Auditoría para Rajoy y Rubalcaba en sus propias filas
El presidente del Gobierno buscar rearmar a sus alicaídos diputados por el 'caso Bárcenas' | El líder de la oposición pasa la reválida ante los socialistas tras el mal paso de la investidura
MADRIDActualizado:El presidente del Gobierno y el líder de la oposición llegan al Debate sobre el estado de la Nación con deberes internos. Mariano Rajoy tiene que calmar el desasosiego que cunde en las filas del PP desde que se salieron a la luz las cuentas suizas y la contabilidad B de Luis Bárcenas. Alfredo Pérez Rubalcaba pasa una reválida ante sus diputados después del fiasco de su primer cara a cara con el jefe del Ejecutivo en el pleno de investidura.
Rajoy no lo tiene fácil. Va a ser el primero del PP que no va a poder refugiarse en el burladero del silencio para no dar explicaciones de los tratos de su partido con el extesorero. No va a tener más remedio que aclarar si Bárcenas fue despedido con un finiquito, que es la versión oficial, o si cobró una nómina de 225.000 euros anuales hasta diciembre. Una incógnita que nadie ha despejado en el partido gubernamental. El asunto es muy incómodo para el presidente del Gobierno, al punto de que el apellido Bárcenas no sale de su boca.
Los dirigentes del PP necesitan munición argumental para responder a los emplazamientos que reciben en ese sentido y también por las cuentas helvéticas y los 22 millones, la contabilidad B y el pago de sobresueldos. Su decisión de hacer públicas sus declaraciones de renta y de patrimonio de los últimos diez años fue un gesto muy alabado en su partido y generó tranquilidad. Pero las últimas andanzas del extesorero han vuelto a traer la zozobra y el silencio al PP.
Rajoy va a tener que hacer frente a este debate a su pesar. Hubiera querido llevar el duelo al terreno económico, en el que se atisban, aunque sea en lontananza, algunas señales positivas tras cinco años de negrura. Tiene en la cartera, además, una batería de medidas positivas, rebajas fiscales o incentivos al empleo, pero sabe que la corrupción es un flanco muy del gusto de la oposición como para dejarlo pasar sin más.
En el terreno económico, incluso y pese a las perspectivas favorables, tampoco puede exhibir todavía triunfos, es más tiene que justificar los sacrificios exigidos a los ciudadanos y responder por la incapacidad gubernamental para frenar la escalada del paro. El PP, a consecuencia de los presuntos casos de corrupción y la draconiana política económica, sufre una hemorragia de votos cuyo suelo se ignora. Rajoy puede taponar la sangría o hacerla más intensa después del debate parlamentario. No tiene problemas en su partido, pero sí con sus votantes, a los que su reflexión de «he incumplido mis promesas pero he cumplido con mi deber no basta.
Consolidar la paz interna
El secretario general del PSOE llega a este debate en mejores condiciones, en términos de liderazgo interno, de lo que habría cabido esperar hace apenas tres meses. Y aún así el partido socialista sigue sin ser una balsa de aceite. Rajoy se somete al examen de los ciudadanos pero Alfredo Pérez Rubalcaba se enfrenta también al juicio de un partido que aún no ha curado sus heridas, tras la colosal derrota electoral de 2011.
Esta es su ocasión para consolidar la aparente paz que se instaló en sus filas tras el Consejo Territorial de diciembre y el Comité Federal de enero; dos reuniones en las que los 'barones' y los 'notables' del partido avalaron la 'hoja de ruta' diseñada por la dirección para acometer una renovación ideológica a lo largo de este 2013 y despejar hacia 2014 el debate sobre las primarias.
Es el tercer gran debate en lo que va de legislatura. El primero, el de investidura fue un trago amargo. Rubalcaba optó por un perfil severo pero conciliador y abierto al diálogo en materias tan relevantes como la UE, el empleo, la sanidad, la educación y la reforma de la Administración Pública. Muchos no lo entendieron. Después, en julio, llegó el debate del gran tijeretazo, del ajuste de 65.000 millones de euros, la subida del IVA, de la eliminación de la extra de los funcionarios. «¿Nos come la responsabilidad de ex gobernantes?», llegó a plantear de forma gráfica Odón Elorza en su cuenta de Twitter ante el tono aún sosegado de su líder .
El paso del tiempo, la distancia respecto a la época en la que el propio Gobierno del PSOE tuvo que tomar medidas impopulares, la crudeza de lo que ha venido después y el agotamiento del argumento de la 'herencia recibida' han contribuído a que el escenario sea otro. Rubalcaba venía entonces de resistirse a pedir una comisión de investigación sobre Bankia, y su principal rival interna, Carme Chacón, no dudó en afearle una decisión que había causado cierto desconcierto en su propio grupo parlamentario. Ahora, llega a este duelo habiendo pedido la cabeza del presidente del Gobierno por su tibia respuesta ante los casos de corrupción que salpican a su partido.
En su equipo creen que la petición de dimisión era casi obligatoria. Y, pese a que dificulta en el corto plazo la estrategia original del partido (sobre todo la búsqueda de pactos por el empleo y la regeneración democrática) entienden que el coste de no hacerlo habría sido mayor. El equilibrio es difícil. El principal objetivo de los socialistas es lograr recuperar a los electores que en 2011 se fueron al PP y reconquistar a los que optaron por la abstención. Estos últimos apenas se mueven. Pero, a juicio de los socialistas, para ganárselos hace falta un mensaje que combine la crítica con la responsabilidad. Ese sector preocupa más que el que se pueda ir a Izquierda Unida.