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Sociedad

EL PENSADOR DE LO ABSOLUTO

JAVIER GOMÁ FILÓSOFO
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Aunque, por las lecturas de sus libros, tengo la impresión de haber conocido a Eugenio Trías de toda la vida, en realidad lo saludé en persona por primera vez cuando vino a uno de los seminarios de filosofía organizados en la Fundación Juan March, a principios de este siglo, y desde ese día habremos coincido no más de seis o siete veces. Por tanto, mi trato personal es tardío y escaso, y en este aspecto, solo puedo dar testimonio de una personalidad amable, serena, reflexiva, exquisita, corroborada por varios intercambios de correo donde, aprovechando la confidencialidad del medio, estos rasgos se manifestaban incluso con más generosidad. Recuerdo con especial emoción el acto de la presentación en Madrid, en 2009, de 'Creaciones filosóficas', los dos gruesos volúmenes publicados por Galaxia Gutenberg que contienen un compendio de sus grandes obras. A todos los asistentes se nos hizo evidente la amplitud extraordinaria, inusual, de su empeño filosófico. Yo no afirmaría, como suele hacerse de Trías, que sea un filósofo sistemático sino más bien un pensador de lo Absoluto: es decir, de ese estadio absoluto del Espíritu hegeliano que comprende filosofía, religión y arte. Construyó una sólida filosofía del límite y de la razón fronteriza; pensó la religión y las edades del espíritu; y dedicó varios y extensos estudios al arte, lo bello y lo siniestro. Se diría que el paso de los años daba aún más magnitud a sus meditaciones que, creciendo orgánicamente, alcanzaban también a la ética, a la política, a la pasión humana o a la ciudad, incluyendo algunas sagaces interpretaciones de figuras como Goethe, Thomas Mann, Duchamp o Walles. Últimamente habían obtenido un éxito resonante sus dos monografías dedicadas a la música y pronostico que lo hubiera tenido también esa otra sobre el cine que se quedó en el telar. De manera que todo lo humano, en todas sus expresiones, pero sobre todo en las más eminentes, fueron acogidas hospitalariamente en su filosofía, la cual se atrevió a recuperar esos temas mayores de la gran tradición filosófica occidental que las tendencias contemporáneas, más livianas o intrascendentes, dejan a un lado, más por impotencia que por voluntad propia. Y además supo trasvasar algunas de las perlas delicadas de su teoría enciclopédica a los periódicos y suplementos culturales, donde publicaba regularmente sus esperadas colaboraciones. Él, que tanto escribió sobre el límite, ha cruzado ya uno que a todos nos espera y hacia el que él siempre estuvo abierto con curiosidad insaciable. Una vida fecunda y una obra perdurable. De él se puede decir con plena convicción que no vivió en vano. Descanse en paz.