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Diego Torres acude ayer a declarar por primera vez ante el juez en Palma. :: MONTSERRAT DÍEZ / EFE
ESPAÑA

OBJETIVO: LA ZARZUELA

El exprofesor de Esade trata de implicar al Rey en los negocios de su yerno y cita gestiones con Corinna zu Sayn-Wittgenstein para colocar al duque de PalmaDiego Torres, el exsocio de Urdangarin asegura que «en Nóos no se hacía nada sin el consentimiento de la Casa Real»

MELCHOR SÁIZ-PARDO
PALMA DE MALLORCA.Actualizado:

Siete horas de declaración y cada cinco minutos una bomba contra la Familia Real en forma de acusación verbal, de correo electrónico o documento. Sin tregua. Diego Torres destapó la caja los truenos en Palma de Mallorca y la tormenta descargó con fuerza a varios cientos de kilómetros sobre el techo del palacio de la Zarzuela, en Madrid. El exsocio de Iñaki Urdangarin no se anduvo con rodeos: «En el Instituto Nóos no se hacía nada sin el consentimiento de la Casa Real, nada», aseguró el exprofesor de Esade, según varios abogados que asistieron ayer al larguísimo interrogatorio.

Torres, de la mano de su abogado Manuel González-Peetters, ahondó en su extraña estrategia de defensa intentando enfangar a la Zarzuela. Y ayer, tras meses amagando, asestó el golpe, y grande. Ataque directo al Rey con toda la artillería a su alcance. El examigo del duque blandió ante el juez José Castro al menos dos correos electrónicos que, según su versión, demostrarían que el jefe del Estado se involucró en persona en los negocios de su yerno. En uno de esos comprometedores correos Urdangarin escribe a la amiga del monarca, Corinna zu Sayn-Wittgenstein. En el mensaje, que al parecer data de 2006, informa a la noble alemana que le envía su currículum siguiendo instrucciones de su suegro. En el cruce de mails aportados a la causa ayer por Torres, en total 197 páginas, se desvela supuestamente que el jefe del Estado hizo gestiones con su amiga para que Urdangarin fuera el presidente en España de la fundación deportiva internacional Laureus, en la que Sayn-Wittgenstein había ingresado como directora estratégica de la Junta Consultiva, un puesto dedicado a la búsqueda de patrocinios. En esa correspondencia electrónica se habla de conseguir un sueldo para el marido de la infanta de entre 200.000 a 250.000 euros anuales. En cualquier caso, la princesa se compromete a conseguirle el «sueldo más alto posible» tras la supuesta intervención del monarca para conseguir trabajo para su yerno, que por entonces debería estar abandonado el Instituto Nóos, tras conocerse las primeras irregularidades de aquella institución sin ánimo de lucro.

Un segundo 'mail' también apuntaría a las gestiones de don Juan Carlos para buscar un patrocinio para uno de los proyectos en los que estaba embarcado Urdangarin. El nombre de don Juan Carlos y su supuesta intervención a favor de su yerno ya había aparecido en un correo referido al proyecto Ayre para tener un segundo representante español en la Copa América de Vela. En ese mismo proyecto, según Torres, también se habría interesado el Príncipe de Asturias. Esa es la única referencia al heredero de la Corona, que salió bastante bien parado del bombardeo verbal de Torres. La ofensiva del 'amigo' del duque tuvo como segundo objetivo a Cristina de Borbón. Casi desde el primer minuto dejó caer el mensaje de que los cinco miembros de la junta directiva de Noós, es decir Urdangarin, él mismo, su mujer, Ana María Tejeiro, el secretario de las infantas, Carlos García Revenga; y Cristina de Borbón, tenían el mismo poder de decisión.

Un modo de poner de relieve ante el juez que de aquel cónclave la única que no está imputada es la hija del Rey cuando todos eran iguales. La infanta, dijo, tenía «tanto peso» como cualquier otro. «Todos los miembros de la Junta han participado en las decisiones del instituto Nóos», afirmó una y otra vez. Es más, señaló que la infanta estaba «al tanto de todo», según le hizo saber en varias ocasiones el propio Urdangarin. Torres insinuó que la hija menor del Rey llegó incluso a interesarse por los locales y los créditos que tenía el instituto bajo sospecha.

