Hartos de estar tan hartos
Actualizado: GuardarA mediados de la década de los ochenta el director de cine Pedro Almodóvar llevó a la pantalla un drama sobrecogedor de corte doméstico-familiar. Su película ‘Qué hecho yo para merecer esto’ representaba con toda crudeza las vicisitudes de Gloria, una asistenta de hogar protagonizada por Carmen Maura, cansada de trabajar y harta de aguantar el desprecio machista de su marido. La infeliz Gloria cumplía con todas las labores de la casa y además asumía con resignación las tareas maritales. Sin embargo, la última gota de su paciencia hizo rebosar el vaso y acabó golpeando a su marido con el hueso de una pata de jamón. El fatal desenlace liberó a Gloria de su desgracia y desde entonces dejó de mirar a la ventana de su quinto piso como una posible válvula de escape a sus penurias. La vida de Gloria es similar a la de muchos españoles que han perdido su empleo en estos últimos cinco años y viven ahogados en una angustia permanente. Son los mismos españoles que confiaron su destino y sus expectativas a los políticos que hoy están en tela de juicio. Unos y otros han logrado poner de acuerdo a todo un país bajo el paraguas de la indignación. La situación actual no necesita de un golpe mortal con una pata de jamón pelada, sin embargo, precisa de una profunda cirugía de conciencia de quienes nos gobiernan para poder devolver la confianza a la clase política.
El reproche del «y tu más» ya no vale. Todos han demostrado que tienen trapos sucios que esconder. Parece que el hedor de la corrupción era más soportable en época de bonanza que en tiempo de vacas flacas. Ahora resulta más difícil aguantar el olor a muerto que despiden los armarios cuando un país está asfixiado por los ajustes, roza los seis millones de parados y comprueba con impotencia y asombro como el estado del bienestar se desmorona mientras los autores de este desaguisado salen impunes. Qué ha hecho este país para merecer esto.La pregunta se puede formular también en otros términos: qué hemos hecho mal para estar en esta situación. Es posible que la respuesta la encontremos en la permisividad histórica ante las malas prácticas y en la actitud que muestran algunos por vivir toda su vida de la política. Al final, el poder corrompe.
La trama de los ERE en Andalucía ha demostrado la habilidad que tienen los gestores de lo público para montar un chiringuito en sus despachos y hacerse ricos con el dinero de las regulaciones de empleo. Ninguna institución se ha salvado de meter mano en la caja. Los negocios del Duque de Palma colocan a la Corona en el punto de mira. A medida que el juez del ‘caso Noos’ avanza en la investigación más irregularidades se imputan a Urdangarin. Tampoco se han librado los catalanes, que miran de reojo el tsunami que asola al PP por el ‘caso Bárcenas’, mientras que CiU trata de apagar el fuego que ha estallado en su propia casa con las acciones del hijo de Pujol. El papel de la justicia es ahora clave para salvar los muebles, limpiar la vida pública y, sobre todo, garantizar la democracia.