Eleanor, 'Jackie' y Michelle
Tres primeras damas de Estados Unidos, que desempeñaron su papel de forma exquisita en épocas muy distintas
MADRIDActualizado:Los oficios evolucionan con los tiempos y eso vale también para uno muy notable, sin sueldo alguno pero muy solicitado: el de “First Lady of the United States”. La así llamada “primera dama” no gana dinero, pero se atienden presupuestariamente sus actividades como lo que es de hecho: una dependencia más de la Casa Blanca y parte no desdeñable de su acción pública.
En ese contexto la decisión de ayer de convertir a Michele Obama en la locutora distinguida que leyó el título de la película ganadora del Óscar puede ser tomada como razonable. Pero ha impresionado mucho y, con argumentos, es percibida como rupturista y sin duda fue sopesada en términos sociales y políticos. Con la ventaja de que el presidente ya no puede ser reelegido y nadie podrá decir que buscaba votos… además en Hollywood, si se trata de eso, el trabajo está muy hecho: la superioridad demócrata y liberal es allí aplastante…
Admirablemente vestida según los entenidos, Michele hizo su anuncio vía satélite desde la Casa Blanca, lo que podía haberse hecho fácilmente hace ya muchos años. O a nadie se le había ocurrido o, sencillamente, no se consideraba por completo oportuno o defendible. Es en este sentido en el que se advierte la irreversible evolución mencionada al principio, también dependiente de la edad, los gustos y el talante de la señora presidenta y de su señor marido.
Las figuras del oficio
Michele, según una evaluación muy general, está sirviendo a satisfacción sus deberes, para cuyo cumplimiento dispone de una oficina ejecutiva y un personal de primera. Pero no hay duda de que la decisión de bajar al ruedo de la noche de los óscars fue evaluada y finalmente decidida por el matrimonio. Es probable que los colaboradores y la interesada tengan siempre in mente cómo desempeñaron su trabajo sus predecesoras, en su gran mayoría hoy olvidadas.
En su gran mayoría, pero no todas. Desde que la viuda del presidente Madison (quien ejerció como tal entre 1809 y 1817) fue descrita al final de sus días como esta primera dama de los Estados Unidos, la expresión se consagró de hecho, pero en su gran mayoría las esposas no ejercieron un papel relevante y se limitaron en buena parte a las obras de caridad o a presidir honorariamente alguna fundación. Todo cambiaría con quien realmente llevó la condición a un gran status: Eleanor Roosevelt, la mujer del presidente Franklin D. Roosevelt (eran primos lejanos) entre 1933 y 945. Aunque fue un matrimonio en seguida diluido y puramente formal a causa de los devaneos de él, ella supo hacer su papel y su recuerdo es todavía hoy muy vivo por sus talentos en la política y en la diplomacia: fue, además de una deslenguada militante progresista, embajadora en la ONU y primera e influyente presidenta de la naciente “Comisión de Derechos Humanos” de las Naciones Unidas. Murió en 1962
La segunda figura en el oficio, considerablemente posterior y muy recordada, fue Jacqueline (Jacky) Kennedy, esposa del presidente de ese nombre y responsable durante sus tres años en el cargo (1961-63) de su conversión en una residencia fresca, abierta, cultivada y calurosa con la crema del glamour a partes iguales repartido entre la inteeligentzia y el music hall. Marcó por vez primera la tendencia en el vestir con sus atuendos, algo que no interesó para nada a doña Eleanor y aún mantuvo estilo, agenda y curiosidad pública inagotable hasta su muerte en 1994 a los 64 años.
Hillary, un caso aparte
Una abogada de provincias, pero tan lista como su marido, William Clinton, ejerció como First Lady entre 1993 y 2001, pero Hillary Rodham Clinton, tal es su nombre, fue la menos lady de todas… porque tenía su carrera y su vocación bien claras: fue elegida senadora por Nueva York y allí estuvo los ocho años en que Bush jr. ocupó la Casa Blanca. Había atendido sus obligaciones como primera dama, pero todo el mundo entendió que tenía agenda propia, faltó muchas horas del hogar y siempre estuvo claro que ella, a su modo, “estaba en política”. De hecho era la candidata ideal de los demócratas y cuando en 2008 empezó la carrera electoral se la tenía por segura ganadora… pero un tal Obama le estropeó el sueño, aunque, hábil como pocos, la retuvo cerca: fue su Secretaria de Estado sus cuatro primeros años… y aún hoy, a sus 65 años nadie la ha jubilado y podría aspirar al cargo en 2016.
Caso aparte, Hillary, no había hecho de la Casa Blanca cuando era primera dama el centro social de talentos que tanto gustaban a los Kennedy. Y Michele Obama, tan abogada de Princeton y Harvard como su marido y tal lista como él, al decir de sus incondicionales, sí ha tomado la función como un elemento de gran interés popular socia y político de facto y lo ha modernizado y puesto al día con una eficacia que se le reconoce internacionalmente.
Viven aún varias ex – primeras damas, la viuda de Ronald Reagan, Nancy, y las esposas de Carter, Rosalyn, y de los dos Bush, Barbara y Laura. Todas se ocupan parcialmente de las Bibliotecas-fundación que, como costumbre saludable, fundan los presidentes cuando dejan el cargo, pero su presencia social es muy pequeña. Con todo, lo de Michele haciendo de locutora espléndida con sus 49 años en la ceremonia de los Óscars, parece predecir que la señora esposa difícilmente se contentará cuando su marido lo deje en 2016 a lo que llaman irónicamente los franceses inaugurar los crisantemos…
Y hablando de Francia, ¡qué diferencias con los viejos tiempos! Los franceses casi ni vieron a la esposa de su histórico líder, el general de Gaulle, Ivonne, cuya opción por una prestación sencilla, casi desaparecida y tradicional (aunque se supo en su día que se ocupó con éxito de discretas pero grandes obras de caridad y otros menesteres) le valió la estimación y el respeto de todos… expresado cuando murió tras pasar los últimos años, por su voluntad, en una residencia de ancianos. Nadie habría osado llamarle jamás Madame la Presidente…
Decididamente la función se ejerce aquí o allá de distintos modos, pero lo de Michele ha parecido a todos natural y razonable a día de hoy. Además, sin los excesos de la familiaridad con los miembros del clan Sinatra que visitaban la Casa Blanca en los días de Jacky, el gesto puede verse también como práctico: un apoyo a la industria del cine…