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Arias Cañete participa en una degustación en Fitur de 2012 junto a Álvarez del Manzano. :: J. LIZÓN / EFE
Sociedad

Bocados de ministro

Arias Cañete, aficionado a la manteca 'colorá' y a la ternera, come yogures caducados para apoyar la ley que cambiará las fechas de caducidad

J. LUIS ALVAREZ
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Cada uno es muy libre de comer lo que quiera, como quiera y donde quiera. Sin embargo, cuando el que ingiere los productos de la tierra es una persona culta, preparada y además, el máximo responsable de la alimentación en España, el asunto pasa a convertirse casi en una cuestión de Estado. Y es que al ministro Miguel Arias Cañete le gusta comer de todo, lo que no está mal, según los expertos en nutrición. El ministro no es una persona que ponga remilgos ante un alimento o producto desconocido, aunque es un buen defensor de manjares acreditados como el jamón de jabugo de bellota.

En su día, en plena crisis de las 'vacas locas' y ocupando la misma cartera en el entonces Gobierno de José María Aznar, Cañete hizo una acérrima defensa de las carnes rojas, en forma de chuletón de ternera, del que degustó buenas porciones en público. Tampoco rechaza tomarse como desayuno, aperitivo o merienda unas tostadas o 'molletes' tostados untadas con manteca 'colorá', producto derivado del cerdo de difícil digestión si se abusa de él y que, según confesó en cierta ocasión, los camareros de hoy en día ya no sirven igual de bien que los de antes.

Ahora, en medio de una crisis en la que mucha gente pasa hambre, el ministro confesó ayer en RNE que se pelea con sus hijos ante un alimento pasado de fecha. «Veo un yogur en el que pone una fecha y yo me lo como cinco días más tarde, porque nunca me ha sentado mal». Según explica, su querencia por no desperdiciar alimento alguno le viene de su «cultura africana» (sic). «He visto lo que se come por ahí, y cuando uno ha comido lo que ha comido y ve un yogur en una nevera, ya puede poner la fecha que quiera que yo me lo voy a comer».

En este sentido, Arias Cañete anunció que su Ministerio va a trabajar para encontrar un sistema de etiquetado que «permita un margen de maniobra mayor» para que, en un momento dado, el alimento pueda tener «un problema de sabor», pero «no sea un problema de salud». Su departamento trabaja con denuedo para cambiar la normativa sobre la caducidad de los alimentos y fijar la «fecha de consumo preferente». Porque una cosa es comer algo caducado, que podría incluso causar la muerte, y otra un producto que, por llevar tiempo envasado, quizá ya no conserva completamente su olor o sabor original. Con ello se pretende evitar que nueve millones de toneladas de comida acaben cada año en los vertederos españoles. De ellos, cerca de tres millones los tiran los hogares.