pan y circo

Armstrong y el cinismo

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El 23 de agosto de 2005 el diario L’Equipe destapó que Lance Armstrong se había dopado con EPO en el primer Tour que ganó, en 1999, según unos análisis efectuados por el Laboratorio Nacional de Detección de Dopaje de Chatenay-Malabryy. La respuesta no fue otra que llevarse las manos a la cabeza, acusar de sensacionalismo al periódico galo y arropar al que era el mejor ciclista de la historia, con una historia humana de superación digna de la industria ‘hollywoodiense’.

La figura de Armstrong era intocable. Era imposible concebir y permitir que se ensuciara la imagen de un icono para los más mayores, un ejemplo para los más pequeños y un producto inagotable de recursos humanos (y financieros) para el mundo del ciclismo.

Ahora, después de muchos años de sospechas y acusaciones, es muy fácil que todos aquellos que sembraron el mundo de pulseritas ‘livestrong’ se sientan indignados y estafados por aquella ‘gran mentira’ que anunciaba en 2005 L’Equipe y que en 2013 se ha encargado de admitir el mismo Armstrong.

Pues que nadie se engañe. El cinismo del que acusan a Armstrong es el mismo que demuestran muchos intentando hacer ver que lo suyo es un caso aislado, que actuó por su cuenta y riesgo y que hacerse más de tres mil kilómetros en tres semanas a una media de cerca de 40 km. por hora cuando hace cuarenta años se hacía a 25 km/h para que la gente que está sentada en su casa frente a los televisores no se aburra y los patrocinadores puedan vender bien sus marcas y asociarla a un deporte de superhéroes es algo natural como la vida misma.

La mayoría de personas que se mueven en el ciclismo debían conocer los métodos de entrenamiento y de ‘cuidado médico’. Y la única forma de terminar con esa gran mentira es que los verdaderos protagonistas, y principales víctimas del sistema (los ciclistas), lo admitan, como han hecho muchos exRabobank - «el dopaje era generalizado, era parte del trabajo»- y dejen de ser las gallinas de los huevos de oro para una industria que termina siempre desplumándoles.