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El español de hielo

Javier Fernández, primer español campeón de Europa, emigró a Canadá por un sueño que presume de haber conseguido

ISAAC ASENJO
MADRIDActualizado:

A Javier Fernández (Madrid, 1991)le apasiona el cine, y el cine le ha llevado a lo más alto en el patinaje sobre hielo, una disciplina sin arraigo en nuestro país y que él acaba de poner en el 'mapa' al convertirse en el primer español en conquistar un campeonato de Europa de patinaje artístico. Y es que hay que ser muy valiente para abordar desde la lejanía un deporte con tan poco seguimiento mediático en un país en el que la mayoría solo ve a once 'tíos' corriendo detrás de un balón.

Con Charlie Chaplin y El Zorro deslumbró al jurado que seguía sus piruetas sobre la pista de Zagreb, la capital croata que acogió la competición el pasado sábado. Allí vivió una anécdota que recuerda con mucho humor. Al llegar al aeropuerto le habían perdido sus patines al facturar (son considerados como arma blanca por sus afiladas cuchillas). Los recuperó a los dos días. Justo a tiempo.

También ha triunfado emulando a Jack Sparrow o James Bond. Con 7 años ganó el campeonato de España, apenas unos meses después de calzarse por primera vez unos patines.

Madrileño del barrio de Campamento (llamado así por la presencia de edificios castrenses) e hijo de militar, Javier inició su particular 'viaje' al hielo con 6 años cuando acompañó a su hermana mayor, Laura, al club Igloo de Majadahonda, una de las 14 pistas que se pueden contar en España (existen 1.798 licencias en Deportes de Hielo por las 834.458 con las que cuenta el Fútbol).

Los triunfos no tardaron en llegar. Aunque era el más pequeño en edad, el más menudo físicamente, superó a todos. «No paraba quieto, era hiperactivo, rebelde. No ha sido un chico fácil de domar», narra Jordi Lafarga, su entrenador en aquella época.

Ahora con 21 años, Javier sigue pensando que si cuando sale a la pista, tiene un papel que interpretar todo le resulta más fácil. En Zagreb hizo historia caracterizado de Chaplin. Hace tres años, sobre el hielo de Vancouver, en los Juegos Olímpicos de Invierno, encarnó al pirata Jack Sparrow y a 007. Se sirvió de las bandas sonoras de 'Piratas del Caribe' y de las sagas del espía británico para entrar en el 'Top 15' con solo 17 años.

En Canadá por un sueño

Aquel éxito fue el detonante para que abandonara suelo nacional. Sus padres le apoyaron cuando decidió hacer las maletas y plantarse en Nueva Jersey para trabajar con el gran entrenador ruso Nicolai Morozov, que ha construido en Estados Unidos un imperio del patinaje artístico, y, más tarde, mudarse a Canadá, a Toronto, para seguir mejorando. El cambio de país incluyó también el de entrenador. Desde entonces baila al son de Brian Orser, dos veces subcampeón olímpico.

En Toronto lleva una vida más tranquila que en Estados Unidos, con menos viajes. Vive solo porque aún no se ha decidido a compartir techo con su novia, que también es patinadora profesional. «Me desenvuelvo bien pero lo que menos me gusta es lavar y planchar la ropa», confiesa. Reconoce Javier que el mayor 'patinazo' de su vida fueron los primeros momentos cuando siendo aún adolescente se marchó a Estados Unidos sin saber el idioma. «Fue duro, me encontré un país extraño para mí, con personas que no conocía...». Con desparpajo, Javier explica algo con lo que muchos españoles quizá se sientan identificados. «Me fui al Ikea de Nueva Jersey, tuve que comprar todos los muebles de la casa y me sobraron hasta tornillos. En ese instante me pregunté ¿Qué hago yo aquí?». Quién sabe si en unos años, con la progresión que lleva, lo que le sobre sean oros en su medallero.

El patinador espacia sus visitas a España para poder centrarse en sus sesiones de entrenamiento en Canadá. La última, hace ocho meses, sin contar la de estos días en la que pasea la «imprevista» medalla de oro en el Europeo. ¿Imprevista?. «Agarraos que os lo voy a contar», dijo a los periodistas en una rueda de prensa en la sede del Consejo Superior de Deportes (CSD) en Madrid. «Fue una odisea. No tuve patines hasta un día antes de competir porque los extraviaron en el viaje. Y la primera vez que entré en la pista me dije, este hielo no me gusta». Pese a todo, ganó. «Cuando me enteré, no me lo creía. Lo primero que hice fue ir a buscar a mis padres para celebrarlo con ellos».

En Toronto seguirá preparándose con el sueño de ganar el Mundial de London (Canadá) el próximo marzo. Pero su rutina de entrenamientos al otro lado del Atlántico no le impedirá echar de menos sus paseos por la Gran Vía, los fines de semana con sus amigos de Madrid y sobre todo las comidas de su abuela, que vive en Navalacruz (Ávila), un pueblito de apenas 300 habitantes que se congela en invierno y del que Iker Casillas es 'Hijo Predilecto'. «Allí fue donde por primera vez vi el hielo», apunta con una sonrisa. Ahora quiere vivir de él.