«TODO ES FALSO»
Actualizado: GuardarEl PP, que desde el jueves está noqueado por la mayor presunta financiación ilegal de un partido en España, requería con urgencia una negación categórica de Mariano Rajoy. Necesitaban que su líder disipara de manera irrefutable cualquier duda sobre la presunta existencia de una contabilidad B, controlada por el extesorero Luis Bárcenas. Quería oír en boca del presidente del partido que, en contra de los apuntes contables publicados, era incierto que hubiera percibido 275.000 euros en metálico desde 1996 hasta 2007.
En ese sentido, Mariano Rajoy no defraudó a los suyos durante la intervención ante el comité ejecutivo extraordinario del PP, que se celebró ayer en Madrid. «No voy a necesitar más que tres palabras: todo es falso». Y sin apenas respirar añadió: «Nunca, repito, nunca he recibido ni he repartido dinero negro ni en este partido ni en ninguna otra parte».
El primer envite de Rajoy, en una batalla que se prevé larga, se saldó con un apoyo unánime de la columna vertebral de la organización, pero falta por conocer si el mensaje del líder ha curado las heridas de los militantes y simpatizantes del PP.
Consciente de que estas revelaciones han provocado «un escándalo de grandes dimensiones» que no se salva con la única apelación a la fe en el líder, el presidente del Gobierno anunció que la página web de la Moncloa publicará la próxima semana todas sus declaraciones de la renta, de patrimonio «y cuanta información sea relevante a estos efectos». Ninguna objeción en la cúpula del partido, pero uno de los dirigentes más veteranos planteó que este gesto podría abrir otro debate incómodo sobre el sueldo de los dirigentes del PP, que a partir de cierto nivel se puede considerar alto en comparación con la media de salarios en España. Rajoy no cedió.
Además, también se planteó la necesidad de ir más allá porque si la acusación era de manejar dinero en negro, lo lógico sería pensar que éste nunca podría constar reflejado en una declaración de la renta.
Rajoy respondió este temor con el argumento de que en esta coyuntura económica y social del país tenía que ir más allá. «No podemos permitir que los españoles, a los cuales les estamos pidiendo sacrificios y renuncias, puedan tener la impresión de que sus gobernantes no estamos a la altura del rigor ético más estricto y de la integridad más escrupulosa».
Prometió, al hilo de esta reflexión, «trasparencia total» en todo lo que afecta al partido y a sus dirigentes, empezando por sí mismo. Una transparencia que, de momento, no incluye una comparecencia ante los medios de comunicación para responder a preguntas. «Rajoy ha dicho lo que quería decir y como quería decirlo», explicó unas de sus asesoras de comunicación tras recordar que no es usual que las alocuciones del líder del partido ante el comité ejecutivo se retransmitan por televisón y radio, como ocurrió en esta ocasión.
La puesta en escena, de hecho, fue menos solemne de lo esperado. Rajoy, muy sereno pero con gesto serio y apesumbrado, quiso aparecer solo ante las cámaras. En otras crisis internas, como en el estallido del caso Gürtel en 2009, estuvo arropado por el resto de la dirección nacional. Su gesto y sus palabras recibieron el apoyo unánime de todos los barones territoriales que, en las horas previas a la reunión extraordinaria, habían instado a Rajoy a que desenterrara el hacha de guerra.
Menos beligerante de lo que hubiera gustado a algunos, el líder del PP achacó los documentos «apócrifos» publicados a un intento de «desacreditar al al PP y al Gobierno y de «dañar» a España. Pese a la gravedad de esta acusación, no identificó al presunto autor o autores de la, en su opinión, conspiración.
Eso sí, dejó claro que el partido no se va a amedrentar y que se defenderá en todos los ámbitos, incluido en los tribunales. Llegado a este punto, abrió un paréntesis en su escalada para hacer toda una defensa de la presunción de inocencia: «Seguiré trabajando para vivir en un país en que sean necesarias pruebas y tribunales para juzgar, sentenciar y condenar».
El partido, sin embargo, estaba en otra guerra. «Hay que querellarse contra todo aquél que se haya reído del PP», propuso Juan Vicente Herrera, presidente de la Junta de Castilla y León.
Sus homólogos de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, y de Extremadura, José Antonio Monago, abogaron por ir contra el presunto muñidor de este enredo y denunciar a Luis Bárcenas. Dolores de Cospedal, que recordó que toda la dirección del PP, incluido Rajoy, en la que será la primera denuncia que interpone en su dilatada carrera política, ya anunció que se querellaría contra El País o cualquier otro medio que reprodujese los llamados papeles de Bárcenas. En cuanto a actuar contra el extesorero, al que nadie llamó por su nombre durante el comité ejecutivo, se limitó a decir que esa decisión correspondería a la asesoría jurídica del partido. Rajoy no dijo que sí ni que no.
«Pierdo dinero»
Con todo ello, la respuesta se antojaba corta. Rajoy se guardó un as en la manga para el final y distribuyó entre los miembros del comité ejecutivo nacional las conclusiones provisionales de la auditoría interna, realizada por Carmen Navarro, actual tesorera del PP, que concluye que no existe tal contabilidad B en el partido, que «abona las retribuciones a sus cargos con las correspondientes retenciones fiscales».
Más allá de números, desmentidos y querellas, el presidente del PP quiso animar a su atormentada tropa. Defendió a capa y espada la honestidad de la política en general, la del PP en particular y, en especial, la suya. «No he venido a la política ni a ganar dinero ni a engañar a Hacienda, con 23 años era registrador de la propiedad con plaza, si me interesara el dinero, allí lo habría tenido».
Lo que no quiso o no supo responder Rajoy es una pregunta que inquieta a muchos de los dirigentes del PP: ¿Quién está detrás de la filtración de los papeles de Bárcenas? El presidente del Gobierno no lo concretó, aunque insinuó que son personas que piensan que tienen algo que ganar o que quieren pescar en río revuelto. «Ahora las infamias se disfrazan de presuntas», espetó.
Sí confesó que se siente dolido con el líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, al que reprocha que haya prestado «el crédito que no se merecen» estas insinuaciones «sin calibrar en modo alguno el efecto que pueden tener para nuestro país».