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Obama y Michelle se besan durante el baile de inauguración. :: B. SMIALOWSKI / AFP
MUNDO

Las bases de Obama acuden a su llamada

El mandatario asume que la apuesta decidida por sus ideales le costará caro en las próximas elecciones legislativasEl discurso del presidente le reconcilia con sus seguidores, a los que necesita para sacar adelante su agenda

MERCEDES GALLEGO CORRESPONSAL
NUEVA YORK.Actualizado:

A nadie debería sorprenderle que uno de los discursos más progresistas que haya dado un presidente de EE UU al inaugurar su mandato, si no el que más, deleitase ayer al ala izquierda de la sociedad y fuera recibido como un jarro de agua fría por la oposición. Tampoco sorprendió al presidente, que en este segundo mandato parece haber encontrado su voz, o más bien la de sus bases. Esas que va a necesitar para sacar adelante su agenda, ahora que ha perdido la ilusión de subir al carro a la oposición conservadora. El Obama del primer mandato que buscaba una sola voz con la que unir a los dos EE UU ya sabe que no puede cambiar el tono de Washington, como pensaba ingenuamente en el 2008. Sus deseos conciliatorios le hicieron perder la oportunidad de su primer año de gobierno, cuando disfrutaba de mayoría en ambas cámaras. La pausa solo sirvió para que las alas más radicales de la ultraderecha se organizaran en contra de su reforma sanitaria, por lo que al final tuvo que conformarse con una versión muy edulcorada que sacó adelante por los pelos y no satisfizo a nadie.

Esta vez Obama sabe que nada sucederá en Washington si sus bases no lo demandan a gritos, como dijo cuando anunció su plan para el control de armas. Al día siguiente el presidente reactivó la maquinaria de bases que ha engrasado durante la campaña para recaudar fondos en esta lucha y movilizar a la opinión pública, que representa su única esperanza de sacar algo adelante en un Congreso donde su partido apenas tiene una mayoría simple en una de las Cámaras. Perdida la esperanza de la reconciliación nacional, Obama tenía claro que su discurso inaugural debía servir para emocionar a las bases. Según una de sus más cercanas asesoras, Valerie Jarrett, lo empezó a escribir durante la campaña y lo terminó cómodamente un par de días antes, en lugar de llegar hasta el escenario corrigiendo frases como suele hacer.

Resultó ser «con certeza uno de los mejores de la última mitad de siglo», escribió ayer el columnista David Brooks en 'The New York Times', a pesar de que dijo no ser «un liberal como Obama». No se refería al liberalismo económico que se entiende en Europa por esa palabra, sino a su progresismo. Brooks echó de menos más referencias a Wall Street, al capitalismo estadounidense y a los valores individuales que distancian a EE UU del «fallido» modelo del Estado del bienestar que en su opinión ha quebrado a Europa.

El lunes a Obama no le costó ningún trabajo vestirse de sus ideales y convertirse en el candidato de la esperanza que hace cuatro años entusiasmó al mundo. Se le veía cómodo en ese papel. La sonrisa amplia y fácil, las facciones relajadas, la espontaneidad con sus invitados, el deseo de bajarse de la limusina por segunda vez en el recorrido para contemplar por última vez el clamor de las masas en la avenida Pensilvania. Como observaba ayer el editorial del rotativo neoyorquino, el mandatario ha aprendido de sus errores y ahora sabe que tiene apenas dos años para llevar a cabo su agenda. «Puede incluso que 18 meses. El tiempo no está de su parte».

Si la historia sirve de guía, el presidente pagara por la osadía de apostar por sus ideas en las elecciones legislativas de mitad de mandato, que se celebrarán en noviembre del año que viene. Según el historiador y profesor de la Universidad de George Washington Michael Cornfield, desde Rooselvelt a Bush, a todos los presidentes que han ganado un segundo mandato y se sienten reivindicados en sus posiciones para impulsarlas con más énfasis «los votantes les ponen rápidamente en su sitio», explicó. «Para los presidentes reelectos, la humildad parece ser mejor opción que las orgullosas ambiciones», dijo.

El senador John McCain, que perdió frente a Obama las elecciones de 2008, lamentó que el mandatario no haya hecho ningún esfuerzo conciliador en su discurso inaugural, que normalmente marca el tono de su presidencia. Su colega Peter King, que no podía decepcionar a su electorado neoyorquino, radiante por la primera referencia a los gays en un discurso inaugural, lamentó que ni siquiera hubiera mencionado a los líderes republicanos del Congreso, que han pagado un precio por negociar con él el precipicio fiscal. Y la cadena Fox, voz de la ultraderecha, aseguró que el discurso en el que Obama defendió las ayudas sociales fue «una oda al despilfarro del gran gobierno», sin referencia alguna al déficit, por lo que augura un cataclismo económico.

La apuesta de Obama por el progresismo dependerá del entusiasmo de las bases para ayudarle a sacar su agenda adelante presionando a los congresistas en cada distrito.