La mujer fuerte y cosmopolita toma el relevo
Rabaneda, María Barros, Ailanto, Roberto Torretta, Roberto Verino y Ángel Schlesser muestran a una fémina segura de sí misma que Aristocrazy convierte en ‘femme fatale’ en contraposición a la caótica colección de Victorio y Lucchino
MADRID Actualizado: GuardarLa ‘Viuda Negra’ del recién llegado Rabaneda dio el pistoletazo de salida a la segunda jornada de la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid. El diseñador sevillano dio vida a una mujer enigmática, femenina, fuerte y ágil con una gama de colores escondida tras una capa de niebla, matizándolos hasta el extremo: negro, blanco y gris eran la base de una paleta sobre la que se sustentaban azul marino, verde ciénaga y un destacado rojo sangre. Sobre la piel y el neopreno se entrelazaban bordados y rafias de seda, crespones, gasas, terciopelo y materiales impermeables que se mezclaban en cada prenda mediante cortes y superposiciones.
Sin tiempo para asimilar la contundencia de un emocionado Rabaneda, expuso su colección de Otoño-Invierno 2013-2014 María Barros. La gallega se inspiró en el mundo del jazz, con siluetas ligeramente entalladas y exagerados volúmenes con el amarillo como absoluto protagonista, contrastando con diferentes tonalidades de verdes, azules y fucsias, superponiéndose a gamas más neutras como el gris, dejando el blanco y el negro para los sofisticados complementos. Lana, seda en sus diferentes facetas, punto y gasas dibujaban una colección que buscaba estilizar el cuerpo de una mujer a la que le gusta ser el centro de todas las miradas.
La pasarela siguió sumergida en los fascinantes años 20 de la mano a Ailanto, que buscó refugio en el cubismo y su yuxtaposición de colores puros rotos en prismas, que daban lugar a formas geométricas para una colección funcional dedicada a una mujer todoterreno que, por desgracia, languidecía en cada conjunto. Roberto Torretta fue el encargado de cerrar los desfiles matinales arropado por un nutrido ejército de fieles que aplaudieron hasta la extenuación sus propuestas para una fémina cosmopolita que navega entre la tradición y la modernidad con habilidad para hacer suyos detalles masculinos y pasar al otro extremo con elegantes y seductores vestidos de noche en los que la espalda capta la atención. Y, como no podía ser menos, el cuero en negro y marrón fue un punto fuerte de su colección, esta vez pintado a mano.
En el ecuador de la jornada llegó el turno de Roberto Verino, que dio una lección magistral de costura en una pasarela embriagada por el lujo destilado por todas y cada una de sus prendas. El gallego cautivó con divas de los setenta sin miedo a ser desafiantes y desinhibidas, a imagen y semejanza de la actriz Marisa Berenson, acompañadas por los unos ’gentlemen’ renovados gracias a un toque audaz y bohemio. Una colección alegre y dinámica que cubrió cuellos, puños, botas y bolsos con suntuosas pieles. Un recomendable viaje al esplendor de los grandes mitos que dio paso a un muestrario caótico de Victorio y Lucchino. Ajenos a las tendencias, beben de todas las corrientes existentes, mezclándolas entre sí. Lo mismo ocurre con los tejidos, que van desde los tecnológicos al tweed pasando por el satén de seda o el chantilly.
Un eclecticismo que quedó disipado con la precisión de Ángel Schlesser. Fiel a sí mismo, el diseñador transforma prendas clásicas en piezas únicas y actuales con cortes sencillos de aire masculino entre las que triunfan las piezas’ oversize’ junto con los pantalones pitillo y las faldas sobre la rodilla. Los útiles de abrigo se convierten en auténticos protagonistas en forma de maxi abrigos, bombers, capas y trencas. A las combinaciones de blanco y negro se unen pinceladas de rojo, azul marino, camel y gris tanto para las tradicionales lanas de invierno, cálidas y gruesas, como en ligeras sedas y la organzas.
Tras una suculenta jornada, nadie mejor para poner el broche que Aristocrazy. La firma presentaba su segunda colección en la pasarela madrileña siguiendo los pasos dados en su exitoso debut: basándose en imponentes piezas de plata con incrustaciones de piedras preciosas sobre sensuales vestidos negros. Armaduras y corsés se rinden a un punk refinado representado en rosas con pinchos que comparten protagonismo con gárgolas y, como no, serpientes, su seña de identidad. Un espectáculo que despertó todos los sentidos.