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Europa y EE UU impulsan la mayor zona de libre comercio de la historia
El acuerdo debe espolear el crecimiento a los dos lados del Atlántico y generar miles de empleos ligados a la exportación
BRUSELAS. Actualizado: GuardarEstados Unidos y la UE abrirán antes del verano las negociaciones para formar la mayor zona de libre comercio de la historia. El acuerdo, que pretende cerrarse en dos años, permitiría espolear el crecimiento de ambos bloques y generar miles de empleos vinculados a la exportación. Los dos gigantes unidos suman un mercado potencial de 800 millones de personas y acaparan la mitad del PIB mundial. Los intercambios económicos ascienden a 2.000 millones de euros diarios con unas inversiones mutuas valoradas en 2 billones. Pese a lo apabullante de los datos, el pacto no está garantizado. Washington y Bruselas chocan en la regulación de los productos, un factor que podría bloquear el diálogo.
EE UU y Europa rumian desde hace casi medio siglo la creación de una zona de libre comercio. El acuerdo se ha intentado en distintos momentos, pero las negociaciones siempre han fracasado. Ayer, sin embargo, se dio un fuerte espaldarazo político al proceso que ha reforzado el optimismo. Barack Obama citó el pacto con los Veintisiete como una de sus prioridades en el discurso sobre el Estado de la Unión. Además, rubricó una declaración conjunta con el presidente de la UE, Herman van Rompuy, y su homólogo al frente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso. Los tres líderes remarcaron la importancia de extender las relaciones económicas para alentar el «crecimiento y la creación de empleo» en ambas zonas.
El diálogo arrancará en junio una vez que ambas partes hayan delimitado los aspectos principales del futuro tratado transatlántico. Pese a que deben perfilarse los detalles, las negociaciones se centrarán en tres pilares. El primero afecta al objetivo central de cualquier zona de libre comercio: eliminar las tarifas aduaneras. Actualmente, estos impuestos rondan apenas el 4%, pero dado el volumen de los intercambios su desaparición sería muy atractiva. Según los datos de Eurostat, la UE exportó a EE UU bienes valorados en 246.000 millones en los primeros diez meses de 2012. España, que mira cada vez más al gigante nortemericano, aumentó un 14% sus ventas en el país durante el mismo periodo. El segundo eje de las negociaciones resultará mucho más espinoso. Los aranceles penalizan a las empresas, pero sus costes se disparan hasta un 20% por las diferentes regulaciones. El ejemplo que ponía ayer la UE era el de los coches.
Los productores están obligados a respetar unos estándares en seguridad y medio ambiente en Europa. Si quieren vender en EE UU, deben repetir la operación para cumplir con la normativa local. La intención es armonizar las legislaciones para agilizar los intercambios. La complicación de estas conversaciones variará en función de los sectores, aunque ya se prevén dificultades con los productos agrícolas.
Ternera hormonada
EE UU permite desde hace años la venta de alimentos transgénicos, una cuestión muy restringida en Europa. Debido a estas diferencias, ambos bloques han protagonizado fuertes polémicas como la que afectó a la comercialización de ternera hormonada.
Conscientes de estas fricciones, la alteración de la normativa vinculada a los productos modificados geneticamente quedará excluida de las negociaciones. Pese a esta apuesta por no meterse en terreno resbaladizo, en Europa se mirará muy de cerca el posible impacto en el sector agrícola. Francia, muy reticente al acuerdo, ya enterró unas conversaciones en 1998 porque desconfiaba del escenario que se abriría para sus agricultores.
El último aspecto de los contactos se refiere a los lazos comerciales a escala mundial. Tanto Washington como Bruselas saben que si alcanzan un acuerdo su normativa común se convertirá en el sello imprescindible para las empresas de cualquier punto del planeta. Esta consecuencia refuerza la dimensión política del tratado. En un mundo donde China vuela, el pacto permitiría a EE UU y la UE tomar la delantera y apuntalar su posición de referencia global. Desde un punto de vista más europeo, las negociaciones suponen otro guiño a Reino Unido, que en los próximos años podría celebrar un referéndum sobre su salida de la Unión.
La zona de libre comercio beneficiará especialmente a Londres, el tradicional puente económico con el otro lado del Atlántico.