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Naranjas de la China

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De todas las versiones la más plausible para la expresión «naranjas de la china» es la que Gregorio Doval expone en su libro ‘Del hecho al dicho’. Refiere que antiguamente la gente no veía que fuera posible traer naranjas en buen estado desde un país tan lejano como China. Por ello, cuando alguien ofrecía que las naranjas eran de aquel remoto país, la gente se lo tomaba como una invención, algo evidentemente imposible.

Nunca como ahora han existido tantas garantías como para asegurar que los alimentos que llevamos a nuestros hogares cumplen los más exigentes controles sanitarios. Eso si nos movemos en el ámbito europeo. Ahora bien, cuando se trata de países terceros, la supervisión de los productos vegetales y animales destinados al consumo humano es mucho más laxa. A veces, incluso, se ajustan a las necesidades de la demanda del mercado permitiendo concesiones que en otros momentos serían impensables.

Según la última encuesta del Eurobarómetro, el principal riesgo vinculado a los alimentos radica en su frescura, calidad, y en la presencia en ellos de pesticidas, antibióticos y tóxicos contaminantes.

Al ser España el primer productor de frutas y hortalizas de la Unión Europea, es el país más perjudicado con estas políticas permisivas.

El insípido ‘ojo morado’ chino, replica mala de nuestro ajo de Las Pedroñeras, sirve de ejemplo de cómo se puede maltratar el paladar. Incluso en zonas de tradición del cultivo de ajos se está cultivando este ajo insípido. Con la miel ocurre algo similar. La UE es deficitaria en este manjar de las abejas. Hace años se prohibió la entrada de miel china por encontrar en ella restos de productos fitosanitarios tóxicos. Hoy se permite su importación, compitiendo con nuestra miel, de mejor sabor, calidad y con innegables propiedades saludables.

El mayor problema que entrañan los productos alimenticios chinos son las prácticas cotidianas de producción, cargadas de productos tóxicos debidas al uso de pesticidas nocivos para la salud y prohibidos en nuestro país. Hasta 300.000 bebes chinos fueron intoxicados con melamina, producto venenoso presente en las leches maternizadas.

Recientemente escolares alemanes se intoxicaron al consumir fresas chinas. Fabricantes chinos han vendido guisantes teñidos de verde, orejas de cerdo falsas con elementos plásticos, huevos de gallinas falsificados y aceite de mesa usado. Pizzas congeladas, productos precocinados y alimentos envasados están copando cuotas de mercados al tener precios sin competencia.

De procedencia más cercana, hemos asistido al fraude en la elaboración de productos cárnicos en los que se ha empleado carne de caballo y que se etiquetaba como buey.

Desde el punto de vista técnico y normativo existen métodos para seguir de manera pormenorizada la trazabilidad de un producto desde su lugar de producción hasta la mesa del consumidor.

Lo mejor es comer siempre productos locales y de temporada, son más sanos, a un precio acorde con su calidad y son fuente de empleo local.