baloncesto

Brindis por la Copa

Las aficiones de los clasificados convierten este torneo en especial

MADRID Actualizado: Guardar
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El sabor de la Copa del Rey de baloncesto es especial. No hay ningún torneo en España que reúna en un fin de semana los alicientes deportivos y el color de esta competición, y se desmarca del toque amargo de la ACB, que no pasa por sus mejores momentos por la dramática situación por la que pasan algunos de sus equipos, con muchas dificultades para completar una plantilla competitiva por las apuros económicos o, incluso, por encontrarse al borde de la desaparición.

Además, la liga está preocupada por las audiencias televisivas de los partidos que emite TVE, que no se acercan ni de lejos a cifras medianamente dignas, y solo el Real Madrid y los derbis con el Barça despiertan el interés de los televidentes.

La Copa es un oasis en el desierto. Pese a que este año el plato fuerte se vende ya en cuartos, con el choque entre blancos y blaugranas, la expectación crece exponencialmente con respecto a cualquier partido liguero.

Sin embargo, lo que hace diferente a este torneo es el ambiente que se crea a su alrededor. Para los equipos es especialmente motivador. Ni una 'final four' de la Euroliga les obliga a jugar tres partido al borde del KO para ganar el título y los ojos del baloncesto mundial se giran estos días hacia Vitoria para ver sus éxitos y fracasos sobre la cancha. Incluso los ojeadores de la NBA toman este torneo como referencia fundamental para calibrar las posibilidades de algunos jugadores para competir en la mejor liga del mundo. Un imberbe Pau Gasol convenció a todos en una Copa, hace más de una década, de que con apenas 20 años estaba más que preparado para cruzar el charco.

Pero son las aficiones las que la convierten en algo distinto. Ni la habitual buena organización del evento, con múltiples actividades paralelas que llevan el baloncesto a la calle, asegura el éxito. Sí lo hacen los seguidores de los clasificados.

Ocho aficiones se reparten las gradas y dan un colorido inigualable sin que la violencia se asome por alguna esquina. Salvo los habituales cánticos de guerra, que incluyen ataques a los rivales directos o los enemigos históricos, todo gira en torno al 'buenrollismo' y a las curiosas alianzas que se irán formando a medida que avancen las eliminatorias y vayan cayendo los participantes.

Este año, la sabia, brava y combativa afición del Caja Laboral ejerce de anfitriona y recibirá en el Bruesa Arena, entre otros, a los fieles canarios, que pintarán de amarillo una parte del pabellón para animar a su equipo, la 'cenicienta' del torneo. El Uxue Bilbao intentará trasladar la presión de Miribilla a la pista de su gran rival regional. La marea Taronja del Valencia también arrastrará hasta Vitoria a sus componentes. El Cai viaja al País Vasco con su hinchada roja, tan ávida de baloncesto que fue capaz de acoger la Copa en su momento en Zaragoza, a pesar de que su equipo vagaba por la división inferior mientras intentaba recuperar su identidad.

Y regresa la admirada 'Demencia' estudiantil, que cree en lo que no cree nadie, en su triunfo copero y en el éxito de la boda de Hugh Hefner con una de sus conejitas de Playboy.

Faltará la siempre ruidosa y graciosa hinchada malagueña. Su equipo ha fallado y no ha estado a la altura en la primera vuelta, quedando fuera de los ocho mejores y dejando a la Copa sin el color verde de Unicaja en la grada.