Ni mula, ni buey, pero ¿nació en Belén?
El último libro del Papa sobre la infancia de Jesús ha removido una de las tradiciones más populares y arraigadas del cristianismo
Actualizado: GuardarEn aquel pesebre no había ni un historiador ni un periodista para contarlo. Hubo uno, Flavio Josefo, que nació en Roma 37 años después de Cristo, que aporta datos muy importantes sobre el contexto sociopolítico en tiempos de Jesús. Las crónicas sobre lo que pasó allí son muy posteriores y llegaron de distintas maneras. Unos son los relatos oficiales, los Evangelios canónicos, y otros los apócrifos, que en los últimos años han servido para novelar la vida de Jesucristo. Los teólogos se tientan la ropa a la hora de abordar este episodio, si bien son miles los libros que se han acercado a la biografía de este personaje revolucionario, en la que el periodo de la infancia ha sido siempre el más desconocido. Lo advierte Diarmaid MacCulloch en su monumental obra "Historia de la cristiandad" (Debate). «Se plantean discusiones muy acaloradas sobre la fiabilidad de la literatura sagrada: de ahí que cualquier análisis de esa historia constituya un asunto delicado».
José Antonio Pagola, que ha sufrido el atrevimiento de publicar "Jesús. Aproximación histórica" (PPC), se hace eco de este aspecto en su exitoso y polémico libro. «Según las fuentes cristianas -escribe el teólogo- Jesús aparece de pronto como un profeta itinerante que recorre los caminos de Galilea, después de haberse distanciado de Juan el Bautista. Es como si antes no hubiera existido». Rafael Aguirre, catedrático de Teología de la Universidad de Deusto y experto biblista, advierte que ya el evangelio más antiguo, el de Marcos, no dice nada de la infancia. «Para realizar su tarea, los evangelistas apenas contaban con datos y recurren a tópicos bien conocidos en la literatura del tiempo».
El Papa ha trabajado bien esta cuestión, incluso antes de llegar al trono de San Pedro, cuando trató este tema en "El rostro de Dios" (Sígueme, 1983). Ahora vuelve sobre ello. «El pesebre hace pensar en los animales, pues es allí donde comen. En el Evangelio no se habla en este caso de animales. Pero la meditación guiada por la fe, leyendo el Antiguo y el Nuevo Testamento relacionados entre sí, ha colmado muy pronto esta laguna, remitiéndose a Isaías 1,3: "El buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no comprende"». No son más que 72 palabras, un párrafo en un libro de 136 páginas -"La infancia de Jesús" (Planeta)-, pero el revuelo armado ha sacudido uno de los episodios con mayor arraigo en la tradición popular: "Benedicto XVI dice que en el pesebre no hubo ni mula ni buey". Fue como una sacudida en el corazón de la cristiandad. Legiones de obispos salieron enseguida a interpretar al Santo Padre y a pedir a los fieles de todo el orbe católico que sigan poniendo el belén y, además, con animales.
Teólogos e intelectuales coinciden en criticar la frivolidad con la que se ha tratado este asunto, que ha tenido más impacto que cualquier otra declaración del Pontífice, que esos mismos días condenaba el capitalismo salvaje o defendía los derechos del pueblo palestino a sentarse en la ONU. Pero ¿qué había escrito Benedicto XVI para armar tanto jaleo? ¿Qué dogma popular había profanado al referirse al alumbramiento de Jesús, a los protagonistas del pesebre, un conjunto que ya de por sí se conoce como "el misterio"?
