MUNDO

El implacable jefe de la CIA

La nominación de John Brennan para liderar la Inteligencia de EE UU, escandaliza a los grupos de derechos humanos

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Para cuando Barack Obama anunció el lunes que John Brennan será el próximo director de la CIA, los manifestantes ya estaban tras las rejas de la Casa Blanca. En realidad, los carteles contra Brennan que portaban, junto a las cabezas de cartón piedra con su rostro, llevan años en uso.

Brennan es considerado unánimemente el arquitecto del programa de drones o aviones sin piloto que ha costado la vida a decenas de cientos de civiles en Yemen y Pakistán, pero ya antes era conocido entre las organizaciones de derechos humanos por defender las torturas del gobierno de George W. Bush, las cárceles secretas de la CIA, o la inmunidad para las compañías telefónicas que ayudaron a espiar a los ciudadanos.

Como en tantas otras cosas, Obama fue crítico de esas políticas de Bush durante la campaña de 2008 pero al enfrentarse con la realidad de gobierno aprendió a tolerarlas. A Brennan, que ha trabajado durante 25 años en la CIA, habla árabe e incluso ha acampado con las tribus de Arabia Saudí para aprender sus usos y costumbres, se lo recomendaron como uno de los más brillantes profesionales de la inteligencia americana. Durante los cuatro años que ha sido su asesor antiterrorista y de seguridad nacional Obama recuerda que «más líderes y comandantes de Al-Qaida han sido eliminados del campo de batalla que en ningún otro momento desde el 11-S», incluyendo Osama Bin Laden, en cuya captura estuvo íntimamente involucrado. Pero lo que realmente le ha ganado la confianza del mandatario ha sido su capacidad para buscar argumentos legales con los que justificar las operaciones y calmarle la conciencia. «Ha trabajado para incrustar nuestros esfuerzos en una resistente franja legal», explicó Obama. «Entiende que este es un país de leyes. En los momentos de debate y decisión es él quien hace las preguntas difíciles e insiste en altos y rigurosos estándares».

También el gobierno de Bush se esforzó en interpretar las leyes de forma que cubriesen lo que moralmente resultaba indefendible. Con su denominación de «combatientes enemigos» se saltó la Convención de Ginebra. Su manual de «interrogatorios mejorados» estaba cuidadosamente elaborado para bordear las definiciones de tortura. Arrojar a los detenidos contra muros, dejarlos desnudos durante días en habitaciones heladas, impedir que conciliaran el sueño y esposarlos con grilletes en posiciones incómodas son algunas de las técnicas que Brennan ha defendido en el pasado sin nombrarlas específicamente. «Han salvado vidas. Ha salido mucha información de los procedimientos de investigación que la agencia (de inteligencia) usaba contra los terroristas más duros», aseguró durante una comparecencia en 2007.

Crímenes de guerra

Por su capacidad para defender lo indefendible, Obama le encargó hablar por primera vez públicamente sobre el programa de drones en abril pasado, en un «esfuerzo de transparencia» ante el pueblo estadounidense. «No hay nada en la legalidad internacional que impida el uso de aviones sin piloto por control remoto para este propósito o nos prohíba usar fuerza letal contra nuestros enemigos fuera del campo de batalla, al menos cuando el país involucrado consiente o es incapaz o está incapacitado para tomar acción contra la amenaza», explicó en ese histórico discurso del Wilson Center.

Una opinión muy distinta a la del relator especial de la ONU para ejecuciones extrajudiciales Christof Heyns, que considera que algunos de estos ataques merecerían la calificación de crímenes de guerra. «Es difícil decir que los crímenes cometidos en 2012 pueden justificarse como respuesta a los de 2001», explicó en Ginebra. «Algunos Estados parecen querer inventar nuevas leyes para justificar nuevas prácticas».

Brennan asegura que el programa no ha costado ninguna vida civil, pero en en su estrecha definición de civil no entra ningún joven de más de 14 años que se encuentre cerca de un supuesto combatiente de Al-Qaida. Los manifestantes que el lunes llegaron hasta la Casa Blanca para protestar su nominación portaban consigo uno de estos aviones sin piloto en cartón piedra, como testimonio de su legado. Le acompañaban miembros de la organización Witness Against Torture vestidos en trajes naranja y capuchas negras.

Pero al final serán los miembros del Congreso los únicos que podrán pedirle cuentas de su pasado antes de aprobar su nominación para director de la CIA, la agencia a la que entró hace 25 años en respuesta a un anuncio del periódico.