Lo de nunca acabar
Actualizado: GuardarEs la historia de nunca acabar. David contra Goliat, la resistencia contra el asedio, el ciudadano contra el sistema. Es la historia que nunca acaba porque siempre se repite. Siempre hay alguien (los muchos) al que quieren empequeñecer y otro alguien (los pocos) que se arma de artimañas, algunas oscuras, para imponer la ley, su ley, ¿la de todos? Hay veces que es mejor no hacer ruido y trabajar a la callada, que no quiere decir que no se haga. Hace poco se cumplió un año del desalojo de Valcárcel. Un proyecto que devolvió la ilusión a muchos, sobre todo jóvenes, cansados de esperar en las oficinas de desempleo buscando ese contrato que no termina de salir. Ellos salieron a la calle impregnados del espíritu del "sí se puede" aunque a veces parezca que no. Pero armaron ruido, mucho ruido. Ocuparon el edificio, colgaron una pancarta bien grande para llamar la atención, organizaron concentraciones y actuaciones de carnaval y todos los focos se centraron en ellos, en su día a día y en su evolución como movimiento. Con la mirada fija en sus buenos y malos momentos. ¡Ay! sobre todo en los malos. Armaron ruido, sacaron algunos colores, algunas veces no de la mejor manera, y los echaron. No mucho tiempo después del desalojo, otro grupo de jóvenes ocuparon una finca en la calle Manuel Rancés propiedad de un banco que se enfrenta a sus propios números rojos y en desalojar a los que no pueden pagarles. Ellos no abrieron sus puertas a los medios, no colgaron pancartas y tan solo dan cuenta de lo que hacen a través de Internet. Pero ahí siguen ellos. Con sus asambleas, sus clases de kung-Fu, yoga y hasta comedor solidario a la sombra de la Higuera. No hay ruido, no hay foco constante, no hay preguntas incómodas a sus propietarios sobre la situación de la finca, ni promesas de proyectos que caducan por el paso del tiempo. Quizás venga algún mago lleno de trucos en los bolsillos y haga ilusionismo con un ladrillo por aquí y un ladrillo por acá. Será entonces cuando la historia se repita. Vendrán las órdenes de desalojo, los golpes en la puerta y ellos, los que ahora se callan, volverán a hacer ruido.