«Lucas cometió un error»
Vayamos por partes. ¿Dónde y cuándo nació Jesús? En una nota a pie de página, Pagola dice que «probablemente en Nazaret. Solo en los evangelios de la infancia de Mateo y Lucas se nos habla de su nacimiento en Belén». Ramón Teja, catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Cantabria e investigador de las fuentes cristianas, concluye que se trata de un tema que los estudiosos habían dado por cerrado hace más de un siglo, cuando se comenzó a aplicar la exégesis histórico-literaria a los textos del Nuevo Testamento: «Al inicio de su evangelio, Lucas (2,1-5) intentó explicar históricamente el hecho anormal de que Jesús, a pesar de ser un galileo de Nazaret, habría nacido en Belén en Judea. Para ello recurrió a la existencia de un censo que el gobernador Quirino habría llevado a cabo en estos territorios en la época en que se suponía que había nacido Jesús, unos 70 u 80 años antes del momento en que escribió su evangelio. Aduce, coincidiendo con el nacimiento de Jesús y reinando todavía el rey Herodes el Grande, que un decreto del emperador Augusto ordenó el empadronamiento de "todo el orbe romano". Fue por ello que los padres de Jesús se vieron obligados a viajar a Belén de Judea, localidad de donde procedían los antepasados de José».
A este texto de Lucas, el investigador le hace diversas objeciones «que impiden aceptar» su valor histórico: «Es evidente que Lucas, que no era historiador, cometió un grave error en cuanto al lugar y la fecha del nacimiento de Jesús. Cabe preguntarse por el motivo que le indujo tanto a él como a Mateo a situar el nacimiento en Belén. Todos los estudiosos están de acuerdo en que no es un hecho histórico, sino una interpretación teológica para explicar o justificar su condición de Mesías, pues la tradición hacía de éste un descendiente del rey David, quien mil años antes había nacido efectivamente en la aldea de Belén».
Rafael Aguirre cree que el historiador cántabro zanja esta cuestión de una forma demasiado taxativa. «Se trata de un tema abierto y discutible, que no afecta para nada a la fe cristiana. Y nunca se podrá dilucidar porque no tenemos más datos», mantiene.
Lo cierto es que la tradición sitúa en esta localidad de las montañas de Judea, cercana a Jerusalén, la ubicación del pesebre. Concretamente en una gruta bajo la iglesia de la Natividad, cuyas campanadas rivalizan con las llamadas a la oración del muecín en la vecina mezquita de Omar. La basílica original fue construida en el 323 d.C. por el emperador Constantino, alentado por su madre, santa Elena. En la cueva del Nacimiento hay una estrella de plata con la inscripción "Aquí nació Jesucristo de la Virgen María", al lado del altar de los Reyes Magos. Por cierto, en el santuario destaca un mosaico con sus majestades, ataviados con trajes persas. Gracias a esta vestimenta, en la primavera de 614, el general persa Sharbaraz, que había arrasado todas las iglesias de Palestina, respetó la Natividad. Lo relata Steven Runciman en "Historia de las cruzadas" (Alianza).
La propiedad de la basílica es compartida por las comunidades griega, armenia y franciscana. Criterios enfrentados con respecto a la estrella han motivado siempre serias rivalidades. El robo de la estrella provocó la guerra de Crimea (1853) entre Rusia, protectora de los greco-ortodoxos del Imperio Otomano, contra Turquía, Francia, Piamonte y Gran Bretaña. La basílica está en la lista de Patrimonio Mundial en Peligro.
Malinterpretar la Biblia
Belén, como la cercana Ben Sehur -donde estaría el campo de los pastores-, recibe cada año a dos millones de peregrinos, que acuden a Tierra Santa en busca de los lugares sagrados que se mencionan en la Biblia. En 2012 se han quedado en millón y medio, debido a la inestabilidad originada por el conflicto de Gaza, a las restricciones israelíes y al muro que atraviesa parte de la ciudad. Los palestinos se esfuerzan por redondear su maltrecha economía -afectados por la retención de impuestos por parte del Gobierno judío como represalia- con la venta de objetos de artesanía, entre ellos portales de belén y figuras realizadas en madera de olivo. Los franciscanos les ayudan a salir adelante.
¿Pero qué pasa con la literatura sagrada? Juan María Laboa, catedrático de Historia de la Iglesia en la Universidad de Comillas y autor, entre otras obras, de "Atlas histórico del cristianismo" (San Pablo), considera que «los escritos evangélicos y sus descripciones de la persona y las palabras de Jesús son sumamente austeras, escuetas, y los creyentes han buscado permanentemente redondearlas, darles color y sentimientos. El peligro consiste en que, con el tiempo, les atribuimos también consideración de texto evangélico».
