Felipe Benítez Reyes busca en la insatisfacción su musa
El escritor roteño publica el poemario 'Las identidades', de tono reflexivo y en el que aborda algunos asuntos de actualidad
CÁDIZ. Actualizado: Guardar«La mejor musa de un escritor es la insatisfacción». Quien así habla es el poeta y novelista Felipe Benítez Reyes (Rota, 1960), convencido de que un acicate para la escritura es intentar mejorar lo ya publicado en anteriores ocasiones. Es lo que se ha propuesto el propio Benítez al entregar a la imprenta su último poemario, 'Las identidades' (Visor), una obra en la que vuelve al tono reflexivo, un elemento consustancial a su obra lírica.
Benítez Reyes ha escrito un libro en el que intenta desmontar el mito de que conforme uno se va adentrando en la madurez adquiere una identidad definida. Lejos de esa idea, el escritor está persuadido de que los años añaden extrañeza al individuo. En 'Las identidades', el escritor se planteó el desafío de escribir algunas piezas muy candentes desde el punto de vista de la actualidad periodística. Benítez Reyes firma versos sobre la inmigración, el dinero, la crisis y hasta un poema sobre la Casa Real. «Era un reto. La literatura no vive ajena a los grandes asuntos de su tiempo. He tratado de ajustar esos temas a mi modo de expresión».
Premio Nacional de Poesía por 'Vidas improbables' (1996), el autor de 'Las identidades' cree que el peor pecado de un poeta es incurrir en lo melodramático. Y a la nómina de desafueros Felipe Benítez subraya el escribir un poema «con la emoción en carne viva». «Escribir en caliente quita verosimilitud al poema, que es tanto más convincente cuando es producto de una meditación sobre algo que ya ocurrió». Aunque pueda parecer rato aplicar a la poesía el criterio de la verosimilitud, Benítez Reyes lo hace, al entender que aquella «ha de transmitir emociones que sean creíbles para el lector».
El autor de 'Las identidades', un libro que agrupa los poemas alumbrados entre 2006 y el presente año, incluye en su canon de vates a los que querría parecerse a Jorge Luis Borges, T. S. Eliot y Luis Cernuda. Esta triada es el tronco que conforma sus preferencias, aunque luego hay muchas ramificaciones, representadas por algunos modernistas tardíos que ejercieron una poderosa influencia en sus años de aprendizaje, sobre todo para educar el oído. Como consejo a los jóvenes escritores, Benítez Reyes recomienda que se fijen en autores de segunda fila, en los que es más fácil apreciar los mecanismos y trucos del oficio. Además, es recomendable no tener prisa por publicar y dar al editor aquello que de verdad merezca la pena. «Al fin y acabo todos acabamos arrepintiéndonos de muchas cosas que hemos publicado, cuando pudimos haberlo evitado».
Investigar el lenguaje
Para el escritor, conviene que el poeta se decante por investigar en el lenguaje, pues a fin de cuentas el poema no es otra cosa que «lenguaje potenciado». «Las asociaciones de palabras deben contener un grado de sorpresa para que no se caiga en el lenguaje rutinario».
A Benítez Reyes le suscita cierto hartazgo el ser clasificado dentro del grupo que cultiva la 'poesía de la experiencia'. Fue una etiqueta que se impuso con demasiado apresuramiento, cuando se clasificó a unos poetas que entonces tenían 20 años y comenzaban a publicar. Había, sí, unos rasgos comunes y unas lecturas paralelas, pero el tiempo todo lo decanta y al final si el poeta no se singulariza, queda como «la voz de un coro indistinto». «La poesía se escribe con nombres propios y no con nombres de movimientos o tendencias».
No hay una fórmula secreta para construir un poema. En este sentido, el escritor está huérfano de códigos y patrones, por mucho oficio que acumule. De ahí que se tenga que guiar por su «instinto estilístico» para dar con los versos adecuados. Según Benítez Reyes, la poesía vive un buen momento en España. No en balde, el siglo XX fue «brillantísimo» y no hay nada que haga pensar que el XXI pueda dar al traste con lo logrado.