamiento total. Aunque el PD obtenía mayor porcentaje de votos, en torno al 30%, Berlusconi le superaba en escaños, con 123 contra 104. El magnate logró su objetivo de imponerse en cuatro de las cinco grandes regiones, Lombardía, Campania, Sicilia y Véneto. Ya solo con eso era imposible que Bersani tuviera la mayoría. Al final los dos quedaron más o menos igualados, pero ambos lejos de la mayoría absoluta de 158 escaños. Y ni con Monti podían alcanzarla. Como se temía, el Senado no da una mayoría a nadie y es la clave de la ingobernabilidad.

Bersani más que ganador es el gran perdedor. Desde hace meses, por la mera inercia de la clásica alternancia en el poder, creía que esta vez le tocaba, pero han saltado los esquemas. Está claro que el PD ha fallado en lo que la gente pide a gritos, renovación, y tal vez con Matteo Renzi, que perdió las primarias, hubiera tenido un mejor resultado. Es innegable que ha sido canibalizado por Grillo, que se lleva sus votantes desencantados y con ganas de caña. Si Bersani no ha ganado desde luego Berlusconi no ha perdido, y es increíble, porque se le daba por acabado. Es otra lectura demoledora de ayer: muchos italianos siguen cayendo enamorados del magnate, no hay nada que hacer. Sus tonterías funcionan y no le echarán nunca. Lo ha logrado con una campaña delirante y agresiva que se estudiará en los manuales, a base de trolas, promesas irrealizables y numeritos diarios. Pero es el que mejor sabe llegar a la cartera y el corazón del italiano medio.

El gran fracasado de ayer es Mario Monti, que como se presagiaba la víspera se ha estrellado. En la Cámara anoche incluso corría el riesgo de quedarse fuera, pues estaba superando por un pelo el límite exigido del 10% de los votos para las coaliciones. Su derrumbe es un problema general, pues debería haber sido esa tercera fuerza moderada que permitía un pacto en caso de victoria coja de derecha o izquierda. Pero Grillo ha desbaratado todo. El pasotismo de los italianos hacia Monti confirma, si había alguna duda, que les da exactamente igual, o que incluso les toca las narices, que la UE o la Casa Blanca, o los míticos mercados, piensen que era el mejor candidato. No le ha valido de nada. Su prestigio y popularidad se ha evaporado en cuanto se metió a hacer política, parecía uno más de los de siempre. Solo él pensaba que era nuevo.

Dirigir el juego

El único vencedor claro e indiscutible es Grillo, que llega a ser el primer partido la primera vez que se presenta a unas generales y ahora tiene la capacidad de dirigir el juego. Ha aspirado votos de derecha e izquierda, pero más del PD, y es un fenómeno a seguir con atención porque tiene una aplicación evidente en cualquier país europeo que viva un similar hartazgo de los ciudadanos con sus políticos, léase España. En Grecia ya ha sucedido algo similar con Syriza.

El Movimiento 5 Estrellas es un grito de furia contra los partidos tradicionales, crecido fuera de la televisión, en internet y a través de los mítines de Grillo, subestimado por los políticos de toda la vida, que ahora estarán obligados a hacer cuentas con él. Es una absoluta incógnita cómo se comportarán en este escenario esta tropa de nuevos diputados, ciudadanos anónimos sin experiencia, y si estarán a la altura o se negarán a cualquier contacto con las demás fuerzas, a quienes consideran prácticamente como una banda de apestados a eliminar lo antes posible. Sus portavoces insistían ayer en que están abiertos a discutir sobre ideas, independientemente de quien vengan. En Parma y en Sicilia, donde vencieron las regionales en octubre, se han demostrado muy pragmáticos y dispuestos a colaborar, nada visionarios. «La honestidad se pondrá de moda», dijo ayer Grillo a través de su blog. Los 'grillinos', como se les llama, creen de verdad que esto es el inicio de una revolución civil en toda regla para bajar sueldos a los diputados, cerrar entes inútiles, controlar los derroches en el gasto y erradicar la corrupción.

Con un sistema electoral distinto, que Berlusconi inventó precisamente para crear el caos en 2006, con la trampa del Senado, al prever que perdía las elecciones, el resultado podía ser muy diferente.