![](/cadiz/prensa/noticias/201301/08/fotos/5955269.jpg)
Se va el fotógrafo aventurero
Maestro de reporteros, contó en imágenes desde la Revolución cubana hasta el asedio de Sarajevo Con la muerte de Enrique Meneses desaparece un testigo clave del siglo XX
MADRID. Actualizado: GuardarNació Enrique Meneses, en 1929, la misma semana que se produjo la quiebra financiera de Wall Sreet. Siendo sus padres periodistas, su vocación estaba encauzada. Leyenda del periodismo, la fotografía ha perdido a uno de sus mejores profesionales. Cubrió todos los grandes hitos del siglo XX. Sus reportajes sobre Fidel Castro y el Che Guevara en Sierra Maestra dieron la vuelta al mundo, si bien sus retratos de Martin Luther King o el asesinato de Kennedy, sus trabajos sobre la guerra del Canal de Suez, de Rhodesia, la independencia de Bangladesh o el asedio de Sarajevo no desmerecen en absoluto y forman parte de su mejor legado. Había superado dos cánceres y estaba permanente conectado al oxígeno por la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC) que padecía, lo que no le impidió vivir a sus 83 años con espíritu vitalista y jovial. Su salud quebradiza no pudo aguantar más y murió este domingo en el Hospital la Paz, de Madrid.
Como dice su buen amigo Javier Fernández Barrera, estuvo bregando hasta el final y en sus más de sesenta años de profesión se jactaba de no haber ido a nunca a una rueda de prensa. Su ética profesional se resumía en el lema de «ser débil con el débil y fuerte con el fuerte». Meneses siempre fue por libre, un 'freelance' eterno, y eso que trabajó para el 'Paris Match' o 'Life' y en 1976 dirigió la edición española de 'Playboy'. Periodismo y aventura eran para él la misma cosa.
Jamás utilizó el trípode ni el flash. Cuando había poca luz, aguantaba la respiración, abría las piernas para utilizarlas como trípode y apretaba los codos contra el cuerpo. Así, con un minuto de exposición, inmortalizó a Fidel Castro en Sierra Maestra a la luz de una vela. Los negativos de la Revolución cubana pudo sacarlos ocultos en los pliegues de las enaguas de una muchacha y su publicación le costó la expulsión del país.
Su padre fue un 'bont vivant', un hombre que heredó una fortuna y que la dilapidó en el Hotel Ritz. La Guerra Civil sorprendió a los Meneses en Biarritz. Como su progenitor había sido gobernador civil de Segovia con la República, montó en París la agencia Prensa Mundial para ganarse la vida. En la capital del Sena fue testigo de la ocupación nazi y vivió muy de cerca las fatigas del periodismo. No en vano, la sede de la agencia era la vivienda familiar.
Su progenitor, Enrique Meneses Puertas, había planeado que su vástago fuera diplomático, razón por la cual el joven Meneses estudió Derecho, una carrera que terminó con desidia y hacia la que nunca mostró el menor interés. Como «en lugar de sangre le corría tinta de imprenta en las venas», ingresó en 1952 en la Escuela Oficial de Periodismo. Con un reportaje dedicado a la muerte del torero Manolete consiguió abrirse paso en el mundillo. Pronto se dio cuenta de que los reportajes escritos estaban muy mal pagados, mientras que el lenguaje de la fotografía era universal. No por eso dejó de escribir. A su máquina de escribir la llamaba Adelita, en homenaje a una prostituta que frecuentaba en sus años mozos en Salamanca.
Llegó a ser corresponsal en Oriente Medio y en India, director del programa 'A toda plana' de Televisión Española; creador y director de 'Los Aventureros' en Radio Nacional y autor de libros como 'Nasser, el último faraón', 'Escrito en carne' o 'Hasta aquí hemos llegado'. Su buen oficio le hizo acreedor del Premio de Honor Cirilo Rodríguez en 2010.
Hombre orquesta
Meneses sabía hacer de todo. Además de sus geniales instantáneas, escribía sus crónicas, editaba sus propias películas y si era necesario hacía de locutor para la radio. Por eso, cuando irrumpió la revolución digital, a Meneses no le pilló con el pie cambiado. Hace ahora diez años comenzó a escribir su blog, al tiempo que publicaba sus fotos en baja resolución en Twitter.
Como reportero de guerra tenía tres premisas que siempre cumplía a rajatabla: no correr, porque si uno se mueve se convierte en un blanco fácil; no mimetizarse con ninguno de los dos bandos y jamás portar armas. En Sierra Maestra Raúl Castro le ofreció un rifle y él le dijo que lo suyo era disparar con la cámara.
Fue pionero en muchas cosas. En Estados Unidos, fotografió por primera vez a una estudiante negra accediendo la universidad. Aborrecía el posado y se consideraba un «cazador de momentos» No concebía el periodismo sin un halo de romanticismo. Para cubrir la guerra del Canal de Suez, se plantó en El Cairo, paró un taxi y le dijo al conductor: «Lléveme a la guerra».
Entrevistó y retrató a reyes, artistas, revolucionarios y dirigentes de toda laya. Del ojo de su cámara no lograron sustraerse el Dalai Lama, Abdel Krim, Husein de Jordania, Faisal II, Picasso, Dalí, Dominguín y don Juan Carlos y doña Sofía, a los que fotografió cuando aún no eran reyes.