Laboa recuerda el texto de Lucas: "Y mientras estaban allí (en Belén) le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada". «Esto es lo que tenemos estrictamente en los evangelios y así lo hemos escuchado los cristianos desde hace dos mil años en la proclamación litúrgica. Es verdad que el pesebre hace pensar en los animales, pues es allí donde comen, pero en el Evangelio no se habla de animales, aunque los primeros cristianos, que leían el Antiguo y el Nuevo Testamento y los meditaban y relacionaban, se fijaron en las palabras de Isaías. En nuestra ansia de conocer, llenar lagunas y comprender más y mejor el misterio, tendemos a relacionar con excesiva frecuencia los textos de ambos Testamentos, de distintas épocas, pero, en realidad, los datos reales son los pocos que tenemos en Lucas y Mateo».
Rafael Aguirre, también autor de "Así empezó el cristianismo" (Verbo Divino), pone el énfasis en lo que se conoce como lectura concordista de la Biblia: encajar los datos históricos con los datos bíblicos. «Es insostenible. Se trata de un afán apologético que malinterpreta la Biblia. Hay cosas que no concuerdan. La destrucción de las murallas de Jericó que cita Josué, por ejemplo, y que la arqueología desmintió. La matanza de los inocentes, la huida a Egipto, los Reyes Magos... ¿Tienen fundamento histórico o son una construcción teológica? Los textos hay que leerlos como una reflexión teológica que al cabo de un tiempo han hecho los cristianos. Reelaboran lo que ha significado Jesús echando mano de los relatos y las tradiciones judías», sostiene.
Sobre el establo y los animales, Aguirre precisa que el primero que habla de ello es el evangelio del Seudo Mateo -apócrifo-, que afirma que los animales le adoran. «Se trata de una literatura muy legendaria. El evangelio canónico no habla de la cueva. Pero son costumbres con arraigo, que tienen sentido y hay que tomarlas así. La tradición popular merece respeto. La leyenda es preciosa. Introduce esperanza en el pueblo: algo nuevo viene, al contrario que las sectas, que hablan del fin del mundo», defiende. «Lo que no sé es por qué el Papa se mete en estos jardines», lamenta.
La imponente basílica de Santa María Mayor, en Roma, alberga una Gruta de la Natividad en la que se depositaron, según la tradición, las reliquias del pesebre -restos de unas tablas-, traídas desde Tierra Santa por los cruzados. El Papa Sixto III quiso dar realce a la Navidad con la celebración de una vigilia y misa "apenas cantara el gallo", una costumbre que perdura hasta hoy. En Belén, en el templo de Santa Catalina, el patriarca de Jerusalén también preside una Misa del Gallo en Nochebuena y da a besar un niño Jesús de la casa Reixach de Barcelona.
La tradición del nacimiento con figuras y animales tardó en popularizarse entre los creyentes. Juan María Laboa menciona a San Francisco de Asís, que en la Navidad de 1223, «respondiendo a la invitación de uno de los nobles que le admiraban, decidió celebrar estos días en medio de las grutas y ermitas de una montaña escarpada». Y pidió a su amigo que encargara «una imitación de la gruta de Belén tal como le inspiraba su imaginación y su ternura poética»: "Prepara un pesebre lleno de heno, consigue que un buey y un asno se encuentren allí como en Belén. Quiero, al menos una vez, festejar solemnemente la venida del Hijo de Dios a la tierra".
Surgió así la tradición de los belenes. «En ellos la Sagrada Familia estaba acompañada de los dos animales y, con el tiempo, de otras personas y animales que la devoción o la imaginación fue colocando. Los extraordinarios belenes napolitanos muestran hasta dónde han llegado la piedad y la estética de los cristianos. Es verdad que lo que se ve resulta más determinantes que lo escrito, de forma que muchos creyentes han integrado de manera definitiva los dos animales a la foto del portal de Belén». Aunque allí no había ni mula ni buey y lo dice el Papa.