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Sociedad

Una santa muy humana

El autor se identifica con la labor de la fundadora de la Congregación de Los Ángeles Custodios en su lucha contra la prostitución infantil José Luis Olaizola acaba de publicar 'El jardín de los tilos', una novela histórica sobre la vida de la beata Rafaela Ybarra

LAURA DANIELE
MADRID.Actualizado:

«Podría haber sido un amigo suyo de haber coincidido». Eso dice José Luis Olaizola cuando le preguntan por la beata Rafaela Ybarra, a quien ha dedicado los dos últimos años de su vida. El resultado ha sido 'El jardín de los tilos' (Planeta), una novela histórica que relata con un encanto arrollador y grandes dosis de buen humor la vida de esta «mujer excepcional» que vivió en la segunda mitad del siglo XIX en Bilbao y dedicó gran parte de su vida a ayudar a los demás.

El proyecto llegó a las manos de Olaizola por iniciativa de la Fundación Rafaela Ybarra y aunque nunca había estado en sus planes escribir sobre una beata, no se pudo negar. «Era algo que me rechinaba hasta que me asomé a la vida de esta mujer y encontré que coincidía con el gran proyecto de mi vida: luchar contra la prostitución infantil».

Premio Planeta 1983, este escritor es también presidente de la Fundación Somos Uno, cuyo principal objetivo es fomentar la educación de las niñas en situación de exclusión en Tailandia para evitar que caigan en las garras de la prostitución. «Rafaela era una dama de la alta sociedad que se dedicaba prácticamente a lo mismo a lo que nos dedicamos nosotros; ayudar a las jóvenes que llegaban a Bilbao para prestar el servicio doméstico y que muchas veces terminaban en los prostíbulos», explica.

Aunque Rafaela había ido en busca de su autor, como en la obra de Pirandello, Olaizola no tardó mucho tiempo en quedar prendado del carisma de esta mujer «cercana, con una gran simpatía y una disposición natural para hacer el bien». «La vida de esta mujer me ha dejado tan impresionado que para mí es sencillamente Rafaela», señala el escritor, cuyo principal mérito ha sido saber despojar de cualquier artificio la figura de la primera beata vasca. «En la causa de beatificación se empeñan en ponerla buenísima, que lo era, pero de joven también era presumida y le gustaban las mangas cortas y ponerse las joyas de su madre», asegura el autor, tras haber leído todo el material que se atesora sobre la vida de quien fuera la fundadora de la Congregación de Los Ángeles Custodios. Su obra, presente hoy sobre todo en varios países de América Latina, tiene como carisma la acogida en pisos de tutela de niños abandonados y en situación de pobreza extrema.

Sin prejuicio

El relato de Olaizola, despojado también de cualquier tipo de prejuicio, permite acercar el personaje al lector «para que se dé cuenta de que efectivamente Rafaela era una santa, pero una santa humana». Y a la vista de los resultados, su objetivo está sobradamente conseguido. «Soy esencialmente un novelista. Y cuando me encuentro un personaje intento humanizarlo, comunicarlo al lector como yo lo veo. Buscar sus aspectos más atractivos y literarios. Parece ser que no lo hago tan mal. A las religiosas les ha parecido muy bien la novela».

El libro además está plagado de entrañables anécdotas que sirven para describir el espíritu alegre y bondadoso de Rafaela. «Rafaelita, como le llamaba Pepe, su marido, le prometió que desayunarían juntos todos los días de su vida. Y lo cumplió. Iba a la misa de las seis de la mañana, pero siempre estaba para el desayuno. Y sobre todo porque era la hora de sacarle dinero al marido para los proyectos que ponía en marcha. José de Vilallonga estaba tan enamorado de su mujer que le ayudaba en todo lo que podía porque sabía que ella iba a tirar de él para llevarlo al cielo. Su marido era fenomenal. Tanto que hasta dudaron en beatificarlos a los dos», dice el autor.