España y Francia aceptan a regañadientes que Holanda lidere el Eurogrupo
Apoyado por Alemania, el ministro Dijsselbloem sucede a Juncker con la promesa de conjugar ajustes y crecimiento
Actualizado:España y Francia aceptaron ayer a regañadientes la designación del ministro de Finanzas holandés, Jeroen Dijsselbloem, como nuevo presidente del Eurogrupo. Madrid y París evidenciaron hasta el final sus recelos con el sucesor de Jean-Claude Juncker frente a la indisimulada satisfacción de Alemania. En compañía de Finlandia y Austria, Holanda ha apoyado siempre a Berlín en defensa de la austeridad como vía principal para salir de la crisis. Dijsselbloem, que intentó hacer gala de su fama de conciliador, prometió trabajar para compatibilizar el crecimiento con la necesidad de mantener los ajustes para «garantizar» la confianza de los mercados.
El ministro de Economía, Luis de Guindos, y su homólogo francés, Pierre Moscovici, coincidieron en sus peticiones al nuevo jefe del club del euro. Ambos insistieron en que debe representar a «todo» el organismo sin primar las medidas reclamadas por Alemania y sus satélites. «Juncker ha sabido mantener el equilibrio entre el Norte y el Sur, entre los ajustes presupuestarios y las esperanzas de crecimiento», remarcó el titular francés antes de exigir a Dijsselbloem que se mantenga en una línea similar. «Es lo que espero de él», apostilló. De Guindos compartió los argumentos e incidió en la importancia de que se respete la pluralidad europea.
París y Berlín temen que el relevo de Juncker se convierta en un altavoz de la austeridad alentada por Alemania. En el caso francés, esta perspectiva escuece especialmente porque resaltaría el liderazgo de Angela Merkel frente a los esfuerzos de François Hollande por suavizar los ajustes en Europa. Pese a la desconfianza del Elíseo, no hay que olvidar que el país galo ha sido recompensado con la jefatura del nuevo supervisor único de la banca. Si no hay imprevistos, Danièle Nouy estará al frente del vigilante común cuando entre en funcionamiento en 2014. Además, Dijsselbloem desempeñará sus funciones durante dos años y medio, un corto mandato que da juego para pactar otras designaciones.
Pese a que la denominación parecía consensuada desde hace semanas, De Guindos insistió en que acudía a la cita de los 17 miembros de la divisa común sin «ninguna posición predeterminada». El titular de Economía se guardó su decisión hasta que escuchó el programa de su colega holandés, con el que cenó la semana pasada. Las reticencias del Gobierno de Mariano Rajoy se deben a la clara apuesta de Países Bajos por el rigor presupuestario, pero también a la progresiva pérdida de peso de España en las instituciones comunitarias. El Ejecutivo lamenta especialmente que se viera privado del puesto en el comité directivo del BCE, un sillón que se otorgó el año pasado a Luxemburgo en representación de los países de menor tamaño como la propia Holanda.
Declaraciones controladas
En un intento por evitar mayores fricciones, el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, anunció una revisión en los métodos de trabajo del Eurogrupo. Según explicó, el nuevo presidente debería evitar pronunciarse sobre la política concreta de los gobiernos. Dijsselbloem también optó por la prudencia y recordó que el ritmo de los ajustes debe adaptarse a la situación de cada país y los «riesgos» que afronte ante los mercados. El responsable holandés adelantó que el cumplimiento del déficit se evaluará con carácter estructural, un criterio que ya ha empezado a aplicar la Unión Europea y que beneficia a España. Bajo esta premisa, por ejemplo, no se tienen en cuenta los desequilibrios provocados por el paro.
Dijsselbloem se convirtió en el segundo presidente fijo de la moneda única. Hasta ahora, solo se había visto en el cargo a Juncker, que se marchó «aliviado» tras ocho años al frente de los titulares de Finanzas. Su sucesión, que se ha prolongado durante más de seis meses por la falta de acuerdo, se erigió en el punto central de la reunión. Con los mercados mucho más tranquilos, los Diecisiete intentaron avanzar en la recapitalización directa de la banca. Esta cuestión divide profundamente a los socios pese a que su puesta en marcha está acordada. Los socios debaten ahora si los países beneficiarios deberían aportar parte del dinero en caso de la UE tenga que intervenir para rescatar a más entidades.