Luis Bárcenas, el pasado 6 de febrero cuando decláro en la Fiscalía Anticorrupción. :: P. HANNA / REUTERS
ESPAÑA

La bomba Bárcenas

El partido en el Gobierno teme que las consecuencias electorales del escándalo sean irreparables El PP se sume en el silencio a la espera del próximo paso de su extesorero

MADRID. Actualizado: Guardar
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El PP sabe que tiene instalada una bomba en su sala de máquinas y el artefacto tiene nombre: Luis Bárcenas. Una vez que se ha sabido que el extesorero imputado en el 'caso Gürtel' no fue despedido en 2010, como se anunció a bombo y platillo en su momento, sino que siguió en nómina del partido a razón de 225.000 euros al año a cambio de nada, al menos de nada conocido, los populares aguardan con el corazón encogido el próximo paso del encargado de sus finanzas durante más de dos décadas. De momento, reina el silencio en el edificio de la calle Génova 13 de Madrid.

La secretaria general, Dolores de Cospedal, después de su primer desmentido sobre la contabilidad B y el pago de sobresueldos no ha vuelto a hablar del tema. Su única aparición en la sede del PP el pasado lunes fue para anunciar el despido de otro imputado en 'Gürtel' a sueldo del partido, Jesús Sepúlveda. Desde entonces, nada y eso que ha mantenido reuniones el viernes y hoy con los presidentes provinciales del partido junto a los ministros de Industria, Agricultura y Justicia. Unos encuentros que se han despachado con una escueta nota de prensa con el título «El PP seguirá explicando a la sociedad las reformas del Gobierno». Solo Carlos Floriano dio la cara hasta el jueves para remitirse al enrevesado comunicado que redactó el PP para explicar el supuesto despido de Bárcenas. Mariano Rajoy no fue una excepción y solo habló de la presunta corrupción por obligación en la sesión parlamentaria de control al Gobierno, pero ni mencionó a Bárcenas, palabra tabú en su vocabulario.

Pero no es solo el presidente del Ejecutivo. Casi ningún dirigente se atreve comentar el caso del extesorero en público. Apenas el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, dijo que le repugnaba el asunto y el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, admitió que el PP tiene «un problema». El resto se dedicó a alabar el gesto de Rajoy de hacer públicas sus declaraciones de renta y patrimonio y a arremeter contra Alfredo Pérez Rubalcaba por no hacer lo mismo. «Estamos desconcertados», comentó el vicesecretario Esteban González-Pons.

Un desconcierto que es comprensible no solo por las denuncias de la contabilidad B y los sobresueldos sino por la forma en que se solventó la salida del partido de Bárcenas en 2010. Muy pocos sabían de la letra pequeña del pacto del extesorero con no se sabe con quién para que dejara el PP por su imputación en el caso Gürtel. Esos detalles ponen de manifiesto que en el partido había entonces, y hay ahora, temor a lo que pueda decir el guardián de los secretos económicos y laborales de la dirección nacional del PP, no en vano estuvo instalado desde 1988 en el corazón financiero de la organización.

La querella

La tantas veces anunciada, y nunca presentada, querella contra el extesorero alimenta asimismo la presunción de que hay miedo a lo que pueda hacer y decir. La presidenta del PP madrileño, Esperanza Aguirre, es de las convencidas de que Rajoy comete un error al no demandar a Bárcenas, y así lo ha dicho en reuniones internas, pero su voz, por ahora, clama en el desierto.

Un dirigente del PP considera que no debería extrañar este silencio en vista de cómo se las gasta el extesorero. La dirección del partido decidió en enero, una vez conocidas las multimillonarias cuentas suizas, romper el acuerdo alcanzado hace tres años y a los pocos días aparecieron en un diario nacional los asientos de la supuesta contabilidad B y los sobresueldos a altos cargos del PP. Bárcenas negó ser el filtrador y el partido se aferró a esa versión para denunciar la falsedad de los papeles. Pero en privado los dirigentes populares tienen pocas dudas de que fue él o alguien de su entorno y con su autorización.

Así las cosas, los populares siguen la consigna dada por el propio Rajoy de no meterse «en juegos ni enredos ni en dimes ni diretes» a propósito de Bárcenas y sus cuentas. Un mutismo que, sin embargo, no oculta la desazón por la convicción de que este asunto tendrá un coste electoral para el partido irreparable. Los populares se consuelan por la lejanía de los comicios, no habrá autonómicas, municipales y generales hasta 2015 y para entonces es previsible que la recuperación económica sea un hecho, pero al mismo tiempo están inquietos por los pasos inmediatos o a medio plazo que pueda dar el extesorero.

Un silencio que romperá Rajoy el próximo miércoles en el Debate sobre el estado de la Nación. Todos los portavoces de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba el primero, van a azuzar al presidente del Gobierno por ese flanco para forzar a Rajoy a que ponga las cartas boca arriba.