«Supervisión»

En esta guerra sin cuartel en los juzgados, el exprofesor de Esade llegó a presentarse como víctima de la propia Casa Real y de su entorno. Arguyó durante varios momentos de su extenso interrogatorio que él jamás pudo sospechar que las actividades de Nóos podrían ser ni por asomo irregulares porque en realidad era la Zarzuela la que «supervisaba» todas los proyectos en los que se embarcaba Nóos. «La Casa Real conocía y amparaba» todos los movimientos tanto del instituto como de su sucedáneo a partir de 2006, la Fundación Cultura, Deporte e Integración Social para niños discapacitados, que luego, supuestamente se usó para evadir capitales.

Y ahí llegó el turno para otros dos representantes de la Zarzuela, el ya imputado García Revenga y contra el abogado, asesor y amigo del Rey, José Manuel Romero, conde de Fontao, probable futuro imputado en la causa, según todas las fuentes judiciales consultadas.

Ambos, explicó durante horas Diego Torres, se encargaban, en nombre de la Familia Real, de «visar» las actividades del instituto. García Revenga, como ya revelaron los mails de hace unas semanas, además se implicó directamente en conseguir contratos para el Instituto Nóos y en sus dos grandes negocios con las administraciones públicas, los Valencia Summits y los Balears Forum, que reportaron a Urdangarin y a su socio cerca de seis millones de euros gracias a contratos que, según Anticorrupción y el juez, eran a todas luces irregulares.

Precisamente, el exsocio usó el Valencia Summit, para lanzar otro torpedo a la línea de flotación de la Casa Real. Aquel proyecto, explicó, nació en una reunión en 2003 en el palacio de la Zarzuela, en la que participaron él mismo, Urdangarin, la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, y el expresidente de la comunidad Francisco Camps.

En cuanto al conde de Fontao, Torres puso ayer la guinda para que su nombre figure en la cada vez más extensa lista de invitados de la Zarzuela al Juzgado de Instrucción tres de Palma de Mallorca. En la línea de los correos que González-Peeters ya entregó en enero, el exprofesor puso énfasis en que el enviado del Rey para que Urdangarin rompiera con Nóos y con Torres, según la versión de la Casa del Rey, en realidad se dedicó a recomendar al duque de Palma que no volviera a «participar públicamente» en una nueva fundación, para acto seguido colaborar activamente en la puesta en marca de la Fdcis, en la que Urdangarin seguiría siendo el gancho para nuevos patrocinios. Por ejemplo, los 120.000 euros que cobró de Madrid 16 por no hacer nada, pero en la que no aparecía formalmente. Según el testimonio del exsocio, el conde era «conocedor de todo» y solo se ocupó de que en el sucedáneo de Nóos «guardara las apariencias».

Las siete horas de testimonio de Torres dieron paso a una hora escasa de interrogatorio a Ana María Tejeiro. Mucho menos beligerante que su marido, la esposa del profesor adoptó la estrategia de la mujer ignorante de las actividades de su pareja, intentado, quizás, establecer algún paralelismo con Cristina de Borbón, a la que por el momento ha salvado de una imputación su supuesto absoluto desconocimiento de los negocios de su marido. «No sé», «de eso se ocupaba su marido» o «no me acuerdo» fueron sus frases más recurrentes.

Ella, su marido y González-Peeters salieron de los juzgados al filo de las 19.00 horas y cogieron un taxi. Dentro, entre los flashes, se pudo ver al abogado y a Torres esbozar una media sonrisa cansada. Quizás por el alivio de haber terminado la batalla, que no la guerra. Quizás porque ya sabían que acababan de protagonizar la que probablemente haya sido la mayor ofensiva contra la Zarzuela desde la llegada de la democracia.